Ethan Vieira vivía en un mundo oscuro, atrapado entre el miedo y la negación de su propia sexualidad.
Al conocer a Valquíria, una mujer dulce e inteligente, surge una amistad inesperada… y un acuerdo entre ellos: un matrimonio de conveniencia para aliviar la presión de sus padres, que sueñan con ver a Ethan casado y con un nieto.
Valquíria, con su ternura, apoya a Ethan a descubrirse a sí mismo.
Entonces conoce a Sebastián, el hombre que despierta en él deseos que nunca se había atrevido a admitir.
Entre secretos y confesiones, Ethan se entrega a una pasión prohibida… hasta que Valquíria queda embarazada, y todo cambia.
Ahora, el CEO que vivía lleno de dudas debe elegir entre Sebastián, el deseo que lo liberó, y Valquíria, el amor que lo transformó.
Este libro aborda el autoconocimiento, la aceptación y el amor en todas sus formas.
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Capítulo 24
Los días siguientes fueron extraños.
El silencio y la indiferencia de Ethan dolieron a Sebastian.
Era como si hubiera puesto un muro entre los dos.
El muchacho, siempre puntual y servicial, pasó a mantener una distancia respetuosa... demasiado profesional.
Las miradas antes tranquilas ahora eran evitadas.
Las conversaciones se limitaban a “buenos días” y “¿necesita algo, señor?”.
Ethan sentía el peso de eso.
Cada ausencia, cada palabra tragada parecía resonar dentro de él. Pero era mejor así.
Intentaba convencerse de que aquel alejamiento era lo correcto, que lo que sucedió en Lisboa había sido un error, pero cuanto más intentaba convencerse, más sentía el vacío crecer.
En la oficina, durante una reunión, notó la silla de Sebastian vacía por un instante.
Sintió el corazón apretarse... era absurdo, pero la simple presencia del muchacho bastaba para traer equilibrio a su rutina.
“Él te está evitando”, pensó.
Y tal vez tenía razón.
Aquella noche, al llegar a casa, Valquiria lo encontró parado en el jardín, con la mirada distante.
—Él se alejó, ¿no es así? —preguntó, sin rodeos.
Ethan alzó la mirada, sorprendido con la claridad de ella.
—¿Cómo lo sabes?
—Porque el silencio habla demasiado alto, Ethan.
Él suspiró, pasando las manos por el cabello.
—Lo veo todos los días en la empresa, y aún así parece que está a kilómetros de distancia, pero fui yo quien impuso esta distancia.
Valquiria sonrió levemente.
—Tal vez él solo esté intentando protegerte.
—¿Protegerme?
—De ti mismo. —Ella lo miró con ternura—. A veces, el amor se aleja para no causar más dolor.
Ethan desvió la mirada, emocionado.
—No sé qué hacer.
—Entonces no hagas nada —respondió ella—. A veces, el destino resuelve por nosotros.
A la mañana siguiente, Ethan llegó a la empresa más temprano de lo habitual.
Sebastian aún no había llegado, y el silencio de la oficina parecía mayor sin él.
Mientras revisaba informes, el teléfono sonó.
Era el sector de transporte.
Uno de los carros se había involucrado en un pequeño accidente... nada grave, pero necesitaban a un responsable para ir hasta el lugar a resolver la burocracia.
Sin pensar, Ethan tomó el celular y llamó.
—¿Sebastian?
—Señor Ethan… buenos días.
—Necesito que vayas hasta el depósito de la filial sur. Uno de los vehículos de la flota sufrió un accidente.
Del otro lado de la línea, silencio.
—Sí, señor. Estoy yendo ahora.
La formalidad cortó a Ethan como una lámina.
Pero antes de que él colgara, Sebastian completó:
—¿Puedo pasar ahí para recoger los documentos?
—Puedes —respondió Ethan, intentando sonar neutro—. Estaré en la sala.
Media hora después, Sebastian entró en la oficina.
Usaba la camisa azul que a Ethan más le gustaba.
Saludó con un simple gesto y tomó la carpeta sobre la mesa.
Ethan observó el gesto automático, sintiendo un nudo en la garganta.
—Sebastian…
El muchacho paró, pero no se giró.
—¿Sí, señor?
—Puedes parar con el “señor”.
Sebastian respiró hondo y finalmente se giró.
—¿Qué quiere que le diga, Ethan? ¿Que nada sucedió? ¿Que Lisboa fue apenas un error?
Ethan se levantó despacio.
—Yo nunca dije que fue un error.
—Pero está actuando como si lo fuera.
La sala quedó en silencio.
Las palabras de Sebastian cortaron el aire como trueno.
Ethan caminó hasta la ventana, sin coraje de encararlo.
—Yo solo… no sé lidiar con esto. —Su voz era baja, trémula—. La culpa, la vergüenza, todo volvió con fuerza.
Sebastian lo observó, la mirada mixta de dolor y comprensión.
—No quiero herirte, Ethan. Si mi presencia te causa confusión, yo puedo alejarme.
Ethan se giró rápidamente.
—No digas eso. —La voz salió casi en un susurro—. El problema no eres tú. Es el miedo que tengo de mí mismo.
Sebastian respiró hondo.
—Entonces tal vez necesites enfrentar ese miedo, antes de que te haga perder todo lo que realmente importa.
Ethan lo miró con los ojos llorosos.
—¿Y si ya estoy perdiendo?
Sebastian dio una pequeña sonrisa triste.
—Aún da tiempo de elegir qué quieres sujetar.
Cuando él salió de la sala, Ethan quedó parado por largos minutos, mirando hacia la puerta cerrada.
Sabía que Sebastian tenía razón... la fuga era lo que lo destruía.
Pero el camino de la verdad parecía más aterrador que cualquier mentira que ya hubiera vivido.
Del lado de afuera, la vida seguía su ritmo normal.
Pero dentro de Ethan, algo comenzaba a quebrarse... y tal vez fuera exactamente eso lo que necesitaba para, en fin, reconstruirse.