Maira renació en una novela, siendo hija del villano, es un personaje que no estaba en el libro, siendo ahora Elena protegerá a su familia
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Capitulo 20
Elena caminaba por el pasillo, su nueva sirvienta, Mily, la seguía en silencio unos pasos detrás. Aunque vestía el sencillo atuendo de las doncellas, cada uno de sus movimientos era preciso y controlado, y sus ojos escudriñaban cada sombra y cada recoveco con una intensidad que delataba su verdadera naturaleza. Elena no necesitó que su sistema lo confirmara; estaba segura de que Mily era una de las guardias de las sombras que su padre había mencionado.
-¿Te gusta el té de jazmín, Mily?—preguntó Elena de repente, sin volverse, su voz infantil sonando inocente en el amplio pasillo.
Mily, sin inmutarse, respondió con una voz serena y medida. -Me adapto a las preferencias de la señorita.
Elena sonrió internamente. Definitivamente era una guardia. Se detuvo frente a la puerta del jardín interior, desde donde podía oír las voces cada vez más alteradas de Shao y Gabriel.
—Parece que mis amigos están teniendo una... conversación animada,- comentó Elena, lanzando una mirada significativa a Mily.
—¿Desea que intervenga, señorita?-preguntó Mily, lista para actuar.
—No, no es necesario,-dijo Elena con una sonrisa que no llegaba a sus ojos. -Creo que yo puedo manejar esto.
Al entrar en el jardín, la escena que se presentó fue exactamente la que esperaba. Shao, con los brazos cruzados y una sonrisa burlona, estaba plantado frente a Gabriel, cuyo rostro estaba rojo de furia y sus pequeños puños temblaban a los lados.
—¡No soy un mimado! ¡Y soy más fuerte de lo que piensas!- gritaba Gabriel, con la voz quebrada por la rabia.
-¿Más fuerte? Un corderito es más intimidante que tú,—replicó Shao con desdén.
-¡Basta!-
La voz de Elena, aunque clara y no particularmente fuerte, cortó el aire como un cuchillo. Ambos niños se giraron hacia ella al unísono. La expresión de Shao se suavizó instantáneamente, mezclándose con un poco de culpa, mientras que la de Gabriel se llenó de un alivio herido.
-Elena, él— comenzó Gabriel, pero ella alzó una mano, silenciándolo.
—Ya oí suficiente,—dijo, acercándose. Se detuvo entre los dos, mirándolos alternativamente con sus ojos azules, ahora serios. —Shao, ¿acaso el entrenamiento con mi hermano te está volviendo torpe en lugar de ágil? Porque solo veo a alguien que usa su fuerza para molestar, no para proteger.-
Shao bajó la mirada, avergonzado. -Él empezó—
—¿Y eso qué importa?- lo interrumpió Elena. —Tú eres mayor, y se supone que debes ser más sabio. Si sigues así, tal vez deba reconsiderar tenerte a mi lado.—Esas palabras hicieron que Shao palideciera visiblemente.
Luego, se volvió hacia Gabriel. —Y tú, alteza. Un verdadero príncipe no necesita demostrar su fuerza gritando o enrabiándose. Un príncipe lidera con inteligencia y calma. ¿Crees que tu padre, el Emperador, resuelve sus problemas a gritos?-
Gabriel meneó la cabeza, sus ojos brillantes. -No
—Exacto - La voz de Elena se suavizó. —No quiero que sean enemigos. Quiero que sean aliados. Mis aliados.— Extendió sus manos, tomando una de cada uno. Su agarre era firme, sorprendentemente fuerte para una niña de su tamaño —El mundo allá afuera es peligroso, ya lo han visto. Si nos dividimos, somos débiles. Si estamos unidos, somos fuertes. ¿Lo entienden?-
Ambos niños, cautivados por sus palabras y su mirada, asintieron en silencio.
—Bien,-dijo Elena, con una sonrisa final. -Ahora, Shao, pídele disculpas a Gabriel. Y Gabriel, acepta sus disculpas. Luego, vamos a la cocina. He pedido que preparen pasteles de miel, y no pienso compartirlos solo con quien se porte bien.—
La promesa de pasteles y el tono final, más ligero, rompieron la tensión restante. Un —Lo siento— murmurdo por Shao y un —Está bien— por Gabriel sellaron una tregua frágil, pero tangible.
Mientras los tres caminaban hacia la cocina, con Elena en el medio aún agarrando sus manos, Mily los seguía. La guardia de las sombras no mostró expresión alguna, pero internamente, una semilla de respeto hacia la joven señorita a la que protegía comenzaba a crecer. Esta niña, pensó Mily, no solo necesitaba protección; tenía el instinto de una líder.