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FÉNIX

FÉNIX

Status: En proceso
Genre:Maltrato Emocional / Elección equivocada / Mujer despreciada
Popularitas:157k
Nilai: 5
nombre de autor: JHOHANNA PEREZ

⚠️✋🔞

"¿Qué pasa cuando la fachada de galán encantador se transforma en un infierno de maltrato y abuso? Karina Sotomayor, una joven hermosa y fuerte, creció en un hogar tóxico donde el machismo y el maltrato doméstico eran la norma. Su padre, un hombre controlador y abusivo, le exige que se case con Juan Diego Morales, un hombre adinerado y atractivo que parece ser el príncipe encantador perfecto. Pero detrás de su fachada de galán, Juan Diego es un lobo vestido de oveja que hará de la vida de Karina un verdadero infierno.

Después de años de maltrato y sufrimiento, Karina encuentra la oportunidad de escapar y huir de su pasado. Con la ayuda de un desconocido que se convierte en su ángel guardián y salvavidas, Karina comienza un nuevo capítulo en su vida. Acompáñame en este viaje de dolor, resiliencia y nuevas oportunidades donde nuestra protagonista renacerá como el ave fénix.

¿Será capaz Karina de superar su pasado y encontrar el amor y la felicidad que merece?...

NovelToon tiene autorización de JHOHANNA PEREZ para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Irreversible...

Juan Diego sonrió de lado, diciéndose a sí mismo que la dejaría hacer su pataleta; al final, estaba convencido de que Karina se quedaría a su lado para siempre.

Después de la cena —a la que, obviamente, Karina no tuvo más remedio que asistir junto a él— ambos subieron a la habitación. La pelinegra se colocó un pijama de pantalón largo y camisa de manga larga, de suave piel de conejo. La noche era fría, y, sobre todo, ella no deseaba en lo absoluto seducir a su odioso marido.

Pero, como si la pijama fuera la prenda más sexy que hubiera llevado jamás, el magnate se acercó sigilosamente y la abrazó por la espalda mientras ella, de pie frente al espejo, trenzaba su larga cabellera con gesto cansado.

—He escuchado que el sexo durante el embarazo es muy bueno —murmuró él con voz cargada de insinuación—. Dicen que ayuda a las mujeres a preparar su cuerpo para el parto. Así que, como buen esposo, haré mi parte para que no sufras tanto cuando des a luz a nuestro hijo.

A Karina se le revolvió el estómago al instante. Zafándose bruscamente del agarre del magnate, corrió al baño, cerrando la puerta de un golpe.

El magnate, que ya estaba encendido por el deseo, frunció el ceño. Pero las ganas se le evaporaron tan rápido como habían llegado al escucharla vomitar al otro lado de la puerta.

—¡Maldita sea! —masculló para sí, rodando los ojos antes de acostarse en la cama, vencido por la pereza.

Aquello, para Karina, fue un alivio. Cuando regresó finalmente al dormitorio y lo vio dormido, respiró hondo y se acostó con sumo cuidado para no despertarlo. Pero, por más que lo intentó, le fue imposible conciliar el sueño; su cabeza daba vueltas pensando en el delicado estado de salud de su madre y la lamentable situación en la que ella misma estaba atrapada.

Pasaron los meses. Karina ya cursaba el sexto mes de embarazo, un embarazo delicado y agotador, pero que, a pesar de las circunstancias, le llenaba de ilusión. Anhelaba con todo su ser tener a su hijito en brazos. Ya sabía que esperaba un varoncito, y, aunque jamás lo hubiera planeado de ese modo, su corazón de madre no podía evitar amarle.

El magnate, por su parte, no volvió a maltratarla. Y, para fortuna de Karina, tampoco volvió a tocarla. Ella había aprendido a usar sus constantes náuseas como excusa para alejarlo; Juan Diego, asquiento como era, apenas escuchaba el sonido de ella vomitando y de inmediato se le quitaban las ganas de acercarse.

Karina sabía que Juan Diego le era infiel. No era ningún secreto: constantemente llegaba a casa con las camisas manchadas de labial y el inconfundible olor a perfume femenino impregnado en la ropa. Pero a ella ya no le importaba. El amor que una vez creyó sentir por él se había esfumado hacía mucho tiempo. Ahora solo se aferraba a la esperanza de que, cuando su madre despertara, pudiera marcharse junto a ella y su hijo. Si había logrado escapar una vez, sabía que podría intentarlo de nuevo.

Joel y Orlando, por su parte, buscaban congraciarse con su hermana menor, intentando acercarse para pedirle perdón y enmendar su relación. Pero Karina no les daba la más mínima oportunidad. Su corazón estaba lleno de rencor y resentimiento hacia ambos.

El magnate estaba encantado con la noticia de su heredero varón. Había llenado la mansión de juguetes, ropa y accesorios para el bebé que aún no nacía. Sin embargo, seguía siendo el mismo narcisista manipulador y machista de siempre, acostumbrado a tener el control absoluto de todo y todos a su alrededor.

Karina debía cumplir con una estricta dieta materna, asistir a clases de pilates y a cursos de maternidad, todo orquestado y supervisado por el abusivo y controlador magnate español.

El magnate solo le permitía visitar a su madre bajo estrictas condiciones: siempre acompañada por él mismo, o bajo la vigilancia constante de Ernesto y diez de sus mejores escoltas, todo para evitar que Karina escapara nuevamente.

Fernando, por su parte, no volvió a pisar el hospital. Temía que su hija descubriera la verdad: que él era el culpable del grave estado de Amanda. Se refugiaba en su trabajo y en los brazos de sus amantes, pero, por las noches, regresaba a la soledad de lo que alguna vez fue su hogar. Ahora todo estaba vacío. No había nadie que lo atendiera con la devoción con la que lo hacía Amanda. Sus hijos se habían distanciado, y, al parecer, al igual que Karina, lo consideraban culpable. Ninguno volvió a acercarse a él ni a responderle las llamadas.

Un día, mientras Karina masajeaba con ternura las piernas y los brazos de su madre, algo inesperado sucedió: Amanda abrió los ojos lentamente.

Karina se quedó paralizada unos segundos, sin poder creer lo que veía. Los ojos de su madre brillaron con una luz tenue y dulce al posarse en ella.

—¿Princesa...? ¿Qué haces aquí? —preguntó Amanda con voz baja y pausada, la garganta reseca por los meses de silencio.

—¡Mami! —exclamó Karina, feliz y con lágrimas desbordando sus ojos. Temblando, oprimió con fuerza el botón de llamado para que una enfermera entrara rápidamente a la habitación.

Ernesto, desde la puerta, observaba la escena en silencio, cruzado de brazos pero con el rostro inusualmente serio.

El milagro que Karina había esperado por tantos meses, por fin, se estaba haciendo realidad.

Una enfermera ingresó rápidamente al escuchar el llamado de emergencia. Al ver que Amanda había abierto los ojos y mostraba signos claros de conciencia, su rostro se iluminó de sorpresa y alivio.

—¡Dios mío, la señora ha despertado! —exclamó con emoción mientras se acercaba apresuradamente a la camilla.

Sin perder tiempo, tomó los signos vitales y, viendo la situación, llamó de inmediato al doctor a cargo por el intercomunicador.

—Doctor, venga enseguida. La paciente Amanda Sotomayor ha despertado.

Karina, con el corazón a mil por hora, no podía apartar los ojos de su madre. Le sujetaba la mano con fuerza y la llenaba de besos entre sollozos.

—Mami, gracias a Dios volviste… Te amo tanto, mamita, pensé que no lo lograrías —susurraba emocionada, acariciando el rostro demacrado de Amanda.

El doctor llegó minutos después, acompañado de dos enfermeras más. Con la expresión grave pero profesional, se acercó a Karina.

—Señora Morales, necesitamos que salga un momento para poder hacerle una valoración completa a su madre —indicó con amabilidad.

Karina dudó unos segundos, sin querer soltar la mano de Amanda.

—Mi amor, estaré bien —dijo Amanda con una leve sonrisa—. Solo espérame afuera, princesa.

Aunque le costó, Karina asintió y se apartó lentamente, lanzándole una última mirada cargada de amor y esperanza antes de salir de la habitación.

Mientras Karina esperaba afuera, abrazándose a sí misma para contener la ansiedad, dentro de la habitación el doctor comenzó una serie de evaluaciones físicas y neurológicas.

—Amanda, ¿puedes mover los dedos de tus manos? —preguntó el médico mientras la observaba atentamente.

Amanda obedeció, logrando moverlos sin mayor problema.

—Perfecto. Ahora, por favor, intenta mover los dedos de tus pies.

Amanda frunció el ceño, concentrándose, pero no sentía nada. Lo intentó varias veces, en vano.

—¿Doctor...? No... no siento nada —murmuró, la voz cargada de inquietud—. No siento mis piernas…

El médico intercambió una mirada rápida y preocupada con las enfermeras. Procedieron a hacer otras pruebas más específicas, pinchazos leves y estímulos táctiles, pero los resultados fueron desoladores.

—Amanda... voy a ser muy honesto contigo —dijo el doctor finalmente, tomando su mano con suavidad—. Lo que estamos observando es una parálisis de la cintura hacia abajo. Necesitaremos hacer más estudios para entender la extensión del daño, pero... todo indica que has quedado parapléjica.

Amanda lo miró, incapaz de procesarlo en un primer momento. Su respiración se aceleró.

—No... no puede ser… —negó enérgicamente, moviendo la cabeza de un lado a otro—. ¡No! Esto... esto debe ser un error, ¡revísenme de nuevo! ¡No puede ser! ¡Quiero caminar, necesito caminar!

Sus ojos se llenaron de lágrimas que comenzaron a rodar silenciosamente por sus mejillas, su pecho subía y bajaba agitado, luchando contra la desesperación.

—Entiendo que es una noticia muy difícil de aceptar —dijo el doctor con empatía—. Vamos a acompañarte en todo este proceso, Amanda. Ahora, por favor, intenta mantener la calma.

Karina, que esperaba afuera, percibió el aumento de tensión dentro de la habitación y no pudo contenerse. Empujó la puerta y entró justo cuando Amanda rompía en llanto desconsolado.

—¡Mami! ¿Qué pasa? —preguntó Karina alarmada, corriendo hacia la cama y abrazando a su madre.

—Karina... princesa… —Amanda sollozaba mientras se aferraba a su hija—. No... no voy a poder caminar nunca más. ¡Estoy paralizada!

El alma de Karina se quebró al escuchar esas palabras. La abrazó con todas sus fuerzas, besando su frente y acariciándole el cabello.

—No, mamita, no llores… No estás sola, estoy contigo. Vamos a luchar, ¿sí? Voy a hacer todo lo que esté a mi alcance, ¡lo prometo! —susurró con determinación.

Las lágrimas corrían por las mejillas de ambas, unidas en ese dolor tan profundo. Karina levantó la mirada y sus ojos, empañados de rabia, se endurecieron.

—Esto es obra tuya, Fernando Sotomayor —pensó con furia—. Te juro que vas a pagar cada lágrima, cada dolor que le has causado a mi madre. No descansaré hasta verte hundido.

Con el corazón destrozado pero fortalecido por un nuevo propósito, Karina se quedó junto a Amanda, acariciando sus manos y murmurándole palabras de aliento, decidida a ser su bastón, su refugio, y a buscar la justicia que su madre tanto merecía.

Los días siguientes estuvieron marcados por un ir y venir constante de médicos, enfermeras y exámenes. Amanda fue sometida a múltiples estudios y rigurosas pruebas físicas. En cada una de ellas, Karina, con su avanzado embarazo, la acompañaba fielmente, a pesar de las molestias y el cansancio propios de su estado.

Sin embargo, los resultados eran invariables y desgarradores:

un daño severo e irreversible en la columna vertebral, producto de las puñaladas que había recibido aquella trágica noche. La noticia se repitió una y otra vez, confirmando lo que ya temían: Amanda no volvería a caminar.

Amanda, resignada, decidió abrir su corazón una tarde, mientras ambas descansaban en la habitación del hospital. Tomó la mano de su hija con ternura, pero con la mirada cargada de tristeza y determinación.

—Karina... mi princesa, quiero pedirte algo —dijo Amanda, su voz quebrada—. Sé que esto te va a doler, pero… llévame a un hogar de adultos mayores. No quiero ser una carga para ti ni para tus hermanos. Aunque ellos están dispuestos a ayudar, sé que no me tratarán con el amor y la paciencia con la que tú lo harías.

Karina abrió los ojos, incrédula, sintiendo cómo un nudo se le formaba en la garganta.

—¡Mami, por favor, no digas eso! Tú no eres ninguna carga, eres mi madre, y voy a cuidarte como sea —respondió con lágrimas en los ojos, apretando la mano de Amanda.

Amanda la miró con dulzura y tristeza a la vez.

—Princesa… tampoco quiero causarte problemas con Juan Diego. Si te pido que me lleves contigo, él se va a enojar y podría lastimarte, y no quiero que mi nieto sufra las consecuencias. Hija, prométeme algo —le pidió, acariciándole el rostro—. En cuanto puedas, te irás lejos junto con tu hijo. No cometas los mismos errores que yo… no sacrifiques tu vida por un hombre que no lo merece.

Karina rompió en llanto, abrazando a su madre con fuerza, el corazón desgarrado por la impotencia y la tristeza. No quería separarse de ella, pero entendía que Amanda solo pensaba en protegerla...

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Olga Ortiz
excelente novela, me encanta como escribes, gracias
Olga Ortiz
solo enfrentando con ayuda profesional y con un amor como Massimo te tiene, solo así podrá dejar de lado ese trauma
Olga Ortiz
cada día fortalecen más su amor, serán muy felices
Olga Ortiz
no creas que Karina es la zorra de Aitana, ella si lo ama de verdad y después de pasar por todo, eso también sabe ser agradecida y no dejará que le hagan nada a ella y a Massimo
Mary Gonzlz
más capítulos autora escritora porfa
Olga Ortiz
que tierno es Massimo con Karina, espero que esté amor los fortalezca y nadie los pueda separar
Olga Ortiz
la novela es muy buena, tiene una buena temática, espero que pronto se recupere que pueda sentirse bien para que pueda hacer lo que quiera en la vida entre esas escribir, porque lo hace muy bien
Olga Ortiz
el infierno está aquí mismo en la tierra y nadie se va sin pagar lo que se debe, haber matado a su propio hijo por celos que solo en su mente sucia había, eso no tiene como pagarlo
Olga Ortiz
eso no es nada más y nada menos lo que merece un monstruo como ese, así debería ser la justicia para todas las mujeres que han tenido que sufrir toda esa violencia por alguien no sólo su esposo, hasta hay algunas que no sobrevivieron a esa furia
Olga Ortiz
que Juan Diego, tu mismo te hechaste la soga al cuello, se te cayó la mascara
Olga Ortiz
no creo que alguien se coma el cuento de ese mal nacido
Olga Ortiz
eso es Massimo, deja en claro todo lo que pasó en la vida de Karina desde que ayudaste a Karina
Olga Ortiz
me alegro que al fin los hermanos abrieron los ojos y se dieron cuenta de lo que hacían
Olga Ortiz
estás acorralado Juan Diego, vas a ir a la cárcel
Olga Ortiz
ese degenerado es un enfermo mental, nadie en su sano juicio hace algo así
Olga Ortiz
quisiera ver la cara de ese bicho cuando supo que ese niño era suyo
Olga Ortiz
ya se dieron cuenta de que juntos son fuertes y que su conexión es muy importante
Olga Ortiz
nooo puede ser que sea tan degenerada de traicionarlo
Olga Ortiz
ya me imagino lo detestable de esa mujer, como para que Massimo haya sufrido por ella
Olga Ortiz
Massimo no hace sino ganarse su corazón, y pronto lo logrará
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