Dulce Prisión

La noche cayó sobre la mansión Bennet, y en cuanto la última lámpara se apagó en el jardín después de la fiesta, Maddie ya estaba en su habitación esperando. No podía dejar de mirarse en el espejo.. el vestido de novia descansaba sobre un sillón, pero ella había elegido con cuidado lo que realmente quería mostrar esa noche… un conjunto de encaje blanco que abrazaba su piel con descaro..

[dulce prision, dulce demonio]

Cuando la puerta se abrió y Theo entró, todavía con la chaqueta del traje de gala, se quedó completamente inmóvil. Sus ojos, acostumbrados a verla siempre como su pequeño canario travieso, se oscurecieron de golpe al verla allí.. esperándolo.

Duque: Maddie….

Maddie: ¿no ibas a cuidarme hasta la boda? pues ya es la boda, duque Bennet… ¿me vas a seguir vigilando desde lejos, o vas a cumplir como esposo?

Duque: Eres… eres mi prisionera.. pero no tienes idea de lo mucho que estas rejas me queman cuando me tientas asi

Maddie: entonces deja que tu canario te cante esta noche…

Theo cerró los ojos, perdiendo por fin la última pizca de control. La levantó en brazos como si fuera de cristal, aunque ella le rodeó el cuello con fuerza, pegándose a su cuerpo con descaro. Le atrapo la muñeca, la apretó contra la sabana, sus ojos brillaban como un depredador

Duque: canario travieso

 pero en el momento exacto en que creyó dominarla, ella se arqueo apenas, lo miro directo a los ojos y le susurro con esa voz dulce..

Maddie: o tal vez… el que terminara devorado seas tú..

Theo se quedo helado, por primera vez en mucho tiempo, sin saber que hacer. Ella lo envolvio con sus brazos, lo beso primero, lento, tierno, como si estuviera domesticando a un animal salvaje. Y el leon… cedio. Gruño, si, pero un gruñido ahogado, derrotado, atrapado en la jaula que Maddie habia construido con besos, con risas, con esa manera insolente de provocarlo.. el quiso imponerse, pero cada intento era respondido con una caricia mas atrevida, con una mirada coqueta que lo dejaba sin aire. El demonio de la isla de oro… el temido duque Bennet… esa noche descubrio que el canario blanco tenia alas demasiado fuertes, que podia encadenarlo sin cadenas, que podia doblarlo sin esfuerzo..

 Apenas la tuvo debajo suyo, Maddie arqueó la espalda con un gemido suave, su cuerpo temblaba no de miedo sino de ansias. Sus labios se encontraron y ella no lo dejó tomar el control.. lo besó con hambre, con descaro, mordiendo apenas su labio hasta arrancarle un gruñido.. el duque intentó sujetarla, dominar su cintura con fuerza.. pero Maddie deslizó sus manos por su pecho, lento, como si quisiera memorizar cada músculo, cada cicatriz que contaba historias de batallas.. su boca descendió por su cuello.. susurrando entre besos..

Maddie (tarareando): esta noche es para amar... todo listo está..

Theo cerró los ojos, estremeciéndose, jamás nadie se había atrevido a hablarle así, menos aún a tocarlo con esa mezcla de ternura y descaro.. ella exploraba cada parte de su piel, disfrutando de su reacción, de cómo su respiración se hacía más pesada y su cuerpo se tensaba bajo sus caricias.. Él quiso voltearla, ser quien mandara, pero Maddie se adelantó.. acariciando con suavidad sus hombros y bajando con lentitud peligrosa.. cada roce era una provocación, cada sonrisa coqueta un recordatorio de que esa noche no iba a doblegarla.. Cuando por fin él la tuvo por completo, fue Maddie quien lo guió, entrelazando sus piernas a su alrededor, marcando el ritmo, disfrutando cada movimiento, cada estremecimiento compartido.. sus gemidos suaves llenaban la habitación, mezclándose con los gruñidos roncos del duque, que no podia creer lo que sentia.. Ella se entregó a él sin reservas, pero al mismo tiempo lo ató sin cadenas, disfrutando de cada parte de su esposo como si fuera un tesoro solo suyo. Y cuando él creyo que había ganado, que el leon rugía victorioso, Maddie sonrió jadeante, con el cabello despeinado y la piel ardiendo, susurrando contra sus labios..

Maddie: domado esta el leon..

Theo la abrazó con fuerza, temblando todavía, sin palabras, solo con la certeza de que nunca nadie había logrado quebrar sus muros como ese canario travieso, que en su cama lo había convertido en un hombre y no en un demonio..

La madrugada aún teñía la habitación con sombras doradas cuando Maddie, envuelta entre las sábanas y en los brazos del duque, lo miró con esa chispa traviesa que ya lo desesperaba.. sus labios aún estaban enrojecidos por los besos y su respiración poco a poco volvía a la calma.ella rozó con la yema de los dedos el pecho fuerte de Theodore, como si dibujara sobre él, y con una sonrisa coqueta susurró..

Maddie: eres… fascinante… creo que podria vivir esto cada noche y aun asi nunca seria suficiente de ti…

El corazón del duque dio un salto que lo hizo fruncir el ceño para disimular.. la besó en la frente, gruñendo bajo como si quisiera ocultar la emoción que lo invadía.

Duque: hablas demasiado, canar… —se detuvo antes de soltar lo que pensaba, y corrigió con voz ronca—, demasiado descarada para una recién casada..

Maddie rió bajito, mordiéndose el labio, y se acomodó encima de él, dejando claro que no pensaba arrepentirse de nada.

Maddie: entonces tendras que acostumbrarte… porque pienso seguir siendo descarada contigo todas las noches.

Theo apretó sus caderas, atrapándola contra él, con esa mirada oscura que mezclaba furia contenida y deseo ardiente.. por primera vez en mucho tiempo, el gran duque Bennet no supo si estaba más rendido o más perdido..