A Corazón Picado

Cuando Orión y Serena subieron al estrado, el maestro de ceremonias volvió a levantar la voz:

—Ante el consejo, la corte y el pueblo reunido, el soberano de Eryndor presenta a la prometida que será coronada reina. Que hoy ambos pronuncien sus palabras de honor.

Orión se giró hacia Serena, y por un momento el murmullo en el gran salón se apagó.

La tomó suavemente de la mano derecha, levantándola a la altura de su pecho.

Su voz, firme y profunda, resonó con un respeto que sorprendió a varios:

—Delante de mi pueblo y de sus representantes, te reconozco, Serena de Lysoria, no solo como mi futura consorte, sino como alguien capaz de compartir el peso de este trono.

Reconozco tu temple y tu criterio.

Prometo escuchar tu voz como escucho a mis propios consejeros, porque una reina que comprende a su gente merece que su soberano le dé espacio para gobernar a su lado.

Un suave murmullo recorrió el público.

El tono de Orión no era condescendiente ni protocolario: había respeto real en sus palabras.

Serena lo miró, sin perder su compostura, y asintió.

Cuando fue su turno, su voz clara y firme llenó el espacio:

—Juro ante ti, ante este reino y sus gentes, que cumpliré con mi deber sin ceder al capricho ni a la indiferencia.

No vine a adornar un trono ni a servir de sombra, sino a trabajar por el bienestar de quienes confían en nosotros.

Y mientras este sea nuestro deber, cumpliré mi parte con lealtad… a la corona y al reino.

El eco de sus palabras fue recibido con un aplauso contenido, más respetuoso que entusiasta, aunque algunos señores más jóvenes intercambiaron miradas intrigadas.

— Demos Gran bendición a nuestro Rey y Reina de Eryndor –

El gran castillo sonrió con una reverencia ante ellos, Serena y Orión estaba firmes antes todos mirando, pero se miraron de reojo con una sonrisa cómplice, aún con sus manos unidas.

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La ceremonia se dio por concluida con la bendición del sumo sacerdote y el aplauso de los presentes.

Orión, aún tomándola del brazo, la guió hacia el salón lateral donde se ofrecía el banquete.

Mientras avanzaban entre las mesas, Serena notó cómo varias miradas masculinas —jóvenes duques y herederos de casas nobles— se posaban en ella con un interés que no era puramente político.

Sonrió para sí misma, manteniendo el porte imperturbable.

Orión, por su parte, caminaba con expresión seria, aunque sus ojos se desviaban de vez en cuando hacia esos jóvenes que parecían demasiado atentos.

Cuando llegaron a un rincón más apartado del bullicio, inclinó un poco la cabeza hacia ella y murmuró con un tono bajo pero cargado de intención:

—Parece que ciertos duques encontraron a la futura reina… bastante interesante.

¿Has visto a alguno que te llame la atención… para tu famosa lista?

Serena, que estaba bebiendo un sorbo de vino, alzó las cejas y lo miró con un dejo de diversión.

—Así que sí aceptara las concubinas, ¿eh? —replicó con una sonrisa muy leve pero peligrosa.

Orión se quedó en silencio por un instante, frunciendo apenas el ceño.

No apartó la vista de ella, aunque su mandíbula se tensó.

—No te preocupes. Solo era una pregunta inocente.Pero si en algún momento decides traer concubinas al palacio… tendré que hacer mi lista con igual cuidado.

Orión volvió la mirada al frente, con un silencio que no pudo ocultar el matiz de celos en sus ojos.

Los hermanos de él, situados a unos metros, intercambiaron sonrisas divertidas al ver el gesto rígido de su soberano.

– El pobre no sabe que decir cuando Serena lo acorrala.. Es algo nuevo de ver - dice Maximus

– Ella es increíble.. Ya decía yo que alguien más fuerte lo controlaría — agregó Elián

— Dejen de molestar a su hermano..- sonrió ladino Henry— Aunque me recuerda mucho a su madre, era igual que Serena

Cassandra sonrió con anhelo mirando a Serena quien la saludo de manos y ella correspondió igual que sus hermanos y primas, Henry levantó su copa con un leve asentimiento.

¿Orión sonrió ladino al ver eso – Puedo sabes que animal te gusta?

– Creo que te reirás si lo sabes Majestad.

– Sí me lo dices lo sabremos

—Me gustan las comadrejas de las nieves. Son pequeñas, pero rápidas y astutas. Sobreviven al frío, saben cuándo atacar y cuándo esconderse… Y suelen engañar a los depredadores más grandes.

Orión se quedó quieto un segundo, procesando su respuesta, hasta que dejó escapar una risa breve y profunda que hizo voltear a un par de consejeros cercanos.

—¿Una comadreja de las nieves? Y yo que pensé que dirías un zorro ártico… o al menos un oso de montaña. Algo que intimide.

—¿Por qué elegiría algo tan obvio? Los depredadores grandes suelen confiar demasiado en su fuerza. A veces, un animal pequeño pero listo sobrevive donde ellos no.Además… —agregó con un toque burlón— los osos y los lobos suelen acabar atrapados. Las comadrejas no.

Orión rió otra vez, esta vez bajando la cabeza, y murmuró en un tono más suave:

—Vaya… me gusta tu elección.

Serena, satisfecha, volvió a mirar su plato con una pequeña sonrisa.

A unos metros, desde una de las mesas secundarias, Nadyra observaba la escena.

Sus dedos apretaban con fuerza el tenedor.

La visión de Orión riendo, relajado y casi cómplice con Serena, le endureció el rostro.

Nunca antes lo había visto sonreír así en público, y la simple idea de que se lo ofreciera a otra mujer la llenaba de rabia, mas viniendo de una mujer que no tiene nada que la compare a ella.

—Es solo la primera noche . No te precipites. Deja que el banquete avance. Cuando termine la cena, los jóvenes duques se acercarán a saludar… y ahí será el momento perfecto.

Nadyra alzó ligeramente la barbilla, fingiendo calma mientras bebía un sorbo de vino.

— Está bien... Seguro que le borrara esa sonrisa cuando acepte..— Sonrió ladina 《 No pienso dejarte con la corona mugrosa..》

Veyran inclinó apenas la cabeza hacia ella, sonriendo con calculada serenidad.

—El consejo verá que no hay oposición, y todo el salón escuchará. Después de todo es una ley.

Los ojos de Nadyra brillaron con una mezcla de ambición y deseo contenido.

Sus uñas presionaron el cubierto con más fuerza.

—Entonces que termine pronto el maldito banquete… —susurró entre dientes, sin dejar de mirar a Serena, que en ese instante reía suavemente ante un comentario que Orión le había susurrado.

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