“La Reina Del Mar Y La Guerra”

Capítulo 4. Consejo de Hierro

La sangre de Adrastos Serpente aún no se había secado en las arenas del patio cuando Artemisia convocó a sus más leales aliados. No había tiempo para festejos: sabía que la serpiente herida se replegaría en las sombras, esperando su oportunidad. Y un reino sin cimientos firmes podía desmoronarse en una sola noche.

La sala del consejo estaba iluminada apenas por antorchas. Las columnas proyectaban sombras alargadas que parecían estirarse como espectros sobre el mármol. En el centro, el trono permanecía vacío. Artemisia no quiso sentarse en él todavía. Prefirió caminar entre sus futuros consejeros, como una capitana en cubierta antes de la tormenta.

🌒 Los aliados

Selene Claes fue la primera en hablar. Alta, de cabellos oscuros y mirada de halcón, era maestra en el arte del sigilo. Había servido como espía y asesina desde los tiempos de Lygdamis, y su lealtad a Artemisia era indiscutible.

—Los nobles se inclinan, pero sus rodillas tiemblan —dijo con tono bajo, como si temiera que las columnas mismas escucharan—. Necesitamos más que miedo. Necesitamos un símbolo que mantenga unido el reino cuando tu espada no esté presente.

Artemisia asintió.

Irina Jenos, en cambio, era fuerza pura. Capitana de la guardia, su cabello dorado y sus brazos forjados en la guerra la convertían en un muro de hierro. Conocía cada calle, cada torre, cada soldado de Halicarnaso.

—El ejército es tuyo, mi reina —declaró con firmeza—. Pero los hombres necesitan disciplina. Si no sienten que luchan por algo más grande que una persona, la lealtad será tan frágil como el oro de los mercaderes.

Artemisia observó a ambas, y en sus palabras vio el reflejo de lo que ella misma había intuido: la corona no se sostenía solo con espadas, sino con una estructura invisible, hecha de símbolos, juramentos y temores.

⚖️ El nacimiento del Juramento

Artemisia se levantó y tomó una daga ceremonial. La sostuvo bajo la luz de las antorchas y habló con voz solemne:

—El mar no se gobierna con promesas. Las olas no respetan títulos ni linajes. Solo respetan la fuerza. Hoy fundaremos algo que trascienda a los hombres y a las mujeres, algo que viva más allá de mi reinado: el Juramento.

Los consejeros la miraban con expectación.

—El Juramento tendrá tres pilares, como los tres caminos del destino. —Alzó la daga y la golpeó suavemente contra el mármol, marcando el ritmo de sus palabras—.

—El Hierro, porque sin fuerza somos presas.

—La Sombra, porque el enemigo siempre acecha en la penumbra.

—El Espejo, porque necesitamos ver lo que otros no quieren mostrar.

Selene sonrió con una mueca de aprobación. Irina cruzó los brazos y asintió con firmeza.

Artemisia continuó:

—Cada pilar tendrá guardianes, y esos guardianes deberán jurar con sangre que jamás quebrantarán su deber. Hoy sellaremos este pacto.

🩸 El ritual

Las antorchas chisporroteaban cuando Artemisia extendió un cuenco de bronce. Con un corte rápido, abrió la palma de su mano y dejó que la sangre cayera en él. Luego pasó la daga a Selene.

La espía no dudó: cortó su mano y dejó caer unas gotas oscuras. Después, Irina hizo lo mismo. El cuenco se llenó con el rojo profundo de su alianza.

Artemisia elevó el recipiente.

—Que el mar escuche nuestro juramento, que el hierro lo sostenga, que la sombra lo proteja y que el espejo lo recuerde. A partir de hoy, no somos solo personas. Somos la Hermandad del Juramento.

Los tres bebieron de la mezcla, sellando el pacto con el sabor metálico de la sangre.

🕯️ Las sombras del futuro

Cuando el ritual terminó, el silencio llenó la sala. Cada antorcha parecía arder con mayor intensidad, como si el fuego hubiera escuchado también sus palabras.

Selene rompió el silencio.

—Habrá quienes intenten quebrar este pacto. El enemigo no está solo fuera de nuestras murallas. También está en las mesas donde compartimos el pan.

Artemisia la miró de frente.

—Por eso tú serás la Sombra. Allí donde los ojos no puedan ver, allí estarás tú.

Luego, volvió hacia Irina.

—Tú serás el Hierro. El ejército y las murallas estarán bajo tu guardia. Nadie quebrará nuestro reino mientras tú respires.

Finalmente, se tocó el pecho con la mano aún manchada de sangre.

—Y yo seré el Espejo. Recordaré lo que otros intenten olvidar, y reflejaré la verdad, aunque me destruya.

Irina inclinó la cabeza con solemnidad. Selene bajó la mirada, como aceptando un peso que sabía eterno.

🌊 La prueba del mar

Al día siguiente, Artemisia llevó a sus consejeras al puerto. Ante los ojos del pueblo, repitió el juramento frente al mar. El viento agitaba los estandartes, y las olas golpeaban contra los barcos como si quisieran participar en la ceremonia.

El pueblo observó con asombro cómo su reina se cortaba de nuevo la mano y dejaba caer su sangre en el agua.

—Que este juramento viaje con las corrientes —proclamó Artemisia—. Que cruce mares y siglos. Que mientras exista un heredero del Juramento, Halicarnaso jamás caiga.

Los pescadores gritaron su nombre. Los soldados golpearon sus lanzas contra el suelo. Incluso los mercaderes, siempre reacios a comprometerse, levantaron las manos en señal de respeto.

Por primera vez desde la muerte del rey, Artemisia sintió que el reino respiraba unido.

🌑 La sombra de la serpiente

Pero mientras el pueblo celebraba, un mensajero llegó jadeando al puerto. Traía un pergamino marcado con el sello roto de los Serpente.

Artemisia lo abrió y leyó en silencio:

"No muere la serpiente cuando se corta su cabeza. Vive en cada huevo que deja enterrado. El trono que reclamas será tu tumba, y tu sombra la heredera de tu desgracia."

Artemisia no mostró miedo. Quemó el pergamino frente a todos y dejó que las cenizas cayeran al mar.

—Que intenten venir —dijo con voz dura como la roca—. Hierro, Sombra y Espejo los recibirán.

El pueblo rugió de aprobación. Pero en su interior, Artemisia supo que aquel mensaje no era solo amenaza. Era profecía.