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Entre Luces Y Sombras

Entre Luces Y Sombras

Status: Terminada
Genre:Romance / Amor-odio / Pareja destinada / Fantasía LGBT / Completas
Popularitas:934
Nilai: 5
nombre de autor: MOONligth22

Mico brilla bajo las luces de los escenarios, Tina vive entre raíces sencillas y reale. Sus mundos nunca debieron haberse cruzado, pero lo hicieron; entre secretos y la presión de la fama, tendrán que decidir si lo que sienten vale el riesgo de perderlo todo.

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capitulo 14: La huida

El sol comenzaba a descender en el horizonte cuando Mico decidió que era hora de escapar, aunque fuera solo por un par de días.

Los rumores y la presión del rodaje, sumados a la mirada constante del público, habían hecho que ambas se sintieran atrapadas.

—Tina —dijo Mico, con un hilo de voz, mientras caminaban por un pasillo casi vacío del estudio—¿Estás lista?

Tina la miró, levantando una ceja, intrigada.

—Naci lista, ¿no lo sabías?

—No, pero es bueno saberlo—respondió Mico, con una sonrisa juguetona — Alejarnos, aunque sea solo por un par de días. Sin cámaras, sin gente observándonos me da una especie de paz.

El corazón de Tina dio un vuelco. Sentía emoción y miedo al mismo tiempo, pero algo en la mirada de Mico la convenció.

—Sí —dijo finalmente— Creo que te hará bien estar lejos un tiempo.

En cuestión de horas, habían hecho maletas discretamente y abordado un pequeño auto rumbo a la costa, lejos de la ciudad y del ruido. Durante el viaje, la música llenaba el silencio, y el paisaje cambiaba de edificios y luces a colinas y caminos solitarios. Cada kilómetro recorrido parecía alejarlas también de sus miedos y preocupaciones.

Mico manejaba con concentración, pero cada tanto desviaba la mirada hacia Tina, disfrutando del silencio cómodo que compartían. Sus manos se rozaban accidentalmente al pasar cerca de la palanca de cambios, y en cada contacto sentían un escalofrío.

—¿Sabés? —murmuró Tina, apoyando la cabeza contra la ventanilla— Hace mucho que no me siento así de libre.

—Yo tampoco —respondió Mico, con un suspiro— Y me alegra poder compartirlo contigo.

Cuando finalmente llegaron a una playa solitaria, la brisa marina las recibió con un aroma fresco y relajante. El sonido de las olas era casi hipnótico y ambas se quedaron un momento observando el mar en silencio.

—¿Podemos quedarnos aquí todo el fin de semana? — pregunto Tina, mirando a Mico con una sonrisa traviesa— Nadie nos molestaría.

—Sí —respondió Mico, acercándose un poco más— Y podemos hacer lo que queramos. Sin reglas, sin presión.

La proximidad hizo que la respiración de ambas se acelerara ligeramente. Mico, sin darse cuenta, tomó la mano de Tina entre las suyas, acariciando suavemente sus dedos. Tina respondió con una sonrisa tímida, entrelazando sus dedos con los de ella. El contacto era pequeño, pero cargado de tensión, de deseo contenido.

—Te extrañé —susurró Mico, acercándose más, hasta que sus hombros se tocaron.

Tina sintió cómo un calor intenso recorría su cuerpo.

—Yo también —respondió, apoyando la cabeza contra su hombro— Más de lo que imaginás, de una forma extraña me volví adicta a tus besos.

Se sentaron juntas en la arena, dejando que el sol se ocultara lentamente. Las olas golpeaban suavemente la orilla, creando un ritmo que parecía acompasar sus propios latidos. Cada toque de manos, cada roce accidental de piernas, aumentaba la tensión entre ellas, sin que ninguna dijera nada.

Mico inclinó la cabeza hacia Tina, y por un momento, sus labios estuvieron a centímetros. El silencio que las rodeaba era perfecto, íntimo, y ambas sentían la electricidad del contacto. Ninguna avanzó de manera explícita, pero las miradas, los suspiros y los roces de manos hablaban por sí mismos.

—Nunca había sentido algo así —dijo Tina, con la voz apenas audible— Contigo todo parece diferente.

—Contigo todo es real —replicó Mico, apoyando suavemente la frente contra la de ella— eso da miedo y deseo al mismo tiempo.

La cercanía hizo que sus respiraciones se mezclaran, y por un instante, parecía que podrían perderse en ese instante para siempre. Pero, en lugar de apresurarse, se quedaron allí, disfrutando de la intimidad silenciosa, dejando que cada contacto, cada roce, cada mirada construyera algo más profundo.

Con el paso de las horas, caminaron por la orilla, jugando entre las olas, riendo, empapadas por el agua salada. Cada carcajada y cada empujón suave aumentaba la cercanía, haciendo que los roces casuales de manos y hombros se volvieran cada vez más significativos.

—Me gusta esto —dijo Tina, mirando a Mico—. Me gusta estar así, sin que nadie nos observe.

—A mí también —respondió Mico, acercándose aún más, sus hombros rozando los de Tina— Y me hace querer acercarme más, pero quiero que esto sea perfecto, que lo disfrutemos sin miedo.

Miro a Mico con intensidad, Tina se inclinó un poco, sus labios casi rozándose, pero deteniéndose justo antes de fundirse. El aire estaba cargado de tensión, deseo y ternura, un momento de intimidad que ninguna olvidaría. Sus manos se tocaron nuevamente, acariciándose suavemente, casi explorando, pero sin romper los límites que ambas respetaban en ese instante.

—Esto —murmuró Tina, susurrando contra su oído— Esto es lo que siempre quise, pero no sabía cómo sentirlo.

—Yo también —respondió Mico, con la voz temblorosa— Y no quiero que termine nunca.

La noche cayó, y ambas se sentaron cerca de una fogata improvisada, abrazadas, compartiendo el calor y la cercanía. La intimidad estaba en cada roce, cada suspiro, cada mirada que compartían en silencio. Ninguna necesitaba palabras: todo estaba dicho a través de gestos, caricias y el simple hecho de estar juntas.

La brisa de la playa traía consigo un aroma salado y húmedo que se mezclaba con el perfume de Mico, y Tina se inclinó sin darse cuenta hacia ella. Sus labios se rozaron primero con timidez, un toque que parecía temer romper algo sagrado, y luego se encontraron con un impulso más fuerte, más urgente. Cada beso era una mezcla de hambre y ternura, de deseo y de miedo a lo que podía desatarse si se dejaban llevar.

Mico la sostuvo con firmeza, deslizando una mano por su espalda, sintiendo el calor de su piel a través de la tela fina de su camiseta. Tina respondió con la misma intensidad, rozando su rostro, su cuello, apenas tocando sus hombros. Cada roce parecía prender fuego en sus venas, un fuego que no podía extinguirse con palabras.

Retrocedieron un momento, respirando pesadamente, los ojos brillantes de anhelo. Tina apoyó la frente contra la de Mico y susurró:

—No sé si puedo.

pero la frase quedó suspendida, interrumpida por otro beso que fue más profundo, más devorador. Sus manos comenzaron a explorar con más confianza, recorriendo hombros, brazos y espalda, cada movimiento cargado de necesidad y de un deseo que parecía no tener límites.

Mico la llevó hacia el cuarto, sus cuerpos pegados, moviéndose al ritmo de la tensión que las consumía. Se rozaban, se buscaban, pero aún mantenían un límite invisible, una frontera que ninguna se atrevía a cruzar del todo. Tina sentía cada suspiro, cada temblor de Mico como si fuera suyo, y sus manos temblaban de anticipación.

Se separaron solo lo suficiente para mirarse a los ojos, jadeantes, sonrojadas. La luz de la luna iluminaba la habitación y sus pieles. Tina sintió que podía quedarse así para siempre, suspendida en ese instante de pura conexión. Sin decir nada, Mico inclinó su cabeza y volvió a besarla, esta vez más lenta, dejando que sus labios jugaran, que sus lenguas se rozaran apenas, provocando un deseo que amenazaba con desbordarse en cualquier momento.

El sofá crujió bajo su peso mientras se acomodaban, cuerpos entrelazados, respiraciones entrecortadas y manos explorando con urgencia contenida. Cada roce de piel contra piel, cada suspiro y gemido ahogado, era un recordatorio de lo que ambas necesitaban, de lo que estaban a punto de descubrir juntas.

—Te he querido toda la maldita tarde.— murmura Mico, tomándola con firmeza de la cintura, tina respondió con un gemido, empujando su cuerpo contra el de ella.

La ropa de ambas deseparecio en segundos y las manos de Mico empezaron a recorrerla sin pudor: brazos, cuello, espalda, hasta que sus manos se centraron en los pechos de Tina. Acariciaba su piel desnuda, caliente, buscando cada rincón que hiciera gritar a su deseo.

Tina no se contuvo, soltando un gemido bajo mientras se arqueaba hacia ella, rogando, deseando más.

—No me hagas esperar.— dijo Tina y los labios de mico bajaron para devorar su cuello, mordiendo, chupando, dejando marcas que arderían toda la noche. Tina la agarró del cabello, tirando de ella con necesidad, obligándola a mirarla a los ojos mientras su lengua jugaba con la de Mico, robando suspiros y jadeos.

Sus cuerpos pegados, rozando piel contra piel. Cada caricia de Mico hacía que Tina gimiera más fuerte, sus manos explorando los pechos de Mico, apretando, pellizcando, sintiendo cómo respondía con la misma hambre.

Los gemidos se mezclaban con la brisa salada que entraba por la ventana y cada movimiento era un recordatorio de que estaban allí para satisfacer sus deseos sin límites. Las manos se deslizaron hacia abajo, rozando y acariciando ese punto sensible.

—Te voy a hacer mía.— murmuró Mico entre dientes, sus dedos moviéndose con impaciencia, dejando que Tina soltara un grito ahogado de placer. Cada roce, cada empuje, cada mordida era más intenso que el anterior, hasta que parecían estar a punto de explotar en ese sofá, en esa casa, con la playa como testigo silencioso.

Tina no se contuvo más. Empujó a Mico contra ella, obligándola a responder, y juntas se movieron, se retorcieron, se arañaron, se desearon de una manera que era pura lujuria.

Las manos no dejaban de explorar, los labios no dejaban de devorar, y la respiración se volvió salvaje, casi animal.

La tensión aumentaba con cada instante, los gemidos más fuertes, los cuerpos más desesperados por tocarse.

Finalmente, exhaustas, se derrumbaron juntas en el sofá, sus cuerpos pegados, sudorosos y temblorosos, respirando al unísono. La lujuria no había desaparecido; solo había dado paso a un calor profundo, un hambre compartida que sabía que no terminaría hasta que volvieran a romper todas las reglas, otra vez, otra vez y otra vez.

1
Leo
Excelente
Agostina Sotelo
está bastante bien
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