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Cuando Era Joven, Me Convertí En Millonario

Cuando Era Joven, Me Convertí En Millonario

Status: En proceso
Genre:Romance / Comedia / CEO
Popularitas:298
Nilai: 5
nombre de autor: Cristián perez

Me hice millonario invirtiendo en Bitcoin mientras aún estudiaba, y ahora solo quiero una cosa: una vida tranquila... pero la vida rara vez sale como la planeo.

NovelToon tiene autorización de Cristián perez para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Capítulo 5: Los engranajes del destino

—Maserati , más de doscientos mil dólares.

—¿Cuánto dijiste? —Emily abrió los ojos como platos, incapaz de procesar lo que había oído.

—Más de doscientos cincuenta mil, si no me falla la memoria —respondió Adrián Foster con naturalidad, como si hablara del precio de una bicicleta usada.

Emily dejó escapar una risa nerviosa. —¡Dios mío! ¿Un simple auto cuesta eso? ¿Y tú, con toda la tranquilidad del mundo, me dijiste que no tenías carro, ni casa, ni ahorros? Eres increíble… me engañaste demasiado bien.

Aunque Emily no era una cazafortunas ni esperaba que su futura pareja fuera millonaria, no podía evitar la impresión que le causaba aquella cifra. Para alguien como ella, criada en un barrio de clase media en Brooklyn, doscientos cincuenta mil dólares equivalían al sueño de toda una vida: libertad financiera, viajes, tranquilidad. Y él lo había gastado en un auto deportivo.

Ella conocía lo suficiente de la familia Foster para saber que Adrián no provenía de una dinastía de magnates. Ese auto era prueba de que él había construido su riqueza por mérito propio, sin depender de otros.

Emily respiró hondo, intentando calmarse. —Lamento haber hablado con tanta seguridad hace un rato… sin dejarte espacio para explicarte. Quizá podamos hacer como si nada y continuar con nuestra cita.

La voz le tembló un poco, aunque intentaba mantener una sonrisa.

Adrián se encogió de hombros. —¿Quieres que te lleve a dar una vuelta?

La oferta era sincera, pero Emily sacudió la cabeza con una sonrisa cansada. —Mejor no. Estoy algo desanimada, y además debo regresar al trabajo. Si no me esfuerzo, ¿cómo voy a comprarle a ustedes, capitalistas, coches de lujo y apartamentos en Manhattan?

Hizo un gesto ligero con la mano y dio media vuelta hacia su oficina. Sus pasos eran firmes, aunque su corazón estaba hecho un lío.

Adrián la observó marcharse, suspiró y se subió a su Maserati . Para él, aquel auto era un simple pasatiempo, nada más. No pensaba detenerse por alguien que no lograba ver más allá del precio de una máquina.

Desde la esquina, Emily lo siguió con la mirada hasta que el deportivo desapareció entre el tráfico. Se mordió el labio, con una expresión mezcla de melancolía y decepción. Por primera vez en mucho tiempo había sentido atracción por alguien… pero las diferencias materiales eran demasiado grandes.

“Roma no se construyó en un día”, pensó con amargura. “Tal vez podamos empezar como amigos, aunque sé que nunca estaré a su altura”.

Sacudió la cabeza, se dio un par de palmadas en las mejillas y se repitió en voz baja: —Vamos, Emily, no te obsesiones con un chico imposible. Hombres hay en todas partes. Tú puedes con esto.

Mientras tanto, Adrián conducía de regreso a su próximo compromiso. Llamó a su madre, Evelyn Foster, para contarle cómo había salido la cita.

—Sabía que no funcionaría —dijo ella con calma desde su apartamento en Riverside Hills—. Hijo, deja de ser tan descuidado. No todas las chicas se impresionan solo con dinero. Busca a alguien que realmente encaje contigo.

Adrián sonrió sin discutir. Sabía que su madre tenía razón, pero también que él no estaba desesperado.

Media hora después, estacionó en el sótano de un edificio corporativo de Midtown Manhattan. Subió por el ascensor hasta la recepción de Liberty Media Group, una agencia mediana de marketing digital e influencers. Había sido fundada durante el auge de las transmisiones en vivo, con la esperanza de capturar un pedazo del pastel. Pero cuando entraron al mercado, ya había miles de agencias compitiendo.

El CEO, Richard Holmes, era un veterano de la industria con contactos, lo que había permitido a la empresa sobrevivir. Aun así, los recursos eran limitados, y siempre estaban al borde de la competencia feroz.

Al entrar a la oficina, Adrián encontró a la recepcionista dormida sobre su escritorio.

—¡Deductiva de sueldo por dormir en el trabajo! —bromeó.

La joven levantó la cabeza, con el cabello algo despeinado. —¡Adrián, mira la hora! Es la una de la tarde, hora de almorzar.

Ella se llamaba Lucy Zhang, tenía apenas veintiún años, rostro redondeado y mejillas sonrosadas. Irradiaba energía juvenil, incluso con sueño.

Adrián le lanzó un paquete de galletas. —Lucy, ¿cómo puedes dormir tranquila cuando la compañía apenas se sostiene? Yo me desvelo pensando en el futuro de Liberty Media, y tú cabeceando aquí.

Lucy juntó las manos en un gesto cómico de disculpa. —Lo siento, jefe. Dame otra galleta y te prometo que mi arrepentimiento será aún más sincero.

Él rodó los ojos. —Eres un estómago con patas.

—¡Gracias, jefe! —respondió ella con una risa, abriendo el paquete. Mientras masticaba, añadió con tono misterioso—: Oye, te cuento algo… dicen que el nuevo streamer que contrató la empresa no genera ventas. El señor Holmes perdió bastante dinero con esa apuesta.

Adrián se cruzó de brazos. —En este negocio nada es seguro. Un error y todo se viene abajo.

Lucy asintió, llevándose otra galleta a la boca. —He oído que el jefe está considerando vender a algunos de los mejores streamers a otras agencias para compensar las pérdidas. Y… también se rumorea que habrá despidos.

Antes de que Adrián pudiera responder, Lucy se enderezó de golpe.

—¡Hola, gerente Howard! —saludó con una sonrisa exagerada.

Adrián giró y entonces la vio.

Una mujer de veinticinco años, impecable en camisa blanca, pantalón ajustado y tacones altos. Todo en ella era pulcro: el maquillaje sutil, el bolso elegante, la postura segura. Sus rasgos delicados irradiaban elegancia y frescura.

El corazón de Adrián dio un vuelco. Era la primera vez en mucho tiempo que alguien lograba arrancarle una reacción tan visceral. Respiró hondo, intentando recomponerse, mientras ella le dirigía una sonrisa cordial.

—Encantado —dijo Adrián, inclinando ligeramente la cabeza.

La gerente asintió y pasó de largo. Era Olivia Howard, responsable de contenidos de la empresa.

Lucy, viendo la cara de Adrián, no pudo evitar soltar una risita traviesa. —No me digas que ya te enamoraste, jefe.

Adrián la ignoró, pero en el fondo sabía que algo había cambiado. Tal vez, solo tal vez, los engranajes de su destino acababan de comenzar a girar.

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