Elysia renace en un mundo mágico, su misión personal es salvar a su hermano...
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Honor
La noche se había extendido en un vaivén de risas, susurros y besos robados. Hans no se apresuró, no exigió más de lo que Elysia estaba dispuesta a darle; solo la llenó de caricias suaves y juegos de manos que terminaron en enredos de sábanas y sonrisas compartidas. Fue una intimidad distinta, hecha de confianza y ternura.
Al amanecer, la luz pálida entró por los ventanales. Hans aún estaba allí, recostado a un costado de Elysia, con un brazo bajo su cuello y el otro apoyado sobre su cintura, como si la reclamara incluso dormido. Ella, medio despierta, se permitió contemplar su perfil relajado, el contraste entre aquella expresión serena y el hombre dominante que imponía respeto en cada lugar al que entraba.
El golpe de la puerta la sobresaltó.
—¡Elysia! —era la voz quebrada de Ernesto.
Antes de que pudiera reaccionar, su hermano entró a trompicones. Se detuvo en seco al ver a Hans allí, todavía en la cama de su hermana.
El silencio se volvió espeso. Ernesto temblaba, los ojos inyectados en sangre por la bebida y las lágrimas. Miraba a Hans como si estuviera viendo un verdugo, y a Elysia como si no pudiera creerlo.
—¿Tú… tú lo trajiste aquí? —la voz de Ernesto se quebró, con un filo de traición.
Hans no se levantó enseguida. Con toda calma, se incorporó lentamente, acomodándose la camisa medio abierta. Su mirada helada se clavó en el barón, tan afilada que Ernesto dio un paso atrás de puro instinto.
—Yo no necesito que me traigan, barón —replicó Hans, con un tono bajo pero cargado de amenaza—. Vengo cuando quiero… y me quedo donde decido.
Elysia apretó las sábanas contra su pecho, el corazón latiéndole a mil, sabiendo que aquella mañana podía terminar en un enfrentamiento decisivo entre los dos hombres.
Ernesto, enrojecido de ira y vergüenza, dio un paso adelante y gritó con toda la fuerza de sus pulmones:
—¡Guardias! ¡Tráiganme una espada! ¡Defenderé el honor de mi hermana!
Su voz retumbó en los pasillos, y pronto se escucharon los pasos apresurados de los soldados acercándose. Elysia palideció, apretando las sábanas contra su pecho.
Hans, en cambio, se levantó con una calma escalofriante. Sus ojos, oscuros y penetrantes, no se apartaban del barón que temblaba entre furia y miedo.
—¿El honor de tu hermana? —repitió Hans, con una risa seca y peligrosa—. Interesante elección de palabras, cuando fuiste tú quien la golpeó.
Ernesto se congeló un instante, pero la rabia lo cegaba.
—¡Cállate! ¡No me hables como si fueras su dueño! —rugió, con lágrimas en los ojos.
Hans avanzó despacio, cada paso suyo llenaba el aire de tensión. Cuando los guardias llegaron, miraron confundidos la escena, sin saber a quién obedecer.
Hans no necesitó levantar la voz. Su sola presencia, erguida e imponente, bastó para que los soldados se tensaran.
—No le entreguen nada —ordenó con un tono gélido—. El barón está fuera de sí.
Los hombres intercambiaron miradas, atrapados entre la autoridad de Ernesto y el poder indiscutible de Hans.
Hans se inclinó apenas hacia Ernesto, lo suficiente para que su voz grave le helara la sangre.
—Si quieres sangre, barón, no necesitarás una espada. Solo tienes que dar un paso hacia mí… y verás qué ocurre.
Elysia, con el corazón desbocado, se interpuso al instante, colocando su cuerpo entre los dos hombres.
—¡Basta! —gritó, con lágrimas en los ojos—. ¡No quiero más violencia!
—¡No pasó nada, Ernesto! —gritó Elysia, con lágrimas en los ojos—
Pero Ernesto, ciego de rabia... la empujó con brusquedad, haciéndola trastabillar contra la mesa. El golpe resonó en la habitación y a Elysia se le escapó un gemido de dolor.
Hans dio un paso al frente de inmediato, el instinto de protegerla encendiéndose como un fuego, pero antes de que pudiera hablar, Ernesto lanzó un puñetazo directo a su rostro.
El impacto fue seco. Hans apenas giró la cabeza con el golpe, pero no retrocedió ni un centímetro.
El silencio que siguió fue sofocante. Los guardias contuvieron el aliento, Elysia llevó una mano a su boca y Ernesto, con la respiración agitada, quedó petrificado al darse cuenta de lo que acababa de hacer.
Hans volvió lentamente la cabeza hacia él. La comisura de sus labios tenía un hilo de sangre, que se limpió con el dorso de la mano. Sus ojos oscuros brillaban con una furia contenida, tan peligrosa como un filo de acero.
—Grave error, barón… —murmuró con una calma aterradora.
El aire se volvió denso. Con un solo paso, Hans acortó la distancia y lo sujetó por la garganta, levantándolo apenas del suelo como si no pesara nada. Ernesto pataleó, intentando librarse, pero la presión de esos dedos era inquebrantable.
—¿Te atreves a tocarla otra vez delante de mí? —la voz de Hans retumbaba, grave, cada palabra un cuchillo—. ¿Golpear a tu propia hermana y luego ponerme las manos encima?
Elysia, desesperada, corrió hacia él y sujetó el brazo de Hans con ambas manos.
—¡No, Hans! ¡Por favor! —suplicó, con lágrimas desbordando—.
Hans bajó la mirada hacia ella. Su pecho subía y bajaba con violencia, la rabia aún ardiendo en su interior. Finalmente, soltó al barón, que cayó al suelo tosiendo y jadeando, hecho un ovillo de miseria.
Hans apretó la mandíbula, la rabia todavía chisporroteando en sus venas, y clavó la mirada en Ernesto como si quisiera grabarla en fuego.
—Escúchame bien —dijo, la voz fría como un acero pulido—. Si la vuelves a empujar... Si vuelves a levantarle la mano a mi mujer, yo mismo te mato.
La frase cayó en la sala como una sentencia. Los guardias contuvieron la respiración; para ellos no había duda de que hablaba en serio. Ernesto, con la cara desencajada entre el terror y la humillación, intentó balbucear algo, aferrándose a las últimas migajas de orgullo.
—¡Es mi hermana… yo cuidaré su honor! —dijo, fingiendo control—. ¡ya vete de mi casa!
Hans lo dejó hablar unos segundos, como quien escucha a un animal pedir piedad. Luego, con un gesto seco, escupió al suelo delante de Ernesto y dio un paso hacia Elysia, rodeándola con el brazo como una jaula protectora.
Hans desde que le declaró sus sentimientos lo hizo con hechos y no con palabras, pero también entiendo un poco a Elysia, ella necesita que él le confirme su amor de viva voz🤔