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Mi Suggar Es Un Mafioso

Mi Suggar Es Un Mafioso

Status: En proceso
Genre:Romance / Amor prohibido / Posesivo / Mafia / Diferencia de edad
Popularitas:26.2k
Nilai: 5
nombre de autor: Celina González ♥️

En las calles vibrantes, pero peligrosas de Medellín, Zaira, una joven brillante y luchadora de 25 años, está a tres semestres de alcanzar su sueño de graduarse. Sin embargo, la pobreza amenaza con arrebatarle su futuro. En un intento desesperado, accede a acompañar a su mejor amiga a un club exclusivo, sin imaginar que sería una trampa.

Allí, en medio de luces tenues y promesas vacías, se cruza con Leonardo Santos, un hombre de 49 años, magnate de negocios oscuros, atormentado por el asesinato de su esposa e hijo. Una noche de pasión los une irremediablemente, arrastrándola a un mundo donde el amor es un riesgo y cada caricia puede costar la vida.

Mientras Zaira lucha entre su moral, su deseo y el peligro que representa Leonardo, enemigos del pasado resurgen, dispuestos a acabar con ella para herir al implacable mafioso.
Traiciones, secretos, alianzas prohibidas y un amor que desafía la muerte.

NovelToon tiene autorización de Celina González ♥️ para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Capitulo 23

La luz de la mañana se colaba con suavidad por las cortinas entreabiertas del apartamento. Una brisa ligera hacía que la tela blanca flotara apenas, como el leve suspiro de un secreto. El sol proyectaba líneas doradas sobre la sábana arrugada, acariciando lentamente la piel desnuda de Zaira, como si intentara despertarla con ternura. Ese calor cálido y lento, como una caricia, trazaba caminos sobre su espalda descubierta, iluminando el contraste de sus formas contra las sombras del cuarto.

Zaira se movió apenas, aún envuelta en el sopor de la noche anterior. El colchón seguía tibio bajo su cuerpo, su piel aún olía a deseo, a vino tinto, a piel mezclada con promesas rotas. El calor de su cuerpo permanecía bajo las cobijas… pero el otro lado de la cama estaba frío.

Vacío.

Un escalofrío le recorrió la columna vertebral, quebrando el velo del sueño como cristal estallando en el suelo.

Abrió los ojos con lentitud. Parpadeó, aún confundida, los párpados pesados como si llevaran el peso de un sueño roto.

—¿Leonardo? —murmuró con voz ronca, arrastrada, como si pronunciara el nombre de un fantasma. Extendió una mano al otro lado de la cama, rozando la almohada vacía con los dedos temblorosos. Solo sintió la frialdad de la tela. El hueco de su ausencia.

Nada.

El silencio que llenaba el cuarto era abrumador. Espeso. Insoportable. Solo el lejano rumor del tráfico matutino, el canto suave de un par de aves en el balcón y el leve zumbido mecánico del aire acondicionado acompañaban su desconcierto. Pero nada de eso era él.

Se incorporó de golpe, con el corazón palpitando, sujetando la sábana contra su pecho desnudo como si pudiera cubrir con ella la vulnerabilidad que la inundaba.

Miró a su alrededor, desorientada, los ojos paseándose por cada rincón como buscando pruebas de que lo que vivieron no fue un espejismo.

No había señales de él.

Sus zapatos ya no estaban junto a la cama.

La chaqueta que había dejado colgada del respaldo del sillón había desaparecido, como borrada de la escena.

Y el aroma embriagador de su loción ese perfume maderado, intenso, masculino que anoche la envolvía como un velo, se desvanecía con el paso de las horas. Ahora, en su lugar, solo quedaba el olor mezclado de las sábanas, del sexo, de la soledad.

Zaira tragó saliva con dificultad, sintiendo cómo un nudo se formaba lentamente en su garganta, tenso, espinoso, cruel.

Se había ido. Sin dejar nota. Sin una palabra. Sin un maldito “adiós”.

Apretó los labios, los ojos brillando con una mezcla dolorosa de incredulidad y rabia. No lloró aún. No podía. Era como si su cuerpo aún intentara procesar lo evidente. Deslizó las piernas fuera de la cama con movimientos lentos, mecánicos. Fríos.

Cada paso al recoger su ropa esparcida por el suelo se sentía como una bofetada a su dignidad. El sostén olvidado a los pies de la cama. Su vestido arrugado sobre el respaldo de una silla. Cada prenda recogida era un recuerdo, un eco de las caricias, de los suspiros, del cuerpo de él hundiéndose en el suyo como si el mundo terminara ahí.

El espejo del baño reflejaba a una mujer despeinada, con los labios aún hinchados por los besos que horas antes la habían hecho temblar, y los ojos vidriosos, agotados, rotos.

Se peinó con dedos nerviosos, intentando disciplinar el desastre de su cabello. Borró como pudo los rastros de su noche: lavó su piel con agua helada, restregó los restos de rimel bajo sus ojos, y dibujó una sonrisa forzada, hueca.

Cuando salió del apartamento, sus pasos resonaban con fuerza en el pasillo silencioso. Cada eco era una afirmación cruel: estaba sola. Otra vez.

El ascensor bajaba con lentitud, y ella se abrazaba a sí misma dentro de ese pequeño cubículo metálico, como si su propio cuerpo fuera el único refugio seguro. El frío del acero le calaba los huesos. Cerró los ojos un instante y tragó el llanto, empujándolo de vuelta a donde dolía más.

Cuando llegó a casa, el sol ya iluminaba la fachada color crema con sus plantas colgantes floreciendo tímidamente. Los helechos y bugambilias bailaban con la brisa, ajenos a la tormenta que ella traía por dentro.

La puerta chirrió al cerrarse tras ella. Entró en puntillas, como si no quisiera perturbar la aparente paz del hogar.

—¿Zaira? —gritó su madre desde la cocina.

—Sí, ma. Fui a correr un rato. Ya regreso. —respondió rápido, escondiendo su voz detrás de una normalidad fingida. La mentira le raspó la garganta.

Subió como una fugitiva, apretando el bolso contra su pecho. Cada escalón era una batalla para no derrumbarse. Sentía las lágrimas pujar por salir, la garganta cerrada, el corazón comprimido.

Cuando por fin llegó a su habitación, cerró la puerta con un golpe sordo y se dejó caer contra ella, exhausta.

Y entonces, se rompió.

Las lágrimas brotaron sin permiso. Calientes, intensas, empapándole las mejillas en un llanto silencioso pero desgarrador. Se dejó caer de rodillas sobre la alfombra y escondió el rostro entre las manos.

—Soy tan estúpida… —susurró entre sollozos—. ¿En qué estaba pensando?

Se sintió usada. Humillada. Como un objeto que alguien más había tomado prestado por una noche y devuelto sin miramientos. Como una historia que se interrumpe sin final, sin explicación, sin respeto.

Como una de tantas mujeres que Leonardo Santos veía como cuerpos a su disposición. Pagados. Desechables.

Aunque él no la tratara como tal anoche. Aunque sus caricias parecieran reales. Aunque sus palabras, susurros cerca de su oído, sus dedos recorriéndole el alma… hubiesen parecido verdad.

Todo eso, pensó ahora, debió haber sido parte del juego. El juego de él.

Ella solo fue una distracción. Un cuerpo joven para olvidar… lo que fuera que él ocultaba bajo su máscara de seducción elegante.

Se levantó con esfuerzo. Las piernas le temblaban. Se sentó en la cama, tomando aire por la nariz, sintiendo cómo el ardor del llanto le quemaba la piel. Se limpió el rostro.

No podía dejar que eso la rompiera. No otra vez.

El corazón aún le latía con fuerza, pero esta vez no por deseo… sino por rabia. Por dignidad.

Entonces, recordó el teléfono que él le había dado.

Lo sacó del bolso. Era caro, elegante, aún dentro de su caja lujosa. Negro brillante, sofisticado. Frío. Como él.

Lo encendió. La pantalla se iluminó con un brillo impersonal. Sin mensajes. Sin alma. Una máquina perfecta para controlar la distancia.

Fue directo a la lista de contactos. Solo tenía uno.

Leonardo Santos.

Zaira miró la pantalla un momento, dudando. El pulgar suspendido sobre el nombre, temblando levemente.

Y entonces lo editó.

Nombre de contacto: “Mi suggar”.

Lo miró un instante. Su reflejo en la pantalla mostraba una sonrisa amarga, torcida, cargada de sarcasmo.

—Eso eres, ¿no? —murmuró con la voz rasposa—. Solo eso.

Un hombre poderoso. Rico. Misterioso. Que la había sacado del agujero económico en el que se encontraba. Que le pagaba. Que la deseaba. Pero que jamás… jamás la vería como algo más.

No como una mujer real. No como alguien que mereciera ternura. Mucho menos amor.

Y ella no iba a volver a cometer el error de idealizarlo.

Se enderezó. Se recogió el cabello en una coleta alta, apretada, como un escudo. Miró por la ventana. El sol brillaba intensamente, ajeno a la tristeza que la invadía. Pero esa luz también traía claridad.

Zaira respiró hondo, profundo. El aire le quemó los pulmones, pero también le limpió el alma.

Caminó hacia su armario. Tomó ropa cómoda, se duchó hasta borrar todo rastro de él. Se maquilló con pulso firme, delineando sus ojos con decisión, como si se armara para la guerra.

Volvió a mirarse al espejo.

Ya no era la misma chica que se había dormido entre los brazos de Leonardo pensando que tal vez… solo tal vez… podría ser especial para él.

Ahora era una mujer que entendía las reglas del juego.

Y no iba a permitir que sus sentimientos le costaran la cabeza.

—Bien, Leonardo Santos —dijo en voz baja, con una mirada fría y decidida—. Seré lo que esperas que sea, disfrutaré tanto como tú. Pero no me vas a ver derrumbada.

Porque si tenía que ser su "sugar baby", lo sería. Pero nunca su tonta enamorada.

1
Alicia Marin Silva
Rico ,pobre hombre 🤔🤔🤔
Francy Eliana Castillo Gallon
Zaira está manejando su dolor con rabo aw indiferencia hacia Leonardo y el siente q quiere morir sin ella pero no sé lo dice no lo demuestra
Francy Eliana Castillo Gallon
a veces somos egoístas morimos de ganas de llamar escuchar un te extraño pero no nos arriezgamos y nos quedamos esperando
Violeta Banquez Martinez
excelente más capítulo
Carola Videla🇦🇷🇦🇷🇦🇷🇦🇷
la cagaste Leo y lo sabes, te haces el tonto
Carola Videla🇦🇷🇦🇷🇦🇷🇦🇷
tiene miedo y mucho dolor,
Carola Videla🇦🇷🇦🇷🇦🇷🇦🇷
🫂
Carola Videla🇦🇷🇦🇷🇦🇷🇦🇷
error sr, la dejaste sola🤦🏽👿
Carolina Acosta
ahora es que están bonitos los 2 el esperando que ella escriba y ella esta igual 🤦🏻‍♀️ si no toma alguno la iniciativa no habra interacción nada más que los sábados
Carolina Acosta
lo importante es que lo reconoces
Francy Eliana Castillo Gallon
ahora q Zaira lo verá como su cuenta bancaria con cara y cuerpo hermoso pero frío como el hielo el la querrá ver cómo la mujer q ama q le devuelve algo de calor a su congelado corazon
Francy Eliana Castillo Gallon
el está sumido en el dolor nunca pensó q se volvería a enamorar su corazón le está jugando una mala pasada y se siente vacío q ella no lo merece
Carolina Acosta
ya va o yo estoy mal o ella no quiere ver el trató que el le da
Carolina Acosta
como quieres que te vea❓️🤔 porqué hasta ahora te haz completado muy hostil con Leonardo
RUTH MARTINEZ
Excelente
马里克鲁斯
jajaja no como pedirte maratón de capítulos /Sob/si me acabo de leer uno bien largo @Celina González ♥️/Sob/
马里克鲁斯
jajaja sufre Daddy Suggar
马里克鲁斯
jajaja 🤣 me encanta la actitud de ella 😃
马里克鲁斯
Eso eso no le mandes mensajes, jajaja si quieres que aparezca solo sal con un chavo y verás que aparece en menos de lo q canta un 🐓
马里克鲁斯
Eso dale para adelante q ese Daddy solo es tu suggar, pero pensándolo bien ambos ya están enamorados /CoolGuy/
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