Shania San Román está pasando por un momento difícil. Aunque es una mujer casada, parece soltera y su suegra es mas como una madre. Sin embargo ella no puede darse el lujo de querer a nadie, todos solo la aprecian por su fortuna, por su patrimonio o ¿NO?.
Ese marido inútil servirá para algo o ya no tiene remedio.
NovelToon tiene autorización de Adriánex Avila para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Cap. 16 Algo así. Un negocio
Esa mañana, la mansión resonó con una energía que Camilo ya asociaba con la pura alegría de vivir de Shania. El desayuno fue un espectáculo de croissants perfectos y risas contagiosas. Shania, con un delantal lleno de harina, perseguía a Marta y Luisa por la cocina, intentando untarles un dedo de crema en la nariz. Las sirvientas, ahora sus cómplices y admiradoras, huían entre carcajadas, rogando piedad.
Camilo observaba desde la puerta, embobado. Cada risa de ella era un latido más en su propio corazón. Anhelaba un beso, una mirada que se demorara, cualquier caricia casual que le indicara que él también era parte de ese mundo de luz. Pero hoy, Shania era un torbellino de energía, demasiado ocupada, repartiendo felicidad como para notar al hombre que se derretía por ella en silencio.
—¡Me voy, me voy! —cantó Shania, quitándose el delantal y lanzándolo hacia Nana Loti, quien lo atrapó con una sonrisa—. ¡Janet me espera! ¡Hoy es día de conquista!
Camilo se acercó, intentando parecer casual.
—¿Conquista? ¿Otro negocio coreano?
Ella se ajustó un arete, mirándolo por fin. Sus ojos brillaban con malicia pura.
—Algo así. Un negocio… dulcemente personal. No esperes para cenar, puede que tarde.
Antes de que él pudiera preguntar más, se elevó sobre la punta de sus pies y le dejó un rápido, dulce beso en la mejilla. Fue un gesto eléctrico, tan natural como devastador. Luego, giró sobre sus tacones y salió corriendo, dejándolo paralizado, con el sabor a vainilla y azúcar quemada en la piel.
Camilo salió más tarde con Jonás, pero su mente estaba a kilómetros de distancia, en ese beso fugaz.
Mientras tanto, en el elegante club social donde los Meyer habían citado a la potencial compradora de “Sugar Heaven”, el ambiente era de arrogante confianza. Daria y sus padres estaban seguros. Estaban reunidos con “Sweet Hell”, una empresa emergente pero con un flujo de caja envidiable, según sus espías. Esperaban a una señora de edad, o quizás a un ejecutivo joven y ambicioso. Subestimación total.
Las puertas del salón privado se abrieron.
Y entró el huracán.
Shania irrumpió en la estancia seguida de Janet, quien cargaba una tablet con el aire de un general. Shania no vestía de ejecutiva severa. Llevaba un traje pantalón de un rosa fucsia vibrante, casi un desafío, con tacones que repiqueteaban como anuncio de guerra. Su cabello caía en ondas perfectas y su sonrisa era tan amplia y falsa como la de un cocodrilo.
Los Meyer se quedaron boquiabiertos. No era una desconocida. Era ella. La joven esposa de Camilo. La "niña" que Daria había menospreciado.
—¡Buenos días! —saludó Shania, con una voz melosa que goteaba ironía—. Shania Núñez del Prado, de Sweet Hell. Un placer conocerlos en persona y en un contexto tan… dulce.
Daria palideció. Su madre, una mujer de rostro severo, tosió incómoda.
—Señora Núñez. Qué… sorpresa. No sabíamos que era usted la interesada.
—¡Oh, por favor, llámeme Shania! Después de todo, casi fuimos familia —dijo Shania, tomando asiento y cruzando las piernas con una elegancia letal
—Y sí, mi pequeña empresa está interesada en adquirir Sugar Heaven. He revisado los libros. Vaya, qué situación tan… agria. Deudas por aquí, malas inversiones por allá. Es casi un milagro que siga a flote.
Janet, sin decir una palabra, proyectó unas gráficas devastadoras en la pared. Los números rojos eran obscenos.
El señor Meyer, furioso, se irguió.
—Este tono es inapropiado, jovencita. Usted no tiene la experiencia…
—Tengo veintiún años, señor Meyer —lo interrumpió Shania, su voz perdiendo toda dulzura de golpe, volviéndose fría como el acero
—Y en ese tiempo, construí Sweet Hell desde cero, fui internada injustamente y sobreviví, me casé con un hombre que podría comprar este club diez veces, y ahora estoy a punto de comprar la empresa de la mujer que le fue infiel a mi marido. ¿Le parece suficiente experiencia?
El silencio fue absoluto. Daria miraba la mesa, completamente humillada.
—Mi oferta —continuó Shania, recobrando su tono alegre de manera aterradora.
—Es un 30% menor a la que discutimos por correo. Consideren que es la tasa por estupidez gerencial y por el daño emocional que le causaron a mi precioso esposo. Él está demasiado ocupado babeándose por mí como para ocuparse de esto, así que me toca a mí limpiar el desastre.
Janet deslizó un nuevo contrato sobre la mesa.
—Pueden firmar ahora —dijo Shania, sonriendo.
—O pueden esperar a que next week, cuando salga a la luz el affaire de su gerente de finanzas con las cajas chicas, la oferta sea un 60% menor. Su elección —sonrió Shania de forma deslumbrante.
Media hora después, Shania y Janet salían del club. Shania sostenía el contrato firmado en su mano.
—¿Les untaste harina en la nariz? —preguntó Janet, riendo.
—Metafóricamente hablando, sí —respondió Shania, con una sonrisa de satisfacción genuina.
—Ahora sí. Vamos. Necesito un café con extra azúcar. Tengo que reponer energías para cuando vea a mi esposo.
—¿Y qué le vas a decir? —dijo Janet sonriente.
Shania miró el contrato y luego sonrió, imaginando la expresión de Camilo.
—Le voy a decir que su ex ya no es un problema. Y que su mujer es una maldita genio. En ese orden.
*_*
El día de Shania había sido una sucesión de victorias. Había humillado a los Meyer, cerrado dos inversiones más con socios coreanos y tenía el contrato de compra de Sugar Heaven firmado en su bolso. Estaba eufórica, llena de una energía nerviosa que necesitaba compartir con la única persona cuyo reconocimiento, ahora lo admitía, le importaba profundamente. Camilo.
Pero al llamar a la mansión, Nana Loti, con esa lealtad que no omitía detalles, le comentó casualmente.
—El señor está aún en la oficina, reunido con la señorita Valeria Montes. Parece una reunión muy… cercana.
El nombre fue suficiente. Valeria Montes. La ejecutiva de la firma de biotecnología agrícola. La misma que en cada evento, en cada encuentro, miraba a Camilo como si fuera un filete jugoso y ella una loba hambrienta. La que “casualmente” siempre necesitaba ajustarle la corbata o rozarle el brazo.
La euforia de Shania se transformó al instante en una brasa hirviente de celos puros y primitivos. La noticia de la compra podía esperar. Había una prioridad mayor. Marcar su territorio.
Sin pensarlo dos veces, ordenó al chofer que la llevara a las oficinas de Núñez del Prado. No iba como la CEO de Sweet Hell. Iba como la esposa.
En la sala de juntas, Camilo escuchaba con medio oído la propuesta de Valeria. Ella, como siempre, se las había ingeniado para sentarse a su lado, y su perfume intenso y sus risas forzadas le resultaban cada vez más agobiantes.
—Y por eso creo que la fusión de nuestras tecnologías con sus cultivos sería… explosiva —decía Valeria, poniendo una mano sobre el antebrazo de Camilo.
Él estaba a punto de retirar el brazo con educación glacial cuando las puertas de la sala de juntas se abrieron de par en par.
Y allí estaba ella.
Shania. Con el traje rosa fucsia de la mañana, el cabello un poco revuelto por el viento, las mejillas sonrosadas y los ojos brillando con una determinación feroz. Parecía un rayo de energía pura y disruptiva.