Sabrina Saprano es la primogénita del Vizconde Dorca, su padre continuamente la obliga a tener citas a ciegas con posibles pretendientes los cuales terminan en desastre colmando su paciencia.
Ser echada es el propósito de Sabrina para alejarse de competir por el titulo de Vizconde con sus hermanos y hermanas.
Pero sus planes son cambiados debido a que conoce a Archey en el Purgatorio, un reformatorio para nobles.
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LEOCADIO SAPRANO
El Vizconde Dorca Saprano llegaba a su mansión al medio día, justo para almorzar en familia como se suponía.
Fue recibido fielmente por la institutriz Federica que ya tenía algunas arrugas de más por los años de edad.
«bienvenido Vizconde»
Dorca asintió dándole su sacó y sombrero de copa, preguntó mientras entrada a su casa.
«¿Ya están todos en el comedor?»
Federica suspiró desanimada y negó.
«el joven Mauricio se fue con sus amigos, las señoritas Beth y Dina dijeron que sus esposos las llevaron a comer a otro lugar, la señorita Micaela se fue con la señora Isabela de compras»
El Vizconde solo se agarró la cabeza cansado, notó que la institutriz no mencionó al menor de sus hijos.
«¿Qué hay de Leocadio?»
«el más joven maestro es el único esperándolo en el comedor. Como siempre»
«entiendo, iré con él, dile a los cocineros que sirvan la comida sólo para nosotros dos»
«cómo ordene Vizconde»
***
Leocadio de 15 años, era un joven apuesto, él único en su familia con cabellos grises igual a su hermana mayor Sabrina. Era una herencia genética del Vizconde mismo, aunque sus ojos eran de color verde coral iguales a su madre, la Vizcondeza Isabela.
Se aburrió de esperar y empezó a mirar los cuadros en la pared, en especial uno, en dónde un pintor de la corte había pintado a toda la familia hace 5 años.
Claro, en el cuadro, todos parecían unidos, pero era una familia tan rota que más parecían desconocidos viviendo en un mismo lugar.
Los demás hermanos tenían un cabello rubio oscuro heredados de la esposa del Vizconde, sólo Sabrina y él eran los únicos con cabellos grises.
Dejó de mirar el cuadro al oír pisadas acercándose en el amplió y vacío lugar, sólo vió a su padre que tenía 56 años.
Se inclinó con una sonrisa.
«bienvenido padre»
Dorca sonrió amablemente a su hijo menor.
«gracias Leocadio. Ven, pronto servirán la comida para los dos»
«si»
Leocadio se acercó a sentarse en el asiento número 6, alejado de su padre. Siendo él el menor, era él más alejado de su padre al sentarse, pero el Vizconde dijo:
«no hay nadie más aquí, siéntate a mi lado en esta ocasión»
La cara de Leocadio se iluminó y nervioso preguntó.
«¿De verdad está bien?»
«soy el Vizconde, aquí; en esta mansión, soy quién tienen la última palabra, soy la orden, si digo que puedes sentarte a mi lado, puedes hacerlo»
«...yo entiendo»
El joven se paró y se sentó al lado de su padre, en ese momento los sirvientes entraron con la comida de medio día.
Cuando comieron estuvo silencioso, sólo cuando estuvieron cerca de terminar Leocadio hizo un comentario.
«está mesa solía estar llena hasta a sólo 7 meses, cuando mi hermana Sabrina aún estaba aquí»
El Vizconde recordaba, en el asiento que estaba sentado ahora Leocadio es dónde se solía sentar su hija mayor Sabrina.
Por supuesto todos asistían a comer la última semana de cada mes, todos juntos, sus dos hijas ya casadas regresaban a casa tan sólo por ese día.
Todos asistían, sólo para atentar contra Sabrina que estaba llena de rumores malos a su alrededor, no podían entender como es que el Vizconde aún no la hechaba de la mansión quitándole su apellido.
Hace 7 meses que Sabrina se fue, 3 meses en el Convento de Santa Marta y los otros 4 meses en el Purgatorio, desde que ya no hubo Sabrina para pelear, dejaron de venir.
Aunque todos atacaban a la primogénita del Vizconde, Sabrina siempre terminaba contestando a sus burlas, jamás había bajado su autoestima y eso irritaba aún más al resto. De hecho, en la mayoría de las disputas, Sabrina terminaba ganando.
Leocadio era el único que comía en silencio en ese entonces, debido a esta clase de vida que llevó desde muy pequeño se volvió tímido.
Dorca suspiró y empezó a beber el vino tinto que le trajeron para finalmente contestar a su hijo.
«si, hace 7 meses todos venían, ahora sólo estamos tu y yo. Leocadio»
«¿Si?, padre»
«si tienes miedo no dudes en esconderte detrás mío, yo no muerdo»
«¿Eh?» [¿De que habla padre?]
«¡Leocadio!»
Los hombros de Leocadio se sobresaltaron al oír la voz de su madre, preguntándole furiosa...
«¡¿Qué haces sentado ahí?!»
«...» [¿Qué debería decir?, ¿Debería disculparme?, ¿Qué tal si mejor me escapo?]
Antes de que pudiera decidirse, su madre siguió gritando mientras caminaba elegantemente a la mesa.
«¡Vete a bañar de inmediato!, ¡El asiento de Sabrina debe haberte llenado de su aura problemática!, ¡Hump!, además; ¿Quién te dio el permiso para sentarte en un lugar tan cercano a la cabeza principal?»
«se lo di yo, ¿Algún problema?»
Isabela, enfureció aún más al escuchar a su esposo defender a su hijo.
«¿Qué si hay problema?, no puedo creerlo, Leocadio es el último en la línea de tu sucesión, debería sentarse lejos como lo demanda la jerarquía, que clase de poca elegancia es esta»
«eres la menos indicada para decir eso»
«¡¿Qué quieres decir?!»
Los ojos del Vizconde se pusieron sombríos y fríos.
«digo la verdad, ¿Qué clase de madre eres para no educar de manera correcta a tus hijos?, ¿Poca elegancia?, si Leocadio cometió este error con mi permiso, entonces te pregunto por la falta de respeto de tus demás hijos y la tuya»
La Vizcondeza estaba cada vez más enojada, sin embargo al Vizconde no le importaba y siguió.
«se supone que di una orden, y esa era reunirnos a almorzar todos juntos la última semana de cada mes, ¿Crees que mis palabras son aire acaso?, puedo comprender un poco a mis dos hijas mayores debido a que ya están casadas, pero el resto no tiene escusas, tú eres su madre, deberías dar el ejemplo, pero en cambio te fuiste de compras con tu hija»
«¡También son tus hijos!»
«exacto y yo estoy sentado aquí tal y como ordené dando el ejemplo, en cambio tu llegas tarde y de seguro ya comiste fuera»
Se paró de su asiento con un...
«Leocadio, ven conmigo»
Leocadio solo asintió escondiéndose lo más rápido posible detrás de su padre.
Isabela no iba a tolerar esto.
«¡¿Me vas a dejar?!, ¡Soy tu esposa!»
«a diferencia tuya tengo mucho trabajo y aún así encuentro tiempo para cumplir está ley de hogar»
«¡No me hables de ese modo-»
«si sigues hablando no te quejes que tu dinero mensual se haya reducido a la mitad»
«¡No me puedes hacer esto!, ¡Soy-»
«claro que puedo, soy el Vizconde, el que tiene la última palabra. Si quiero, ustedes ya no recibirán dinero»
«te acusaré con mi padre»
«hazlo si quieres, ya tuve suficiente de tus amenazas con respecto al Ducado Izagar»
Isabela rechinaba sus dientes mientras el Vizconde se iba del lugar con una cara amable hacía su hijo.
«vamos, Leocadio»
«ah, si»
Leocadio siguió a su padre en silencio y se asustó un poco al oír los "plack" provenientes del comedor.
Pensó preocupado.
[Mamá siempre arroja cualquier cosa al alcance de su mano para disminuir su ira]
Poco a poco se alejaron de los ruidos de la rabieta de su madre y llegaron al estudio del Vizconde en dónde el mayordomo Bruno estaba esperando tranquilo con documentos en su mano.
Se inclinó.
«Saludos al Vizconde y al joven maestro Leocadio»
Dorca se sentaba en su asiento.
«¿Qué tienes para mi Bruno?»
Bruno miró de reojo a Leocadio y como el Vizconde no lo había sacado suposición que no le importaba que el joven escuchara todo lo que iba a decir así que habló.
«tenemos la fiesta del cumpleaños número 14 de la princesa Teresa, hay una invitación real y debe decidir a quién enviar. La fiesta será en una semana»
«ya veo»
«y también..., el Purgatorio a mandado una carta con respecto a la señorita Sabrina, al parecer su hija saldrá en tres días»
Los ojos de Leocadio se iluminaron preguntando:
«¿Mi hermana va a salir?»
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Yaguar-Misi: ¡Pido perdón de la única forma que sé!, simple, tenía semana de exámenes, AÚN estoy en semana de exámenes, pero me pude hacer un tiempo para publicar esta novela y ya programé los capítulos que saldrán en adelante. Gracias por tenerme paciencia, tengo vida. y sean felices.
no podía dejar de leer me desvele terminando la gracias