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La Campesina Y El CEO

La Campesina Y El CEO

Status: Terminada
Genre:Equilibrio De Poder / Traiciones y engaños / Amor Campestre / Completas
Popularitas:88k
Nilai: 5
nombre de autor: Maria L C

Cuando el exitoso y temido CEO Martín Casasola es abandonado en el altar, decide alejarse del bullicio de la ciudad y refugiarse en la antigua hacienda que su abuela le dejó como herencia. Al llegar, se encuentra con una propiedad venida a menos, consumida por el abandono y la falta de cuidados. Sin embargo, no está completamente sola. Dalia Gutiérrez, una joven campesina de carácter firme y corazón leal, ha estado luchando por mantener viva la esencia del lugar, en honor a quien fue su madrina y figura materna.

El primer encuentro entre Martín y Dalia desata una tormenta: él exige autoridad y control; ella, que ha entregado su vida a la tierra, no está dispuesta a ceder fácilmente. Así comienza una guerra silenciosa, pero feroz, donde las diferencias de clase, orgullo y heridas del pasado se entrelazan en un juego de poder, pasión y redención.

NovelToon tiene autorización de Maria L C para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Capitulo 21

Días sin descanso, vigilando las tierras, con amenazas que venían e iban como ráfagas de viento impetuoso, marcaron la rutina de los últimos meses. La tensión se respiraba en el aire, como si la tierra misma presintiera que algo grande se avecinaba. Los hombres del grupo de la alianza, junto con los Puentes y Martín, mantenían la guardia alta, sus ojos atentos a cada movimiento, cada sombra sospechosa. En los corredores de la Hacienda Casasola, las luces nunca se apagaban por completo, y los susurros al anochecer hablaban de justicia y del fin de una era oscura.

Martín, acompañado de sus abogados, había logrado reunir pruebas suficientes para proceder legalmente contra los Montalvo. Durante semanas, los documentos, grabaciones, y testimonios fueron ordenados meticulosamente. La denuncia federal se presentó con firmeza y valentía. Fue un proceso arduo, con días en los que el cansancio parecía vencer, pero la determinación los mantenía en pie.

El juicio fue un evento que sacudió a toda la región. Las familias se dividieron, las verdades salieron a la luz como puñales bien afilados. Sin embargo, la justicia se abrió paso entre la maleza de corrupción y miedo. Martín, los Puentes y la alianza salieron victoriosos. Las lágrimas no se hicieron esperar, algunas de alivio, otras de dolor por el recuerdo de lo vivido. Habían ganado, pero no sin cicatrices.

Para celebrar la victoria, en la Hacienda El zunco propiedad de los Puentes, se organizó una fiesta que prometía quedarse en la memoria de todos. Las luces decoraban los árboles y la música llenaba el ambiente. El aire olía a carne asada, a maíz recién hecho, a tierra mojada por la llovizna tempranera. El alma del campo vibraba.

Martín bailaba con Dalia al centro de la pista improvisada, sus risas se mezclaban con las de los demás. La señora Elena observaba desde una silla cercana, con una sonrisa que hablaba de orgullo y descanso. Los niños corrían, los hombres brindaban, y las mujeres del pueblo reían entre bailes y canciones.

—Nunca imaginé este día así —dijo Dalia, con los ojos brillantes, mientras giraba al compás de la música.

—Yo tampoco, pero lo soñé muchas veces —respondió Martín, tomándola por la cintura con firmeza—. Y tú siempre estabas aquí, a mi lado.

—Y siempre lo estaré —le dijo ella, apoyando su frente en la de él.

De repente, el ruido de un galope veloz rompió la armonía. Un caballo entró a toda velocidad por el camino principal. El jinete se bajó de un salto, su rostro cubierto de sudor y tierra.

—¡Señor Martín! —gritó mientras corría hacia él.

El ambiente se tensó. La música se detuvo. Todos guardaron silencio.

—¿Qué pasa, Jaime? —preguntó Martín, caminando hacia el hombre.

—¡Las caballerizas! ¡Se están quemando! ¡El fuego empezó hace unos minutos, y se está extendiendo rápido!

Martín no esperó más. Corrió hacia su caballo, lo montó con agilidad, y gritó:

—¡Todos los que puedan, conmigo! ¡Hay que salvar lo que se pueda!

Dalia fue tras él, seguida por la señora Elena, que se levantó con el rostro pálido. Las mujeres del pueblo se armaron con cubetas y trapos mojados. Nadie se quedó atrás.

El cielo, que minutos antes era testigo de la alegría, ahora se teñía de rojo por las llamas que se alzaban en el horizonte. El olor a humo invadió el aire, y el crujir de la madera ardiendo era como un lamento antiguo.

Cuando llegaron a las caballerizas, el espectáculo era desolador. Las llamas consumían el techo de uno de los establos, y varios caballos relinchaban desesperados dentro. Algunos hombres ya estaban intentando sacarlos, pero la situación era caótica.

—¡Vamos! ¡Organícense! —gritó Martín, tomando una manguera—. ¡Tomás, ve por el otro lado con Jaime!

Tomás asintió sin dudar, corriendo con agilidad hacia la parte trasera.

—¡Hay que abrir las puertas! ¡Los caballos se están ahogando! —gritó uno de los trabajadores.

Dalia, sin pensarlo dos veces, se cubrió el rostro con un pañuelo y se metió entre la humareda junto con dos mujeres más.

—¡Dalia, no! —gritó la señora Elena, pero la joven ya estaba desapareciendo tras las cortinas de humo.

Martín sintió que el corazón se le detenía. Corrió tras ella, esquivando pedazos de techo que caían. Encontró a Dalia intentando abrir una puerta atascada.

—¡Ayúdame, Martín! ¡Hay dos potros adentro!

Él empujó con toda su fuerza y juntos lograron abrirla. Los animales salieron corriendo, ciegos por el humo, pero a salvo.

La escena era como una batalla. Baldazos de agua, gritos, llantos. El fuego no daba tregua. Pero la comunidad tampoco se rendía. A cada centímetro ganado, celebraban como una pequeña victoria.

—¡El techo va a colapsar! —avisó el señor Demetrio desde adentro.

—¡Todos afuera! ¡Ya! —gritó Martín.

Uno a uno fueron saliendo, cubiertos de ceniza, tosiendo, con los ojos rojos. Dalia se abrazó a Martín con fuerza, temblando. Él la cubrió con su cuerpo mientras el techo finalmente caía, levantando una nube de polvo.

El silencio volvió a reinar por unos segundos. Luego, los sollozos. Las caballerizas estaban destruidas, pero no hubo pérdidas humanas. Los caballos, algunos heridos, habían sido salvados en su mayoría.

La señora Elena se acercó a Martín y le tomó la mano.

—Gracias a Dios estás bien. Gracias a todos ustedes.

Martín miró alrededor, agotado, pero agradecido.

—Esto no fue un accidente —dijo con voz grave—. Esto fue intencional. Nos quieren hacer pagar por ganar el juicio.

Tomás, cubierto de hollín, se acercó.

—Hay huellas alrededor. Alguien estuvo aquí antes. Usaron combustible.

Martín apretó los puños. Sus ojos ardían, y no solo por el humo.

—No nos van a doblar. Ya no. Esto apenas comienza.

Los demás asintieron. La alianza, forjada en el dolor y la resistencia, ahora era más fuerte que nunca. Aunque la noche había sido amarga, la llama de su espíritu no se apagaba. La reconstrucción empezaría al día siguiente, pero esa misma noche, en la oscuridad de la tragedia, volvieron a cantar. Porque sabían que mientras cantaran, mientras bailaran, mientras se abrazaran... seguirían de pie.

Y en la Hacienda Casasola, nadie se rendía.

La señora Elena, siempre tan diligente, se levantó con decisión de la banca del patio y se sacudió las manos en el delantal. Miró a Yolanda, que ya se ponía de pie a su lado.

—Vamos a preparar café para todos —dijo con una sonrisa cansada pero amable—. Después de todo lo que ha pasado, un poco de café no nos vendrá mal.

Yolanda asintió y varias mujeres más, entre ellas Doña Marta y Lucía, se ofrecieron a acompañarlas. Caminaban en grupo hacia la casa grande, conversando en voz baja, tratando de recuperar algo de normalidad entre tanto caos.

Pero apenas cruzaron el umbral de la cocina, un olor fuerte, penetrante y químico las golpeó como una bofetada. Elena se detuvo en seco, arrugando la nariz.

—¿Qué es ese olor? —preguntó Lucía, cubriéndose la boca con la mano.

Elena frunció el ceño. Ella conocía bien ese olor. Su instinto fue inmediato.

—¡Salgan! ¡Salgan todas! —gritó con fuerza, empujando suavemente a Yolanda y a Marta hacia atrás.

En ese preciso momento, Gelacio unos de los trabajadores apareció corriendo desde el pasillo, con la cara desencajada.

—¡No entren! ¡Salgan de ahí, rápido! —les gritó, agitando los brazos.

El grupo de mujeres retrocedió como pudo, tropezando unas con otras en su apuro. Gelacio no se detuvo. Pasó junto a ellas a toda velocidad y se dirigió directo al patio trasero, donde estaba el tanque del gas.

Con manos temblorosas pero firmes, cerró la válvula principal del suministro. Un chasquido seco confirmó que el flujo se había detenido.

Respiró hondo, con el corazón en la garganta.

—Dios mío... —murmuró, todavía agitado.

Elena se acercó con cuidado, aún algo pálida.

—¿Qué fue eso, Gelacio?

—Una fuga, señora Elena. Si alguien encendía una hornilla o incluso una chispa... —hizo una pausa, trágica—. Había suficiente gas acumulado como para volar la casa entera.

Yolanda se llevó una mano al pecho.

—Nos salvaste la vida.

Gelacio bajó la mirada, aún procesando el peligro que acababan de evitar.

—Solo hice lo que tenía que hacer.

Las mujeres lo miraron en silencio, conscientes de lo cerca que habían estado de una tragedia. La casa, siempre llena de historias, ahora guardaría una más: la del día en que un café casi se convierte en despedida, y un hombre evitó que todo estallara en un segundo.

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𝓐𝓷𝓰𝓲𝓮 𝓭𝓮 𝓢𝓾𝓪𝔃𝓪 🦋
Que niño más romántico 🥰
Alhelí
María LC gracias por compartir ese talento de escribir que tienes
quedo al pendiente de tu próxima aventura
Alhelí
me fascino la historia donde el amor triunfa por ensima del odio y la union de dos familias que dejaron su pasado atras para unirse en ese amor
Alhelí
maravillosa historia llena de amor familiar😍😍
Alhelí
hermosa novela 😍😍
Alhelí
Emotiva la ceremonia de bodas, y los papas de Emiliano no asistieron a la boda
Alhelí
sorprendente la entrada de Emilio, hermosa propuesta de matrimonio 😍😍
Alhelí
Emilio amas muchísimo a Mariana pero las advertencias no estan de mas
Alhelí
el amor debe ser limpio no deberia llevar la carga de los problemas de los antepasados
deldel
Dice Martín que hay vacíos en su vida que no los tiene claros y el papá de Martín le dice a Dalia que hay secretos que no se han develado para proteger a alguien.
Ojalá que no haya sido Martín de pequeño quien haya provocado el incendio y ese sea uno d los secretos y que por eso Martín tenga sus vacíos sin entender !!
deldel
Solo necesita mínimo pedir las cosas por favor, o contratar a alguien para que lo atienda, por que finalmente él es el dueño su abuela se la heredó.
Alhelí
Espero que sus padres no se oponga Mariana y Emilio pueden vivir su amor sin llevar el peso del pasado
Alhelí
Quién será ese Salvador será algún Montalvo
Alhelí
El tiempo pasa y los hijos crecen duele cuando se van lejos de nosotros pero hay que entender que ellos tienen que formar su propio camino
Alhelí
la hacienda está llena de paz y amor y la familia creciendo
Maria Angelica Guillaume
Siempre pienso, porque las novizorras los dejan plantados en el altar, porque no avisarles antes para no dejarlos en ridiculo?
Yuly Ponce
Una historia hermosa que me llegó al alma 💕 felicidades autora 👏👏👏👏👏👏👏❤️
Luci Moya
excelente novela muchas felicidades
Lety
Que fácil es mentir 🤦🤦
Lety
Se enamoro de él siendo una niña 🥰🥰🥰que emoción
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