Mia es una joven que tiene muchos planes y sueños junto a su novio. Siente que todo se le viene encima cuando La familia de el la rechaza cuando se enteran que es huérfana, lo peor es cuando se entera que su novio siempre estuvo comprometido con otra.Con todo en contra ella logrará volverse una mujer sobresaliente pero algo no estaba en sus planes que una noche conoce a un hombre que la desestabilizaria en todos los sentidos, Será capaz Mía de darse otra oportunidad con el tío del que ella creyó un día era el amor de su vida?
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Tarde a la cita con el dueño de Arqui-tech.
—¿Todo bien? —me pregunta el padre de Karla, y asiento.
—Gracias, pero no vuelvas a hacerlo —le digo, y ella asiente.
—No era su cabello, eran extensiones —dice, y nos reímos.
Me despido de ellos y subo a mi carro bajo la mirada orgullosa de ambos.
Llego al departamento y, cuando bajo del carro, noto que sigo en pijama.
—No me digas que eres sonámbula —me dice Wil, que está en la parte oscura y no había notado antes.
—Hola —le digo mientras saco mis llaves y abro. Con todo lo que ha pasado, solo quiero acostarme. Dejo la puerta abierta para que entre, y él la cierra detrás de sí.
Me acuerdo de la ventana rota y busco un trapo para levantar los cristales. Él se acerca al verme, lo que me pone nerviosa… tanto que termino cortándome. Saco el vidrio y comienza a brotar la sangre.
Él saca un pañuelo de su saco —que no había notado que traía puesto— y envuelve mi mano.
—¿Qué ocurrió? —me dice, y pienso si decirle o no.
—Una mujer vino a buscar a su esposo aquí… y rompió mi ventana —le explico mientras él amarra el pañuelo.
—¿Por qué lo buscaba aquí?
—Eso mismo me pregunto yo. Tengo la leve sospecha de que no será la única —le respondo.
Me acorrala contra la mesa, riendo. Noto los hoyuelos que se le marcan, difíciles de ver con la barba pulcra que siempre lleva.
—Si lo dices por mí, no pasará —dice alejándose.
Sigo su mirada: está puesta en las dos órdenes de comida china. No le debo explicaciones.
Me quito el pañuelo y lavo mi mano. Siempre la sangre parece más de lo que es; la cortada es pequeña.
—Te debo el pañuelo. Cuando me lo den en la lavandería, te lo devuelvo —le digo mientras le quito la sangre.
Él asiente, metiendo las manos en los bolsillos de su pantalón.
—¿Por qué creyó que su esposo estaba aquí? —me pregunta serio.
—Dijimos que nada de preguntas personales.
—Tú lo dijiste. Yo solo escuché. Nunca dije que las respetaría… o que las aceptaría.
—Debiste decirlo en el momento si no te parecía.
—Pues no me parece.
—Bien. Ahí está la puerta —le señalo.
—¿Estás segura? —me dice. Lo pienso, pero termino asintiendo… no tan segura.
Camina hacia la salida y cierra la puerta.
Me siento en la sala. Son reglas que yo misma me puse, y no puedo romperlas, por mucho que me guste… porque sí me gusta.
Mi celular suena: es Patricia.
—Señora, disculpe la hora, pero esta gente es medio rara… se comunican cuando se les da la gana. Bueno, le llamo porque me dieron cita, y es para mañana al mediodía. Usted deberá reunirse con Arqui-Tech en la empresa que está en el centro.
—Gracias… por fin una noticia buena en este día.
—¿Está bien? —me pregunta, y le digo que sí.
Subo a acostarme, y en cuanto toco la cama, me quedo dormida.
Me despierto porque quiero ir al baño. Mi reloj en el buró marca las 11:30 a.m.
"Ha de estar mal", pienso. Tomo mi celular y veo que no tiene volumen. La hora es la misma. Prendo la computadora y confirmo: efectivamente son las 11:30.
Mierda… mierda. Corro a bañarme. Me pongo una falda negra y una blusa blanca, me calzo las zapatillas, agarro la computadora y el celular donde tengo la información que compartiré.
Salgo corriendo del departamento, subo al carro. Está retirado y hay mucho tráfico. ¿Cómo me pudo pasar esto?
Llego a las 12:30.
Muestro la cita y paso por varias revisiones.
—Era hace media hora. Nuestro jefe es muy exigente en eso —me dice la secretaria. Asiento. La única oportunidad que tenía… y se me fue.
—Quiero hablar con él, por favor. Me llamo Mia y tenía cita. Solo déjeme entrar —le pido.
—Suba al elevador. Es el último piso. No me meta en problemas —dice señalándome el camino.
Subo al elevador. Otra persona entra conmigo, se ve nervioso.
—Ya sabe… los nervios cuando el jefe viene.
—¿No se supone que debería estar siempre aquí?
—Él no necesita estar siempre aquí. Solo viene entre semana.
Mierda… me pongo más nerviosa.
Él se baja primero. Ya sé por qué: es el secretario. Toma su lugar en el cubículo de la entrada.
—¿No ha llegado aún la señorita Mia? —pregunta el hombre que me entrevistó, el mismo que creo que es el dueño del club.
—Avisaron que ya está subiendo.
—Buenos días —saludo, y los dos voltean a verme.
—¡Eliot! —se escucha un grito fuerte desde la oficina.
—Entre, ya se le está esperando desde hace rato —me dice mientras me abre la puerta.
Entro… y mi mirada se encuentra con la de Wil, que está sentado tras el escritorio, vestido con un traje azul y corbata.
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