Sinopsis:
Joarah siempre había vivido una vida tranquila en México, hasta que se vio obligada a huir del país, dejándolo todo atrás. Perseguida por Emmanuel Gonzales, un poderoso magnate del crimen, no entiende sus verdaderos motivos, pero sabe que debe salvarse a cualquier precio.
Al llegar a Sicilia, Joarah pide ayuda a la única persona que conoce, su amiga Alice. Las cosas se complican cuando descubre que Emmanuel está más cerca de lo que imaginaba. Durante un tenso encuentro, Joarah se enfrenta a una sorprendente revelación: es idéntica a la ex esposa de Emmanuel, una mujer que muchos dieron por desaparecida y otros por muerta.
Emmanuel, frío y calculador, le propone un trato impensable: que Joarah se convierta en su esposa de alquiler, no por amor, sino por necesidad, para garantizar el futuro de su hijo y la seguridad económica de su padre. Joarah descubre secretos familiares que cambian su visión del pasado y de Emmanuel.
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Capítulo 21
Emmanuel Lopez
- Buenos días, mi amor -dijo con voz suave y llena de ternura.
- Buenos días, cariño -respondí, inclinándome para besarle la frente-. - Tengo mucha hambre.
Se rió, un dulce sonido que llenó la habitación.
- Podemos pedir el desayuno en el dormitorio, si quieres -sugirió, intentando levantarse.
Volví a tumbarla en la cama, sujetándola con firmeza.
- No me refiero a esa clase de hambre -dije, con tono juguetón-. - Es algo que necesito sentir.
Sus ojos brillaron de comprensión y sonrió. Antes de que pudiera replicar, me incliné hacia ella y la besé, un beso lleno de deseo y amor. Acaricié su rostro y recorrí lentamente su cuerpo con las manos, sintiendo cada curva y cada detalle.
Aquel beso se convirtió en algo más, y pronto volvimos a estar abrazados, haciendo el amor intensa y apasionadamente. Cada momento con Joarah era un descubrimiento, una nueva forma de conexión que me hacía sentir más vivo.
Después de pasar la mañana juntos, decidimos salir a comer. Hacía un día precioso, perfecto para explorar la ciudad. En el ascensor del hotel, miré a Joarah, su sonrisa iluminaba el espacio que nos rodeaba.
- Estás preciosa", le dije, sintiendo que el corazón se me aceleraba al verla.
Ella sonrió y me besó, un beso que transmitía toda la felicidad y el amor que sentíamos.
- Gracias, Emmanuel", respondió con voz suave.
Al salir del ascensor, caminé a su lado, sintiéndome el hombre más afortunado del mundo. Estábamos listos para disfrutar de cada momento de nuestra luna de miel en París, creando recuerdos que durarán para siempre.
Salimos del ascensor y caminamos por el vestíbulo del hotel, Joarah cogida de mi mano, su sonrisa radiante mientras explorábamos París. Cada momento con ella era un regalo, y no podía evitar sentirme agradecido por tenerla a mi lado.
Encontramos un encantador café en una calle tranquila y nos sentamos en una mesa en la acera. El sol brillaba suavemente y el aroma del café recién hecho, mezclado con el de las flores cercanas, creaba el ambiente perfecto. Joarah mira a su alrededor, maravillada por la belleza de la ciudad.
- París es realmente hermosa", dijo, con los ojos brillantes de felicidad.
- Sí, lo es -asentí, observándola con ternura-. - Pero tú haces que todo parezca aún más especial.
Se echó a reír, un sonido que me enterneció el corazón.
- Sabes exactamente qué decir para hacerme sonreír, ¿verdad?
- Es un talento especial -respondí, guiñándole un ojo.
Pedimos nuestros platos y disfrutamos de la comida, charlando de todo y de nada al mismo tiempo. Era fácil estar con Joarah, compartir pensamientos y sueños, hacer planes para el futuro. Sabía que, con ella, cualquier lugar del mundo sería perfecto.
Después de comer, decidimos explorar más la ciudad. Paseamos por las pintorescas calles, visitamos pequeñas boutiques y nos hicimos fotos delante de monumentos históricos. Cada momento era un nuevo recuerdo, un nuevo capítulo de nuestra historia juntos.
A medida que avanzaba la tarde, volvimos al hotel para descansar un rato antes de cenar. En la habitación, me tumbé en la cama y atraje a Joarah hacia mí. Ella se acurrucó en mis brazos y nos quedamos allí, disfrutando de la tranquilidad del momento.
- Sabes, Emmanuel, nunca pensé que pudiera ser tan feliz -dijo con voz suave y llena de sinceridad.
- Yo tampoco -admití, acariciándole la mejilla-. - Pero ahora que estamos juntos, no puedo imaginar mi vida de otra manera.
Sonrió, sus ojos brillaban de amor.
- Hagamos de éste el mejor capítulo de nuestras vidas y, por favor, no me evites ni me des espacio, nada de habitaciones separadas, ¿vale?
- Por supuesto. - acepté, inclinándome para besarla de nuevo.