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Cuando Era Joven, Me Convertí En Millonario

Cuando Era Joven, Me Convertí En Millonario

Status: En proceso
Genre:Romance / Comedia / CEO
Popularitas:435
Nilai: 5
nombre de autor: Cristián perez

Me hice millonario invirtiendo en Bitcoin mientras aún estudiaba, y ahora solo quiero una cosa: una vida tranquila... pero la vida rara vez sale como la planeo.

NovelToon tiene autorización de Cristián perez para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Capítulo 23: Dos Bichos Raros

El sol del mediodía brillaba con fuerza sobre Riverside Hills. Las hojas mecían sus sombras sobre la entrada principal de la antigua mansión alquilada para la filmación. El aire estaba impregnado de la mezcla del café recién hecho, el aroma de la sandía cortada y el suave zumbido de los ventiladores portátiles.

Adrián Foster observaba a Olivia Hart desde la entrada. Ella caminaba por el patio con paso firme, sujetando una libreta repleta de notas. Había algo en su porte que le resultaba imposible de ignorar: no era la Olivia Hart actriz, ni la influencer de moda; era una directora concentrada, decidida, como si estuviera escribiendo la propia historia del mundo.

—Oye —le dijo Adrián, caminando hacia ella—. Te ves diferente cuando trabajas. Menos actriz, más estratega.

Olivia giró ligeramente la cabeza y arqueó una ceja.

—¿Eres crítico o admirador, Foster? —respondió con una sonrisa medio irónica.

—Un poco de ambas cosas. —Adrián se detuvo a contemplarla, cruzándose de brazos—. Y tengo la impresión de que somos raros los dos.

Ella rió, un sonido claro, sin artificio.

—Perfecto, dos bichos raros entonces. Y tú el más arrogante de todos.

La risa se extendió por el set, provocando algunas miradas curiosas del equipo de producción. Pero Adrián ni siquiera lo notó. Para él, ese momento era especial: la ligereza de la risa de Olivia tenía algo magnético, algo que no había encontrado en ninguna otra mujer.

Mientras caminaban hacia la entrada principal, Adrián no pudo evitar preguntarse qué pensaba ella de él. Olivia Hart, la brillante gerente creativa, la mujer que siempre parecía tener todo bajo control, mantenía una especie de barrera. Y él, millonario y siempre acostumbrado a conseguir lo que quería, se encontraba intrigado.

—¿Crees que alguna vez has tenido novio? —preguntó Adrián, mientras tomaba un trozo de sandía que Olivia le ofrecía.

Ella se detuvo, sonrió con cierto aire misterioso y respondió:

—Desde la universidad, nadie ha logrado que me quede. Muchos han intentado… y yo siempre dije que no.

—¿Por qué? —preguntó Adrián con voz suave.

Ella lo miró largo rato, como evaluándolo.

—Porque no se trata de amor por amor. Se trata de encontrar a alguien que entienda lo que realmente importa. No cualquiera lo hace. Y yo… no he encontrado a nadie que valga la pena.

Adrián sonrió en silencio, con una mezcla de satisfacción y curiosidad. Esa confesión la hacía más humana, más real.

—Entonces supongo que estamos en la misma página —respondió él—. Porque yo tampoco malgasto mis emociones. Y mucho menos por quienes no valen la pena.

Un silencio cómodo se instaló entre ellos. El ruido de las cigarras y el canto de algunos pájaros llenaban el ambiente. El olor dulce de la sandía fresca flotaba en el aire. Era un momento íntimo, aunque rodeado de un set lleno de ruido.

Pero entonces, una voz cortó el momento. Era Marcus Reed, el productor principal, conocido por su carácter estricto y su obsesión por las ganancias.

—Olivia, ¿qué es esto? —dijo, acercándose con paso decidido—. Este guion es inútil. Nadie va a pagar por un video de veinte minutos en silencio. Esto no es arte, es pérdida de tiempo.

La tensión se palpó en el aire. Olivia apretó los labios, intentando mantener la calma, pero Adrián ya había dado un paso adelante.

—Marcus —dijo Adrián, con voz firme—, yo financio este proyecto. Y si Olivia quiere grabar veinte minutos en silencio, yo cubriré cada segundo. Así que deja de cuestionar su visión y haz tu trabajo.

El silencio fue absoluto. Marcus bajó la cabeza, murmurando algo antes de marcharse. Olivia lo observó unos segundos, con una mezcla de sorpresa y gratitud.

—No deberías haberte metido —susurró ella.

—Claro que sí —respondió Adrián—. Somos dos bichos raros, y los bichos raros debemos protegernos entre nosotros.

Ella sonrió, aunque había un brillo en sus ojos que él no podía descifrar. Esa sonrisa tenía algo de ternura y de desafío a la vez.

La grabación siguió. El set estaba lleno de murmullos, risas y pasos apresurados. Adrián se convirtió en parte activa del rodaje, ayudando a ajustar luces, sosteniendo reflectores y corrigiendo pequeños detalles que Olivia había marcado en su libreta. Era evidente para ambos que había algo especial en ese día.

Al caer la tarde, Olivia se acercó a Adrián mientras se acomodaba en una pequeña terraza trasera, lejos del ruido del set.

—¿Sabes? —dijo, mirando el horizonte teñido de naranja—. Tal vez nunca nos entienda el mundo.

Adrián la observó, fijamente.

—Que no nos entiendan es lo que nos hace interesantes.

Ella giró para mirarlo a los ojos, y por un momento el mundo pareció detenerse. Era como si estuvieran solos, aislados del ruido, de las cámaras y de la producción. Él sonrió con complicidad, y ella correspondió, dejando escapar una ligera risa.

Pero antes de que pudieran seguir hablando, su teléfono sonó. Olivia lo sacó del bolsillo, leyó el mensaje y su rostro cambió. Adrián notó la tensión.

—¿Qué pasa? —preguntó él.

Ella guardó silencio unos segundos, luego respondió:

—Tenemos un problema. Y no es pequeño.

Adrián se inclinó hacia ella, curioso. Ella respiró hondo y asintió:

—Mañana lo sabrás. Pero por ahora… disfruta este momento.

Ambos se quedaron en silencio, viendo cómo el cielo pasaba del naranja al azul profundo, mientras Riverside Hills se sumía en una calma casi mágica. Era la calma antes de la tormenta.

Y quizás, también, el inicio de algo inesperado.

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