Dulce Prisión

Maddie se quedó a su lado toda la noche, vigilando que no le diera fiebre y que descansara bien. Cada tanto le acomodaba la manta o mojaba un paño limpio para pasarlo por su frente.. el duque parecía dormir profundamente, aunque en realidad entreabría los ojos de vez en cuando, sorprendido de verla aún allí.

Con el paso de las horas, el cansancio le ganó a Maddie, y sin darse cuenta se quedó dormida, recostada en la silla junto a la cama, con la cabeza ladeada y un mechón de cabello cayendo sobre su rostro.. el duque entreabrió los ojos otra vez y la observó en silencio. Había esperado que se cansara pronto y se marchara, como cualquiera lo haría, pero allí estaba… firme, cuidándolo como si su vida dependiera de eso.

[Un canario blanco… pero terco como ninguno]

Se incorporó apenas, cuidando no hacer ruido, y tomó la manta de su cama. Con lentitud se la pasó por encima a ella, cubriéndola hasta los hombros.. Maddie murmuró algo en sueños, se acomodó un poco y volvió a respirar tranquila.. Theo la miró unos segundos más, antes de recostarse otra vez. Cerró los ojos con la sensación extraña de que, por primera vez en años, no estaba completamente solo en su habitación..

Al dia siguiente, después de pasar la noche cuidando al duque y asegurarse de que no tuviera fiebre, Maddie regresó a su mansion. Apenas entró, fue recibida con las miradas de desprecio de Margaret y de su padre, el barón.

Los guardias del duque intentaron impedir el paso, pero el barón, con su voz autoritaria, y usando a todos sus hombres, los doblegó recordándoles que esa era su casa y que él era el padre de Maddie. Los hombres dudaron, tensos, pero no tuvieron más remedio que retroceder, los triplicaban en numero..

Barón Simpson: Dormir fuera de la casa, ensuciarte como una cualquiera... no tienes vergüenza, Maddie.

Margaret: Eres una libertina ¿Crees que porque el demonio te mira eres algo más que una carga?

Maddie los enfrentó con la barbilla en alto, pero antes de que pudiera responder, su padre ordenó que trajeran el látigo. Los guardias del duque se removieron, inquietos, y uno de ellos aprovechó el instante para salir… los hombres del barón pensaron que se iba por cobarde, pero el guardia fue por su caballo y cabalgo a toda prisa hacia la mansion Bennet, en busca de ayuda.

El resto no pudo hacer nada más que mirar impotentes.

El silbido del primer latigazo desgarró el aire, seguido de un sonido seco y cruel al golpear la espalda de Maddie. Ella apretó los dientes, un jadeo de dolor escapó de sus labios, pero no lloró.

Margaret: Así tendrás tu propia cicatriz, igual que ese duque monstruoso que tanto defiendes

Maddie: Prefiero llevar mil cicatrices como él... que vivir podrida de envidia como tú

El guardia llegó jadeando a la mansion Bennet, casi se desplomó del caballo. Apenas vio al duque se arrodilló y balbuceó entre respiraciones agitadas:

—Mi señor… la señorita Maddie… su familia… van a azotarla… dicen que es una deshonra por quedarse afuera de la mansion.

Duque: ¿Qué dijiste?

Samir apenas pudo abrir la boca para intervenir, pero el duque ya había tomado su capa y salió. En cuestión de segundos estaba montando su caballo negro, el corcel que solo usaba en guerra.

Duque: ¡Reúnan a todos los hombres!. ¡Nadie toca a mi prometida!

El portón de la mansion se abrió de par en par y la tropa salió tras él. Eran casi una legión, cabalgando a toda velocidad, los cascos de los caballos levantaban nubes de polvo en el camino. La gente del pueblo los vio pasar y murmuraba asustada...

- el demonio va desatado.

El duque cabalgaba al frente, con la mandíbula dura y el ceño marcado, repitiendo en su mente una y otra vez la imagen de ese canario blanco… y el sonido imaginario del látigo desgarrando sus alas.

[Si le dejaron una sola marca.. juro que ninguno en esa casa volverá a dormir en paz.]

En la mansión Simpson el látigo silbó en el aire otra vez, bajando con violencia hacia la espalda de Maddie. Ella cerró los ojos, apretando los dientes, negándose a soltar un grito que le diera satisfacción a su hermana y a su padre.. pero el golpe nunca llegó.

Un estruendo sacudió el patio de la mansion del barón: el suelo se cubrió de escarcha de repente, extendiéndose como una marea helada.. El aire se volvió pesado, blanco, helado como si el invierno hubiera caído de golpe en pleno verano.

El barón, Margaret y los sirvientes retrocedieron aterrados al ver cómo el látigo se congelaba en el aire, detenido por una gruesa capa de hielo.

Barón Simpson: ¿Qué… qué es esto?

Los portones se abrieron con un estruendo ensordecedor. Una legión de jinetes entró, todos con la insignia Bennet brillando en sus armaduras. Y al frente, montado en un caballo negro que parecía salido de las mismas llamas del infierno, estaba el duque..

Su ojo sano brillaba con una furia imposible de esconder. Con un movimiento de su mano, los carámbanos se partieron y el látigo cayó al suelo, hecho añicos..

Duque: Se atrevieron… Se atrevieron a levantarle la mano a mi prometida.

El aire se volvió aún más frío. Pequeños copos de nieve comenzaron a caer, como una advertencia.

Margaret quiso hablar, pero el duque giró la cabeza hacia ella con tanta rabia que se quedó petrificada, incapaz de abrir la boca. El barón intentó componer una excusa, pero el duque desmontó con un solo salto, y cuando sus botas tocaron el suelo, todo el patio se estremeció.

Duque: Si vuelven a tocarla.. no habrá castigo en este mundo que pueda salvarlos de mí.

Theo se acercó a Maddie, que seguía de rodillas, respirando agitada y con la espalda dolorida. Se quitó la capa oscura y la cubrió con ella con un gesto protector, sin apartar la vista de los demás.

Duque: Este canario blanco me pertenece..

Theodore la alzó en brazos con decisión, sin darle tiempo a Maddie a protestar. ella se aferró a su capa, con el corazón latiéndole a mil, mientras él caminaba hacia el centro del patio como si fuera dueño del mundo.

Duque: y escuchen bien.. hoy cae la casa Simpson. destrocen la mansion. rompan mobiliario, quemen pergaminos, tumben las puertas viejas.. que quede claro que nadie se atreve a tocar a mi prometida..

Los hombres se miraron entre sí, sorprendidos por la orden tan brutal, pero la furia en los ojos del duque no admitía réplica. uno a uno comenzaron a moverse, tomando antorchas, palancas y martillos. el ruido de sus pasos y el metal chocando pronto llenó el patio como un latido oscuro.

Maddie: no quiero que.. tenga problemas..

El duque la apretó contra el pecho, la mirada clavada en el barón y en Margaret, que estaban paralizados, con el rostro pálido.

Duque: si alguien aqui se atreve a volver a levantarle la mano a la mujer que es mía, que lo pague todo.. si preguntan que paso aqui, digan que enfurecieron al demonio.

Mientras los soldados comenzaban a avanzar hacia la mansión.. Maddie cerró los ojos, sintiendo que su mundo se partía en dos.. por un lado el fuego protector de aquel hombre que la defendía sin medida.. por otro, la culpa y el miedo de ver su hogar reducido a cenizas.. los empleados siempre fueron amables con ella..

La primera ventana estalló en un estruendo cuando una barra la golpeó. el olor a humo y madera quemada subió al cielo, y en medio del caos, Maddie apretó la mano del duque con fuerza, intentando, como pudo, detener la tormenta que él mismo había desatado..

Theo la sostenía con fuerza, decidido a llevarla consigo sin mirar atrás, pero pronto notó como el cuerpo de Maddie se aflojaba en sus brazos.

Duque: Maddie….

El color había desaparecido de su rostro, sus labios temblaban y la respiración era cada vez más corta. la capa que él mismo le había puesto estaba manchada de rojo, empapándose poco a poco.

Duque: ¡Maldita sea!

Los soldados se detuvieron un instante, sorprendidos al ver a su señor inclinarse sobre la muchacha con desesperación contenida.

Asistente: Su espalda… las heridas son profundas…

Duque: Haz traer al doctor de inmediato! ¡Ahora mismo! y escribele al principe Arturo para que algun mago de sanación

Maddie:… no queme la casa… los empleados ellos..

Duque: Cállate, canario blanco.. primero te salvo a ti… después ya veré que hacer con el resto.

Los soldados obedecieron la primera orden, destrozando parte de la mansion del barón, pero Theo ya no los miraba. galopó con ella en brazos directo hacia la mansion Bennet, su capa ondeando en el aire y la sangre de Maddie marcando el camino.