Tras años lejos de casa, Camila regresa solo para descubrir que su hermana gemela ha muerto en circunstancias misteriosas.
Sus padres, desesperados por no perder el dinero de la poderosa familia Montenegro, le suplican que ocupe el lugar de su hermana y se case con su prometido.
Camila acepta para descubrir que fue lo que le ocurrió a su hermana… sin imaginar que habrá una cláusula extra. Sebastián Montenegro, es el hombre con quien debe casarse, A quien solo le importa el poder.
Pronto, los secretos de las familias y las mentiras que rodean la supuesta muerte de su gemela la arrastrarán a un juego peligroso donde fingir podría costarle el corazón… o la vida.
NovelToon tiene autorización de Frida Escobar para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
De la que todos hablan.
Sebastián saca su celular marcando, pero nunca le responden.
—Tu abuelo dijo que estas dos semanas no estaría para nadie.
Le dice Gabriel y Sebastián lo mira molesto.
—Quita eso, ahora.
Grita y Gabriel levanta las manos a la defensiva.
—Lo tengo prohibido, ya me voy. Te veo en un par de horas. Carina, nos vemos. Que la pasen bien los recién casados.
Lo veo alejarse entre risas.
El cartel está muy alto, a la altura del techo. ¿Cómo lo pusieron ahí?
Me pregunto viéndolo.
—Intenta alcanzarlo.
Me dice Sebastián y levanto una ceja ya que no entiendo.
—¿Acaso quieres que vuele?
Le digo y camina hacia mí. Me quedo en shock cuando me sujeta de la cintura levantándome.
—Trata de alcanzarlo.
Me dice y me bajo la falda ya que se me alza.
—¿Qué haces, Sebastián? ¡Bájame!
Le digo tratando de que me baje pero siento su agarre más firme.
—Deja de moverte.
Me dice y me quedo tranquila.
Y más pena no puedo sentir cuando las personas pasan justo cuando Sebastián está bajándome.
El letrero y cómo estoy da a entender otra cosa.
Le doy un golpe en el brazo a Sebastián molesta cuando me baja.
Entro y por dentro es muy acogedor, las luces apagadas. Cuando las enciendo creo que prefiero estar afuera, ya que hay un camino de pétalos, y la puerta entreabierta de la habitación me da una imagen perfecta de la cama adornada con sábanas blancas y en ellas hay más pétalos.
Siento a Sebastián detrás, mira todo alrededor y deja las maletas saliendo.
Tomo la mía y como si nada pasara subo la maleta a la cama. Destruyo el corazón formado de pétalos.
La bajo cuando saco un vestido y sacudo las sábanas.
Busco la escoba y barro los pétalos dejándolos en una esquina.
Me meto al baño y me refresco.
Me pongo la ropa que elegí y cuando salgo veo a una jovencita limpiando.
Recoge las velas que no había notado y termina de limpiar los pétalos.
—En un momento vendrá mi tío a quitar el cartel.
Dice ella y Sebastián saca dinero de su cartera.
—No lo quiero ver cuando esté de vuelta.
Dice dándole el dinero y la joven sale. Él cierra la puerta y entra al baño. Yo salgo de la casa, veo el cartel y le tomo una foto.
Como dijera una compañera: es una “mausquerramienta” que ocuparé más tarde.
Regreso adentro y en mi bolso pongo lo necesario. Me peino el cabello y maquillo mi rostro.
Sebastián se arregla y lo observo ya que siempre se arregla, pero esta vez es demasiado.
Se rocía perfume y me mira serio.
—Mejor destapa el perfume y báñate con él.
Le digo y se ajusta las mangas.
—Cámbiate de ropa, es una cena elegante.
Suspiro ya que no traje ropa para tal cosa.
—Iré así.
Le digo y tocan la puerta. Él la abre y le entregan algo que me ofrece.
—Cámbiate.
Lo agarro y en el baño saco el hermoso vestido. Casi no soy de usar así, pero este me encanta.
Me lo pongo y salgo del baño, me acomodo las zapatillas.
Él me mira de pies a cabeza pero rápido desvía la mirada.
—Vamos que ya es tarde.
Salimos juntos y noto a un sujeto bajando el cartel.
Un carro pasa por nosotros.
Llegamos y lo miro mal cuando noto qué lugar es.
—¿Para esto me hiciste vestirme así?
Un sujeto extiende su mano ayudándome a subir al crucero que espera en la orilla.
Desde que pongo un pie el mareo me hace sujetarme de las barandas.
—Bienvenido, señor Sebastián, la señora Marisol lo espera en el lugar de siempre.
Le dice un sujeto de negro.
Él se ajusta el traje y Gabriel llega sonriendo.
—Me avisaron de última hora, la reunión tenía que ser en la empresa como todos los años.
—Me da igual dónde sea.
—Ve a verla, yo me quedo con Carina.
Le dice Gabriel y Sebastián toma el camino siguiendo al sujeto de negro.
—¿Qué soy? ¿Una niña?
Acelero el paso tomando el lado opuesto y siento a Gabriel al lado.
—¿A dónde quieres ir?
Me pregunta, pero se para recto cuando ve a un joven acercarse.
—Gabriel, el mandadero de Sebastián.
—Qué lástima que tú ni eso tengas, ya que tu hermana es la que se quedó con toda la herencia.
Le dice Gabriel y alguien le habla. Él se ve indeciso.
—Carina, ve a la parte de arriba.
Me dice Gabriel antes de irse y no pienso ir a ningún lado.
—Hola, disculpa por no haberme presentado, me llamo Ian.
—Carina.
Le digo viendo a los lados.
—¿Sebastián es tu…?
—Padre. Él es mi padre.
Sonrío por la mentira.
—No sabía que tenía una hija, apenas nos enteramos que se casó. Permítame enseñarle lo mejor del crucero.
Asiento y me muestra el primer piso, en el segundo piso me da a probar los aperitivos y brindamos una que otra vez. No sé cuánto tiempo ha pasado, pero me estoy divirtiendo.
—Le pediré permiso a tu padre para que te deje salir conmigo.
—Claro.
Le digo tratando de no reírme al imaginarme la cara de Sebastián.
—Así te alejas de la arribista y ambiciosa mujer con la que se casó.
—¿Cómo?
—Tu madrastra. Aquí la mayoría la detesta. Algunos la conocen, pero resultó ser completamente diferente. Otros no la conocen, pero ya la odian. Nosotros aún no la conocemos.
—Aquí todos son unos hipócritas.
—Pero millonarios. Ella trató de encajar donde simplemente nunca podrá ser parte.
Llegamos al tercer piso y me siento mareada. No sé si por las bebidas, la conversación o por el movimiento del barco. Gabriel se acerca molesto.
—Tengo rato buscándote, te dije que nos veríamos aquí, Sebastián tiene rato preguntando por ti.
—¿Y a mí qué me importa? El que se largó fue él.
Sigo y Gabriel me ve con duda.
La puerta del camarote se abre y Sebastián sale con una mujer.
—¿Señor Sebastián, me permite dar un paseo con su hija?
Le dice Ian y Gabriel solo niega. Sebastián lo mira molesto y la mujer a su lado se ríe.
—Hermano, ella no es su hija, es su esposa.
Dice ella e Ian me ve sorprendido.
—Mucho gusto, soy la arribista y ambiciosa de la que todos hablan.
Le digo levantando la voz y las personas que están cerca fingen que no escuchan nada.
—No se preocupen, el que un grupo de desconocidos crea eso no me importa.
Tomo una copa de la bandeja que lleva un camarero.
—Salud por la Carina que cuando dejó de complacer a todos se convirtió en alguien detestable. Salud por que lo que ven ahora es lo que verán siempre.