*Actualizaré diariamente*
Noah, es un cirujano cardíaco, que vive su vida sin preocupaciones, tomando el sexo como una herramienta para disfrutar en lugar de una muestra de afecto. Es entonces que conoce a alguien que le hace cambiar su forma de ver el amor y la vida.
*Atención, está es una historia "Yaoi" ”Ga1s" si no te gusta este género, por favor, no sigas adelante y no hagas comentarios agresivos sobre este género, gracias ❤️
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Capítulo 3- Cerca de la muerte
A menudo escuchamos la frase: "No sabes lo que tienes hasta que lo pierdes", y es cierto... Tendemos a dar las cosas por sentadas, y solo valoramos realmente cuánto significan para nosotros cuando estamos a punto de perderlas. Esta frase en particular encaja bastante bien con situaciones relacionadas con la vida y el amor.
—Señor Gael, la doctora lo verá ahora. Por favor, diríjase a la sala de examinación —dijo una mujer, sonriéndole.
—Muy bien —contestó él, devolviendo el gesto con otra sonrisa.
Gael se levantó de la silla en la que llevaba un buen rato esperando y comenzó a seguir su ya conocida ruta dentro del hospital. Aunque no llevaba mucho tiempo asistiendo, tenía buena memoria, así que le resultaba fácil recordar el camino. En su trayecto, se encontró con el doctor Prada, quien bebía un pequeño jugo de caja apoyado en las barandillas del segundo piso. Parecía tener la mirada perdida. Gael lo observó unos segundos, debatiéndose entre hablarle o no. Hizo una mueca indecisa y siguió caminando, intentando ignorar la fuerte presencia del doctor, pero fue en vano. Se detuvo a unos cuantos pasos y luego se acercó, colocándose detrás de él.
—Aparte de tu sentido de responsabilidad y deber como doctor... ¿no sientes empatía por los familiares de tus pacientes? —preguntó con suavidad.
El doctor de ojos miel se giró sorprendido ante la inesperada voz. La sorpresa se reflejó en aquel rostro, como si hubiera sido tallado por los mismos dioses.
—¿Pero qué...? —empezó a decir, callando abruptamente, quizás porque estaba a punto de soltar una palabrota—. ¿Lo siento...? ¿Nos conocemos? —preguntó, mirando intensamente a Gael, tratando de descifrar si se habían visto antes.
—Oh, no, para nada —dijo Gael con una sonrisa, manteniendo la mirada fija en los ojos del doctor.
—Entonces, deberías comenzar por presentarte, ¿no te parece? —respondió el doctor en tono de reprimenda, aunque claramente intrigado por la alegría y belleza que irradiaba aquel desconocido.
—Bueno, resulta que te noté esta mañana y he estado esperando encontrarte para hacerte una pregunta —dijo Gael con una sonrisa animada, demasiado animada para ser un desconocido—. Espero no estar molestándote demasiado... Mmm... Doctor Prada... —Añadió acercando su rostro al del doctor, quien abrió los ojos sorprendido por la cercanía. Gael se rió al notar la reacción y dijo—: Jajaja, lo siento... Es que soy corto de vista y hoy olvidé mis lentes...
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—¿Ok...? Disculpa, ¿qué era lo que me estabas diciendo hace un momento? No estaba prestando mucha atención... —dijo el doctor cuando su teléfono sonó, indicándole que tenía un mensaje en WhatsApp. Lo sacó y empezó a revisarlo mientras Gael continuaba hablando animadamente.
—Mi nombre es Gael —dijo, aún sabiendo que el doctor no le prestaba demasiada atención—. Quería preguntarte, ¿cuándo...?
—Mmm, disculpa, pero tengo un caso urgente que debo atender —lo interrumpió el doctor, apartando la mirada del teléfono y marchándose apresuradamente.
—Vale... Entonces, adiós... Ja, ja, debí haberlo previsto... Estos doctores son todos iguales...
Aun así, Gael lo observó hasta que su figura desapareció al final del pasillo. Una hermosa sonrisa se dibujó en su rostro.
Después de examinar detenidamente una radiografía, el doctor Prada habló con calma, pero con determinación. Lo que había descubierto era un rayo de esperanza para uno de sus pacientes.
—Aún no ha avanzado tanto —dijo, frunciendo el ceño—. Tenemos suerte de haberlo detectado a tiempo. La mejor forma de proceder probablemente sea con una operación.
—Informaré de inmediato al paciente y a su familia —dijo una enfermera.
—Y preparen la sala de operaciones —añadió el doctor.
—Sí, doctor.
La enfermera salió, y justo en ese momento entró la doctora Carolina Jiménez, una mujer de unos 45 años.
—Oh, doctor Prada, ¿aún no ha terminado su turno? —preguntó, sonriéndole a modo de saludo.
—Me temo que no, todavía no —respondió él con un suspiro. Así era la vida de los doctores.
La doctora sacó una radiografía y la colocó en el negatoscopio. Algo en la imagen llamó la atención del doctor Prada, quien se acercó con cuidado para examinarla más de cerca.
—Tienes un caso bastante interesante en tus manos.
—Es un caso recién transferido —dijo ella, mirando fijamente la radiografía—. Aunque el paciente es muy joven...
—¿Asumo que lo ha tenido desde que nació?
—Sí, pero parece que se ha cuidado bastante bien.
—¿Sería mucho pedir ver su historial? —preguntó el doctor Prada con una leve sonrisa.
—Ah, no, para nada —respondió la doctora, sonrojándose ligeramente—. En realidad, una segunda opinión de tu parte sería genial.
La doctora le entregó el historial médico. Al abrirlo, lo primero que vio el doctor fue la imagen del paciente.
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—Luce sorprendentemente saludable para alguien con esta condición...
—Sí, a mí también me cuesta creer que sufra de una enfermedad cardíaca, pero parece que ha pasado la mayor parte de su vida entrando y saliendo de hospitales... Es una lástima. Alguien tan joven debería poder disfrutar la vida al máximo. Aunque... Tal vez tenga la oportunidad de llevar una vida normal si recibe un trasplante de corazón. Su nombre ya está en la lista de espera, pero... No es considerado un caso de alta prioridad... Además, encontrar un donante compatible para él va a ser difícil...
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