Después de la muerte de su padre, Naomi es llevada por su padrino a la Villa Lupinville, un misterioso lugar habitado por hombres lobos, que, hasta ahora, ella creía que solo existían en los cuentos. Pero pronto, Naomi descubrirá que su conexión con este lugar siempre estuvo ligado con ella, atrapándola en una antigua profecía, que parece señalarla como la clave de una batalla y la disputa de dos lobos por ganarse su corazón.
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CAPÍTULO VEINTIUNO: REUNIÓN
≈NAOMI≈
Mis pies se movieron hacia adelante por inercia. No estaban solos, Lesly estaba con ellos. Ella tenía una expresión suave, pero también podía notarse que estaba turbada. Se inclinó un poco hacia Demian y Úrsula, murmurando algo que no logré escuchar. Demian asintió ante su madre, y al darse la vuelta, nuestros ojos se encontraron.
Fue un breve instante, uno tan breve, qué, hasta paso de ser percibido por Mariel, pero no por Lesly.
Lesly, al notar nuestra presencia, se acercó a nosotras y nos pidió que fuéramos al comedor.
—¿Por qué está Úrsula en casa? —le preguntó Mariel, echando un vistazo a su alrededor. Extrañamente, podía notarse que había un movimiento inusual dentro y fuera de la casa.
—Tu padre te lo explicará en un momento. —respondió tranquilamente, pero con seriedad.
—¿En qué momento llegó? —inquirió Mariel, pero Lesly ignoró la pregunta y, en su lugar, insistió de nuevo:
—Vamos, vayan al comedor. Por cierto, ¿vieron a Geral?
—Está en la terraza —respondí rápidamente, antes de que Mariel pudiera decir algo.
Sin esperar más, fue mi turno de tirar de su brazo y encaminarla al comedor.
—Tengo un mal presentimiento —me dijo, con una expresión seria y pensativa.
—Yo también —le confesé, mientras avanzábamos por la sala. Todo se sentía fuera de lugar. El ambiente parecía estar al borde del caos. Los guardias, que normalmente se mantenían alejados, ahora estaban dispersándose por cada rincón. Los veía moverse de un lado a otro como si estuvieran en alerta, por algo, por alguien, no lo supe realmente.
Lo único de lo que tenía la certeza, es que seguían instrucciones, algunos patrullando la planta baja, otros vigilando las ventanas, las puertas, e incluso el segundo nivel. Hasta las criadas, se veían alborotadas. No podía esperarse nada bueno de esto.
Cuando llegamos a la sala del comedor, entramos en silencio.
Demian, ya estaba sentado a la mesa junto con Úrsula. La atmósfera ahí dentro se sentía tan pesada que casi parecía materializarse en el aire. —Buenas noches. —dije con la sola intensión de disiparla un poco, pero no hubo ni una sola respuesta. Demian apenas asintió con la cabeza, pero Úrsula ni siquiera levantó la mirada.
En ese momento no supe que me incomodo más, si la indiferencia de ambos o, la cara de Mariel. Si, no es un secreto para nadie que su cara siempre lo dice todo, era evidente que la presencia de Úrsula junto a su hermano, le molestaba.
Para empeorar las cosas, casi detrás de nosotras vi a mi padrino entrar con Lesly y Geral. José siquiera me miró. Tomo asiento en el extremo de la mesa y aguardo que los demás, hicieran lo mismo.
Mariel, a mi lado viendo todo el panorama, no dejaba de mover la pierna debajo de la mesa. Claramente estaba ansiosa y para ser honesta, no me sorprendió que fuera la primera en abrir la boca.
—¿Qué está pasando Padre? —preguntó, sin rodeos.
José le devolvió la mirada, con el semblante serio. Se tomó un segundo antes de responder, pero cuando lo hizo, fue directo.
—Úrsula fue atacada esta noche.
Tan pronto como Mariel lo escucho, la miró de arriba a abajo, como si quisiera encontrar alguna evidencia de lo que su padre decía. Úrsula, notando la atención, ocultó su rostro entre las manos como si estuviera avergonzada y comenzó a llorar.
—¿Quién la atacó? —preguntó Mariel, con desconfianza y Demian, no tardó en reaccionar.
—Fueron Vástagos. —dijo, sujetando y alzando la mano de Úrsula, exhibiendo una quemadura en carne viva y ampollada.
Observándola, no pude evitar sentir pena por ella. Úrsula tenía una marca en la palma de la mano, un símbolo, hecho con hierro. Lesly evitando seguir viéndola, fue la primera en ceder apartando la mirada, Geral, por otro lado, la contemplo con lamentación, pero incluso él, después de un momento, desvió la vista, como si fuese incapaz de mirarla por más tiempo.
Y luego estaba Mariel. A diferencia de los demás, ella no mostró ni una pizca de empatía. Ni compasión, ni asombro. No se inmutó. No parpadeó, nada. Observó la mano de Úrsula como si no fuera más que un detalle que no tenía la menor importancia para ella.
—¿Es prueba suficiente para ti? —soltó Demian con deprecio en su voz. Ursula se encogió aún más en la silla al escucharlo y escondió la mano por debajo de la mesa. Demian volvió a rodearla en sus brazos, pero ella lejos de reanimarse parecía que estaba a punto de desmoronarse. No podía imaginar qué se sentía ser “marcada por vástagos”, pero el terror en su rostro me era suficiente para comprender, que algo estaba terriblemente mal en todo esto.
—¿Y qué pretendes hacer? ¿traerla a vivir aquí? —Mariel soltó sin contenerse. Úrsula al escucharla rompió a llorar en silencio. José, que hasta ese momento se había mantenido al margen, miró fijamente a su hija, con un destello de irritación en sus ojos.
—Es suficiente Mariel—dijo con voz grave.
—Pero papá… —intentó replicar, pero él no la dejo.
— Tú, mejor que nadie, sabes el riesgo que ha representado para Úrsula ser la compañera destinada de tu hermano. —Mariel apretó la mandíbula, pero no respondió. —No finjas que no entiendes lo que implica. Sabes perfectamente lo que sucede después de que una mujer es marcada para Lycaon.
Esa palabra, ese nombre; “Lycaon”, resonó tan fuerte en mi cabeza que algo dentro mí se removió. Un frío intenso me recorrió el cuerpo. Aunque nunca había escuchado ese nombre, extrañamente mi cuerpo parecía reaccionar como si lo conociera, como si le tuviera pavor y terror.
Me froté los brazos, tratando de disipar el frío repentino que se coló por mi piel, Demian de frente me observo en silencio, como si quisiera leer algo en mis gestos que ni yo misma podía comprender.
Bajé la vista, incómoda y fue entonces, cuando sin decir una palabra, Geral se levantó, se quitó la campera y la colocó suavemente sobre mis hombros. El peso de ese abrigo me trajo medianamente un poco de alivio…
—Gracias —murmuré, esbozando una leve sonrisa, apenas visible, mientras él me devolvió el gesto y retorno a su asiento. Tan pronto dirigí mi atención de nuevo a mi padrino me pareció ver por el rabillo del ojo a Demian apretando la mandíbula. Puede que este equivocada, pero había algo en su reacción que me dejó inquieta.
—Tarde o temprano volverán por ella. —continuó duramente José—.Pero si no lo entiendes así, te lo simplificaré para que lo captes de una vez; a partir de hoy, por motivos de seguridad, Úrsula permanecerá en esta casa. Demian y un grupo calificado de hombres será responsable de su cuidado. Y en cuanto a ti, también estarás bajo vigilancia.
—¡¿Qué?! —exclamó tan fuerte que me sobresalto. Disimuladamente, deslicé mi mano por debajo de la mesa y tomé la suya, intentando calmarla. Sin embargo, no logre contenerla cuando Úrsula, añadió.
—Discúlpenme todos ustedes...tú también Mariel —dijo entre sollozos, con la voz temblorosa y llena de angustia—. Lo último que deseo es ponerlos en peligro... No es mi intención traer estos problemas aquí. Pero... —hizo una pausa, como si el llanto le dificultara hablar—, mis padres están en la región Noreste con mi abuelo y no supe a quien más recurrir. Si mi presencia es demasiado para ti, puedo marcharme, yo...
—No. No te iras a ninguna parte. —La interrumpió José.
—Pero, mi señor... —gimoteó, llevándose una mano al pecho como si las palabras de Mariel le dolieran profundamente—. No quiero ser una carga para nadie, insisto, no quiero causar problemas. Mariel... tiene razón, no debería estar aquí —su voz tembló mientras Mariel me hecho un fuerte apretón en la mano.
—No eres ninguna carga, Úrsula. Eres parte de esta familia y es nuestro deber cuidarte —respondió José con una mezcla de irritación y severidad mirando de reojo a Mari, quien se removió en su asiento con evidente enfado.—Geral —dijo, esta vez con un tono más firme, desviando la mirada hacia él —dadas las circunstancias te necesito aquí. Olvida lo que te he dicho esta tarde, necesito que cuides de mi hija... y de mi ahijada. No puedo confiar en nadie más para hacerlo. —casi por un segundo dejé mi mandíbula caer. No podía creerlo.
Hasta hacía unas horas, había dejado claro que no pertenecía a este lugar, y ahora, mágicamente le pedía a Geral que me cuidara, de nuevo… ¿Tan grave era lo que estaba pasando?
—Sera un honor Alpha.
—Contacta a tu padre, debemos advertirlo sobre la presencia de los Vástagos en el territorio. —dijo, cuando entre medio de la conversación uno de los guardias, se aproximó hasta la cabecera de la mesa y se detuvo a un par de metros. —Perdón, señor —dijo el guardias, acercándose hasta la cabecera de la mesa con la cabeza ligeramente inclinada en señal de respeto —. ¿Puedo hablar con usted un momento?
José frunció el ceño, claramente irritado por la interrupción, pero asintió brevemente. El guardia se curvo hacia él y le susurró algo que, solo él pudo escuchar. Nada bueno, teniendo en cuenta el rostro rígido de José.
—Si me disculpan, debo retirarme. —dijo, poniéndose de pie con rapidez —Demian, Geral, acompáñenme.
Demian y Geral no hicieron preguntas y ambos se levantaron de inmediato mientras Lesly, que había estado observando, se despidió de su esposo antes de que se fuera.
—Mantenme al tanto y no te preocupes, Cariño —dijo, como si intentara aligerar la carga que pesaba sobre él—. Yo me ocuparé de Úrsula.
José asintió con un gesto rápido, antes de dirigir su atención nuevamente hacia el guardia y salir de la sala con los muchachos.
Mientras las puertas se cerraban tras ellos, parece que Úrsula, no tuvo mejor idea que aprovechar el momento…
—Mariel… —dijo con suavidad, buscando su atención.
Mariel la fulmino con la mirada, pero Úrsula no se inmutó. Al contrario, hizo un ligero puchero, cuando Mariel se incorporó.
—¿Por qué me odias tanto? —le preguntó.
Mariel entrecerró los ojos y dándole la espalda me miro a los ojos y susurro;
“Por favor, Naomi, sácame de aquí, antes de que la maté”
[…]