Lyra Blackwood es ultrajada por el hombre que creía amar que además es su mate, Pero este que no quiere nada con aquella niñita, la rechaza, Pero no contento con eso también la humilla y maltrata, por lo que lyra vuelve a casa y piensa en vengarse de todos.
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Rey alfa
El aire estaba impregnado de deseo, y el ambiente entre Lyra y Caelan era casi insoportablemente tenso. Un beso más, profundo y ardiente, fue suficiente para encender un fuego que ninguno parecía dispuesto a apagar. Sin embargo, Lyra, más consciente de lo que estaba en juego, rompió el contacto. Se separó de él con la respiración agitada, pero con la determinación reflejada en sus ojos.
—Me voy, tengo cosas que hacer —murmuró antes de girarse y alejarse con rapidez.
Caelan, todavía en el suelo, la vigila marcharse con una sonrisa ladeada. La mezcla de frustración y fascinación que sentía hacia ella lo mantenía al borde de la cordura.
"Hermosa y encantadora, lástima que no te guste" dijo su lobo con un toque de sarcasmo.
La sonrisa de Caelan desapareció al instante, sus labios apretados en una línea tensa. Su lobo, como siempre, no perdería la oportunidad de recordarle sus propias contradicciones.
A la mañana siguiente
El amanecer trajo consigo una actividad frenética en la mansión. Los alfas de las principales manadas habían sido convocados para una reunión crucial, y su llegada era inminente. Lyra, al enterarse del anuncio, se puso en alerta de inmediato. Encontró a su amiga Nessa en los pasillos y, con un tono firme, le advirtió:
—No salgas de tu habitación bajo ningún motivo, ¿entendido?
Nessa asintió, algo preocupada por la gravedad en el rostro de Lyra, y se encerró obedientemente. Lyra salió de la mansión junto a su padre, Magnus Blackwood, uno de los líderes más respetados del territorio.
El aire fresco de la mañana no logró calmar la inquietud de Lyra. Su instinto captó un aroma familiar, uno que reconoció al instante, pero eligió ignorarlo. En lugar de reaccionar, permaneció al lado de su padre, quien también parecía estar manteniendo su temperamento.
—Siento la necesidad de arrancarle la cabeza a ese idiota —gruñó Magnus con una mirada severa hacia la entrada principal.
Lyra suena levemente, apretando la mano de su padre para calmarlo.
—Tranquilo, dentro de poco pagará, pero este no es el momento —le susurró con firmeza.
Ambos fijaron la vista hacia los vehículos que se acercaban, mientras los alfas descendían uno a uno.
El primero en bajar fue Kael Nightfury , alfa de la manada Garra Plateada.
Tras él, apareció Freya Holts , una mujer joven, de belleza innegable, esbelta y con una elegancia que imponía respeto. Representaba a la manada Colmillos de Hierro, liderándola temporalmente tras la muerte de su esposo, el antiguo alfa, y mientras su hijo aún era demasiado joven para asumir el cargo.
El siguiente en descenso fue Dorian Black , alfa de la poderosa manada Fénix Oscuro, una de las más influyentes del territorio. Su porte era impresionante: alto, de cabello negro azabache y ojos oscuros como la noche, con una presencia que hacía que todos guardaran silencio a su paso.
Finalmente, apareció Lucian Wraith , un hombre cuya mirada cargaba una arrogancia palpable. Su caminar reflejaba una confianza absoluta, y sus ojos se movían con superioridad por el lugar. Sin embargo, en cuanto descendió, un aroma lo detuvo en seco. Su expresión de indiferencia se desmoronó por un momento, reemplazada por una breve y casi imperceptible confusión.
El olor era tenue, como un susurro, pero lo suficiente para desconcertarlo. Buscó la fuente y su mirada se encontró con los ojos de Lyra Blackwood. Por un instante, sus labios se curvaron en una sonrisa que denotaba interés.
—Lyra Blackwood —murmuró con un tono que mezclaba fascinación y reconocimiento.
A su lado, Dorian, que también había notado la presencia de Lyra, desvió la atención hacia Magnus y luego a la joven. Su sonrisa a medias reflejaba algo más que simple cortesía.
Magnus permaneció estoico, consciente de las miradas dirigidas hacia su hija. Apretó la mandíbula, manteniendo cualquier reacción impulsiva. Lyra, por su parte, mantuvo su postura firme, ignorando deliberadamente los ojos que parecían analizarla con detalle.
Mientras los alfas eran escoltados hacia la sala de reuniones, Caelan apareció en escena. Sus ojos se encontraron con los de Lyra por un momento, y la intensidad en su mirada le dejó claro que su conexión no pasaría desapercibida por mucho tiempo.
El aire se volvió denso cuando los alfas ingresaron al salón principal. Lyra, aún junto a su padre, observaba a cada uno con atención. Sin embargo, cuando su mirada se cruzó con la de Caelan, algo dentro de ella se agitó. Había desconcierto en sus ojos al principio, pero luego un reconocimiento silencioso los iluminó, haciendo que se abrieran con sorpresa.
Caelan sonriendo, una expresión maliciosa que no intentó ocultar. Disfrutaba del caos interno que veía en Lyra. Pero su momento de triunfo se vio opacado por la atención que los otros alfas parecían dedicarle a ella. Especialmente Lucian, cuya mandíbula tensa revelaba más de lo que intentaba esconder, y Dorian, quien permanecía inexpresivo, pero con una mirada que no pasaba desapercibida.
El lobo de Caelan rugió dentro de su mente.
"Miralos . ¿Creen que pueden posar sus ojos en lo que es nuestro?" su voz goteaba veneno y sarcasmo.
—Cállate —respondió Caelan en su mente, aunque sabía que su lobo tenía razón. Los celos empezaban a arder en su interior, una llama que no podía controlar.
Sin más demora, decidió marcar su territorio. Caminó con seguridad hacia Magnus y lo saludó con la cortesía adecuada a su rango.
—Magnus, un placer verte nuevamente —dijo, inclinando levemente la cabeza.
El padre de Lyra, aunque desconfiado, respondió al saludo con una inclinación breve. Antes de que pudiera añadir algo, Caelan desvió su atención hacia Lyra. Sus ojos, oscuros y penetrantes, la desafiaron a moverse. Lyra, incómoda, extendiendo su mano como dictaba la cortesía. Pero lo que ocurrió después dejó a todos atónitos.
Caelan tomó su mano, pero en lugar de soltarla, la jaló con firmeza hacia su lado. Lyra tropezó ligeramente, sorprendida, y antes de que pudiera reaccionar, el brazo de Caelan se deslizó por su cintura, atrayéndola hacia él con una posesividad descarada.
Sin previo aviso, la besó.
El salón quedó en silencio. La tensión era palpable mientras todos observaban la escena con reacciones variadas. Magnus giró el rostro, incómodo pero sin intervenir, mientras Morgana, tía de Caelan, soltaba una carcajada, visiblemente satisfecha con la situación.
Lucian, por su parte, apretó los dientes y desvió la mirada, incapaz de disimular su asco. Dorian observó todo con aparente indiferencia, aunque sus ojos oscuros evaluaban cada movimiento. En tanto, Kael, amigo cercano de Magnus, miraba con incredulidad al hombre que lideraba a todas las manadas comportarse de una manera tan... poco convencional.
El beso no fue breve. Caelan lo alargó lo suficiente como para dejar clara su intención. Lyra, aunque furiosa, no pudo evitar sentir el calor que emanaba de él, un calor que resonaba con su vínculo. Cuando finalmente se separó, Caelan la permaneció cerca, su mano aún firmemente colocada en su cintura, como si temiera que pudiera escapar.
Con una sonrisa que parecía más un desafío que un gesto amable, miró a los presentes.
—Bienvenidos —dijo con voz firme y segura—. Tenemos asuntos importantes que tratar. También quiero que conozcan a mi luna.
Enfatizó la palabra luna con una intención que no dejó lugar a dudas. Para reforzar su punto, inclinó la cabeza y besó a Lyra de nuevo, aunque esta vez más brevemente. Lyra, incapaz de disimular su enojo, lo fulminó con la mirada, pero no dijo nada.
El lobo de Caelan volvió a hablar en su mente.
"Valiente movimiento. Aunque, considerando lo furiosa que está, tal vez quieras dormir con un ojo abierto esta noche."
Caelan ignoró el comentario, aunque no pudo evitar una leve sonrisa. Su conexión con Lyra, intensificada desde que la había marcado, hacía que su furia se sintiera como una ola de fuego que lo golpeaba directamente.
Cuando todos los alfas tomaron asiento, Lyra aprovechó un momento de distracción para susurrar con ojo:
—Eres un idiota.
Caelan la miró de reojo, su sonrisa arrogante intacta.
—Y tú eres mía.
El intercambio quedó entre ellos, pero no pasó desapercibido para Morgana, quien seguía observando con diversión.
La reunión comenzó, pero el ambiente seguía cargado. Caelan, aunque atento a los temas que se discutían, no dejaba de mantener a Lyra cerca, como un recordatorio silencioso para todos los presentes. Magnus, aunque visiblemente molesto, optó por mantener la paz por el momento, sabiendo que la confrontación con Caelan no era algo que pudiera resolverse fácilmente.
Lyra estaba sentada en la sala principal, los dedos tamborileando sobre la mesa de madera mientras trataba de mantener su mente en orden. Desde que Caelan la había besado frente a todos, sintió una mezcla de emociones que no lograba identificar del todo. En parte estaba furiosa, pero también había una chispa de algo más que se negaba a reconocer.
—Idiota... —susurró para sí misma, apretando las manos en puños.
Todo este tiempo, él había sido Caelan, el Rey Alfa. Y no se lo había dicho. Recordaba claramente todas las veces que había hablado mal de él sin siquiera sospechar que su propio compañero era el hombre que criticaba tan abiertamente. ¡Qué humillación!
—Es un imbécil. Un imbécil guapo... —murmuró, antes de sacudir la cabeza con frustración.
No podía negar lo obvio: Caelan era más atractivo que cualquiera que hubiera conocido antes. Incluso más que Lucian, con quien alguna vez había tenido una pequeña atracción. Sin embargo, comparar a ambos era inevitable, aunque a Lyra le pareciera injusto.
Lucian era lindo, pero también un mal hombre. Como solían decir, "lindo, pero bruto". Su trato con los demás dejaba mucho que desear, y sus acciones siempre parecían estar guiadas por el egoísmo y el interés. En cambio, Caelan... Caelan era diferente.
Era guapo, sí, pero no solo eso. También era inteligente, estratega y autoritario. Había tomado su título de Rey Alfa con una eficacia impresionante, consolidando el respeto de todas las manadas bajo su mando. Aunque su reputación incluía palabras como frío y mujeriego , nadie podía negar que era el mejor líder que habían tenido en generaciones.
Sin embargo, eso no significaba que Lyra estuviera dispuesta a aceptar su situación sin más. Sus pensamientos la llevaron a un punto que había intentado evitar desde que había descubierto que Caelan era su compañero .
— ¿Qué pasará cuando sepa que no tengo ningún don? —susurró, mordiéndose el labio inferior.
Los dones eran algo importante en el mundo de los lobos. Una luna sin dones era vista como algo... incompleto. Aunque Lyra se mostrase fuerte y determinada, sabía que esto era algo que Caelan no podía ignorar. ¿La rechazaría?
Por un momento, el miedo se asomó en su mente. Pero rápidamente lo apartó.
—Si me rechaza, lo aceptaré —dijo en voz baja, como si con esas palabras lograra fortalecerse—. Pero no aceptaré humillaciones ni maltratos.
Lyra se levantó de la silla y comenzó a caminar por la sala. Su mente bullía con pensamientos mientras trataba de decidir cuál sería su próximo paso. Sabía que lo mejor sería hablar con Caelan, decirle la verdad antes de que alguien más lo hiciera. Prefería enfrentar el rechazo de frente a vivir en incertidumbre o, peor aún, permitir que él descubriera su falta de hechos por otros medios.
—Primero muerta antes de dejarme pisotear por alguien —se dijo, con determinación.
Mientras tanto, en el despacho de Caelan, la reunión continuaba. Aunque él estaba participando activamente en las conversaciones con los alfas, su mente seguía regresando una y otra vez a Lyra. Desde que había sentido su enojo en el vínculo, no había podido evitar preocuparse.
"Ella está molestando contigo." La voz de su lobo resonó en su mente, cargada de sarcasmo.
—Ya me di cuenta —respondió Caelan mentalmente.
"Y tiene razón. Has sido un idiota. Ni siquiera le dijiste quién eras."
Caelan gruñó internamente, pero no podía negar la verdad en las palabras de su lobo. Había manejado mal la situación. Aunque al principio le divertía verla hablarle mal y libremente, no podía dejar de pensar en que ella se podría enojar si no le decía quien era el.
"¿Y ahora qué? ¿La vas a besar de nuevo para "resolverlo"? Porque claramente funcionó tan bien la última vez." El sarcasmo de su lobo era imposible de ignorar.
—Cállate —ordenó Caelan, aunque no pudo evitar esbozar una leve sonrisa.
La reunión terminó, y los alfas comenzaron a dispersarse. Caelan, sin embargo, no perdió tiempo. Salió del despacho y se dirigió directamente a la sala donde sabía que encontraría a Lyra.