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Un Reloj… En Sus Sueños

Un Reloj… En Sus Sueños

Status: En proceso
Genre:Romance / Futuro / Pareja destinada / Amor eterno
Popularitas:1.9k
Nilai: 5
nombre de autor: Zoilo Fuentes

Un relato donde el tiempo se convierte en el puente entre dos almas, Horacio y Damián, jóvenes de épocas dispares, que encuentran su conexión a través de un reloj antiguo, adornado con una inscripción en un idioma desconocido. Horacio, un dedicado aprendiz de relojero, vive en el año 1984, mientras que Damián, un estudiante universitario, habita en el 2024. Sus sueños se transforman en el medio de comunicación, y el reloj, en el portal que los une. Juntos, buscarán la forma de desafiar las barreras temporales para consumar su amor eterno.

NovelToon tiene autorización de Zoilo Fuentes para publicar essa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

CAPÍTULO 2: EL TIEMPO DE ISABELLA

Cada mañana, en el umbral del alba, cuando las agujas de los relojes apenas rozan las ocho, el taller de relojería despierta. Las manecillas de los relojes en la pared avanzan con una precisión mecánica, marcando el inicio de una rutina que se ha convertido en un ritual sagrado.

Horacio, es el primero en llegar. Con manos hábiles y ojos atentos, descorre las pesadas y polvorientas cortinas de terciopelo, revelando las vitrinas llenas de relojes antiguos y piezas meticulosamente restauradas. Irvin, el maestro relojero, cruza el umbral con pasos medidos. Su bata blanca, ajada por años de dedicación, roza el suelo. A su lado, Sofía, la esposa de Irvin, lleva consigo el aroma tentador del café recién hecho. Sus ojos, como dos tazas de porcelana, brillan con complicidad.

El ritual comienza con el tintineo de la campanilla sobre la puerta. Los primeros clientes, curiosos y ansiosos, entran al taller. Algunos llevan relojes rotos, otros, relojes que han dejado de latir con el tiempo. Irvin, emerge de su pequeño despacho al fondo. Sus ojos detrás de las gafas redondas parecen contener la sabiduría de siglos.

Los clientes se agrupan alrededor del mostrador, compartiendo anécdotas y preguntando sobre el tiempo que llevará la reparación. Horacio, con su discreción natural, ofrece café caliente en tazas de porcelana. Las voces se mezclan con el aroma del café y el suave zumbido de las máquinas en el taller.

En la penumbra de una noche insomne, Horacio se enfrentaba a un alba inusual. Sus ojos, pesados como piedras, llevaban las marcas de una vigilia sin tregua. Las ojeras, profundas y sombrías, parecían narrar secretos oscuros. Sin embargo, su deber lo llamaba con una urgencia inquebrantable. El reloj de Isabella, meticulosamente restaurado, aguardaba su destino final. Horacio sentía la ansiedad danzar en su pecho, como un enjambre de mariposas inquietas. ¿Qué diría ella al verlo? ¿Notaría su fatiga, su esfuerzo desmedido por repararlo?

Isabella, apareció poco después. Su cabello oscuro estaba recogido en un moño impecable, y sus ojos brillaban con la expectativa de ver el reloj de su bisabuelo una vez más. Horacio la saludó con una sonrisa cálida, y juntos se dirigieron al mostrador de madera pulida.

— Isabella, aquí está el reloj de tu bisabuelo, meticulosamente reparado, le comenta con la voz temblorosa — Cada pieza, cada pulso, han sido cuidadosamente restaurados.

— Horacio, no sé cómo agradecerte. Este reloj es más que un objeto. Es un vínculo con mi familia, con el pasado, exclamó Isabella con sus dedos rozando la esfera del reloj.

Los ojos cansados de Horacio se encontraron con los de Isabella.

— No debes agradecerme, Isabella, le contestó con una sonrisa en el rostro. — Este trabajo fue diferente. Me sentí identificado con tu historia, con el legado de tu bisabuelo. No espero ningún pago.

Isabella, con una mezcla de sorpresa y gratitud, titubeó.

— Pero… ¿no puedo al menos compensarte de alguna manera?

Horacio negó con la cabeza.

— No es necesario. A veces, los engranajes del destino nos unen por razones más profundas. Este reloj, esta historia, me recordaron una vivencia propia.

Isabella, con una sonrisa tímida, insistió.

— Entonces, acepta mi invitación. Un día, cuando puedas, cenemos fuera. Quiero agradecerte de alguna manera.

Horacio, con el corazón latiendo más rápido, asintió.

— Acepto gustosamente, Isabella. El tiempo, parece, que nos ha tejido una amistad inesperada.

Isabella, con las mejillas encendidas como pétalos de rosa, deslizó el reloj restaurado en su bolso de cuero. Sin previo aviso, se inclinó hacia Horacio y depositó un beso suave en su mejilla. El gesto fue efímero pero cargado de significado. Luego, como una ráfaga de viento apresurada, giró sobre sus talones y abandonó el taller, dejando tras de sí el eco de su prisa y la promesa de una cena compartida en algún rincón de la ciudad.

...🕰️🕰️🕰️...

El domingo, ese día de pausa y reflexión, se deslizó sobre la ciudad como una melodía suave. Las campanas de la iglesia tañeron con cadencia, llamando a los fieles a la misa matutina. Las calles, generalmente bulliciosas, se sumieron en una quietud solemne.

En los parques, las parejas paseaban tomadas de la mano, compartiendo risas y secretos. Los niños correteaban, sus risas flotaban en el aire como burbujas de jabón. Los cafés abrieron sus puertas, y el aroma del café recién hecho se mezcló con el perfume de las flores en los jardines.

Ese bonito domingo, Isabella y Horacio salieron por primera vez. Así, bajo el sol de la tarde, se encontraron en una cafetería al aire libre. Las mesas de hierro forjado crujieron cuando se sentaron, y el camarero les sirvió café humeante y galletas caseras. Isabella habló con entusiasmo sobre su trabajo en la biblioteca, mientras Horacio la escuchaba atentamente.

— ¿Trabajas en la biblioteca, verdad?, preguntó Horacio, con curiosidad en sus ojos.

— Sí, soy la encargada, Isabella asintió. Es un lugar pequeño pero lleno de historias. Me encanta ayudar a los visitantes a encontrar los libros que buscan. A veces, incluso descubrimos joyas olvidadas en los estantes.

— Debe ser un lugar mágico. Horacio sonrió.

— Sí, lo es. Cada libro es una puerta a otro mundo, y yo tengo la llave. Isabella asintió de nuevo.

Horacio escuchó atentamente, imaginando las estanterías llenas de secretos y aventuras e Isabella compartió con Horacio su amor por las palabras.

...Isabella y Horacio disfrutando juntos de un rico café y una agradable plática....

Isabella miró a Horacio con curiosidad, como si quisiera desentrañar los misterios que se escondían tras sus ojos.

— ¿Y tú, Horacio? Cuéntame sobre tu vida, le instó.

Horacio tomó un respiro y comenzó a narrar su historia…

Habló de su infancia en un pequeño pueblo donde los campos de trigo se extendían hasta donde no alcanzaba la vista.

“Mi familia, modesta pero llena de amor, vivía en una casa con tejas rojas. Mi abuelo, un hombre sabio y de manos curtidas, era el corazón de nuestro hogar. Siempre llevaba un reloj de bolsillo, y yo quedaba hipnotizado por su tic-tac constante.

Mis días transcurrían entre la escuela y el taller de mi abuelo. Sí, estudié en la escuela local, aunque mi mente siempre estaba en otro lugar. Las matemáticas y la gramática no me interesaban tanto como los mecanismos y las esferas de los relojes. Mi hermano mayor, Lucas, también compartía esta pasión. Juntos desarmábamos viejos relojes de pared y los volvíamos a armar, como si fuéramos magos que dominaban el tiempo.

Pero mi verdadero maestro fue mi abuelo. Él me enseñó a apreciar la precisión, la paciencia y la belleza de los relojes. Cada tarde, después de la escuela, me sentaba junto a él en el taller. Mi abuelo me mostraba cómo ajustar las agujas, cómo pulir las cajas de metal y cómo escuchar el latido del corazón de un reloj recién reparado. A medida que crecía, mi vínculo con mi abuelo se fortalecía. Él me contaba historias de relojeros legendarios, de complicaciones astronómicas y de viajes a lejanas latitudes. Soñaba con ser como él, con crear relojes que trascendieran el tiempo y se convirtieran en herencia para las generaciones futuras.

Pero la vida da giros inesperados. Cuando mi abuelo falleció, sentí que algo se rompía dentro de mí. Fue entonces cuando Don Irvin, un maestro relojero de renombre, entró en mi vida. Él me ofreció un puesto en su taller de relojería y me enseñó que los relojes no solo miden el tiempo, sino que también cuentan historias, guardan emociones y conectan a las personas.

Así fue como terminé trabajando en el taller de Don Irvin, rodeado de relojes que susurraban sus secretos y de clientes que confiaban en mi habilidad. A veces, cuando ajusto una aguja o escucho el tic-tac de un reloj recién reparado, siento la presencia de mi abuelo. Él sigue vivo en cada engranaje, en cada esfera que pulo con cariño.”

El relato de Horacio tejía un hechizo en el corazón de Isabella. Cada palabra, como un hilo invisible, la envolvía y la conectaba con el joven relojero. Sin embargo, en los ojos azules de Horacio, ella percibió una sombra, un misterio que se escondía detrás de su relato. Isabella no pudo resistirse:

— Horacio, susurró. — ¿qué te aflige? Tu mirada revela más de lo que cuentas. ¿Hay algo que no me estás diciendo?

Horacio titubeó, sus dedos acariciaron el reloj de bolsillo que ahora llevaba consigo.

— Tengo sueños que no puedo explicar. Son como sombras que se deslizan entre mis pensamientos, como si alguien hubiera abierto una puerta hacia otro mundo. Antes, mis noches eran tranquilas, pero ahora… ahora me persiguen.

—¿Sueños extraños? preguntó Isabella apenas susurrando. — ¿Qué tipo de sueños, Horacio?

Horacio se pasó una mano por el cabello revuelto mientras que sus ojos buscaban respuestas en el cielo.

— Son como fragmentos de otro mundo, comentó. — Me encuentro en un reloj gigante y sus engranajes giran a mi alrededor. El tic-tac es ensordecedor, y siento que estoy atrapado en el tiempo mismo. Pero lo más extraño es la figura que aparece: es una silueta, murmuró, una figura sin rostro. Siempre me dice algo, pero nunca puedo recordar sus palabras al despertar.

Isabella, a su lado, sintió el escalofrío del misterio.

—Tal vez, sugirió, esa sombra sea un enigma que debas resolver.

Horacio suspiró.

—No lo sé, Isabella. Pero siento que esos sueños están conectados con mi abuelo, con el taller y con algo más profundo. Como si el tiempo mismo quisiera decirme algo importante.

Isabella asintió:

— Quizás tus sueños son hilos que conectan tu alma con algo más allá. Algo que espera ser descubierto.

Horacio miró a Isabella con sus ojos llenos de incertidumbre.

— ¿Crees que pueda encontrar respuestas? Porque en esa silueta, creo que yace la clave de todo lo que soy y todo lo que seré.

Isabella sostuvo la mirada de Horacio, sus ojos reflejaron la determinación del joven relojero.

— Horacio, dijo con suavidad, las respuestas a menudo se esconden en los lugares más inesperados. Si esa silueta te llama, si sientes que es la clave de tu destino, entonces sí, creo que puedes encontrar respuestas. Pero recuerda, a veces el viaje es más importante que el destino en sí mismo.

Ese domingo inusual se desvaneció como un sueño al amanecer, pero sus efectos perduraron en los corazones de Horacio e Isabella. A pesar de todo, el compartir entre ellos fue más cálido y genuino de lo que habían imaginado. La risa fluyó como un río, y las palabras se tejieron en una conversación que parecía no tener fin.

Para Horacio, aquel encuentro era un bálsamo para su alma inquieta. La amistad con Isabella se afianzaba, y él encontraba consuelo en su compañía. No había esperado más que eso, pero ahora, en retrospectiva, se daba cuenta de que había encontrado algo especial.

Isabella, por su parte, sentía que su corazón latía al ritmo de un reloj antiguo. Cada gesto de Horacio, cada palabra compartida, la envolvía en una dulce contradicción. ¿Cómo podía alguien ser tan maravilloso y, al mismo tiempo, tan enigmático?

En aquel domingo inusual, Horacio e Isabella descubrieron que a veces, las paradojas del corazón son las más hermosas. Y mientras el reloj de la vida seguía su marcha, ellos se aferraban a ese instante, sabiendo que habían encontrado algo raro y precioso: una amistad que podría cambiarlo todo.

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FERM
Horacio tenía un padrastro homofóbico por sus propios traumas
Merilyn Shelby
que poeta /Drool/
FERM
Me encanta el espíritu de Damián 🤭. No tiene miedo a nada
Niko F.: Corrijo… enamorado 😅
Niko F.: Está enamora y eso borra todos los miedos!!
total 2 replies
FERM
Qué es el internet? 😅
FERM
Espero el próximo capítulo con ansias 😱
FERM
Me encanta la creatividad con los que se han creado cada uno de los personajes🤭🤭
Enoch
Enganchada totalmente
Niko F.: Gracias, es muy importante para mí tu comentario!!
total 1 replies
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