MALDITO AMOR

Con cada lágrima que derramaba de sus atractivos ojos esmeralda, Aiden recordaba algunas memorias desde que se hizo cargo de su sobrina, Gracias a su jefe, y por piedad de la esposa de este, habían registrado de manera ilegal a Aiden como su tutor.

Así mismo, le habían dado un nuevo nombre y asegurado de que su existencia solo fuera conocida por muy pocos. A medida que la niña crecía, siendo cuidada por una niñera que él contrataba con el dinero que ganaba con cada limpieza, le hacía recordar mucho a la dulzura de su hermano.

Por eso, para evitar la maldición, había hecho algo que nunca hizo en su vida:ir a una iglesia. Siendo bautizado en la misma, y sin dar muchas explicaciones, el sacerdote bendijo un rosario el cual le había ayudado por muchos años.

Sin embargo, no solo la maldición lo acechaba, sino también la oscuridad del trabajo le pasaba factura. Aunque al principio seguía sin acostumbrarse, ahora con la responsabilidad de una boca más por alimentar, tuvo que seguir con dicho trabajo y aceptar más de lo que hacía antes.

Sentía como poco a poco sus sentimientos se enfriaban, acostumbrando a su alma a ver escenas tan grotescas, sangre por doquier y cuerpos terriblemente torturados. No obstante, Rose, con ayuda de su niñera, siempre lo recibía con un plato de comida cada que regresaba y aquello lo hacía olvidarse de todo. Aunque solo fuera por unas horas.

—Lo siento—dijo Aiden—soy un bueno para nada...yo...yo no pude evitar tu muerte y ahora, en esta ocasión, fui yo quien la provocó.

Deteniendo su mano, se alejó de su cabello y del cuerpo de Rose, limpiándose con fuerza las lágrimas que caían por su rostro. Su corazón, que estaba dejando de latir por el dolor de la muerte de este, ahora volvía a retomar la fuerza de sus latidos, pero con una nueva motivación.

—Lo juro Rose—susurró—los mataré a todos...los Valentine sufrirán en esta vida todo el mal que han hecho.

Dándole la espalda, suspirando con pesadez, salió de la morgue, encontrándose con Anna. Aunque el abrazo de ella no era el que quería, se acercó hasta su prometida y la abrazó con fuerza, fingiendo oler su cabello.

—Lo lamento tanto, Aiden—lo consoló.

—Estoy tan solo, Anna—dijo mientras contenía el llanto—solo te tengo a ti, mi vida.

Anna sonrió, complacida, por haber hundido a tal punto a Aiden, que no le importaba nada más que solo ella. No obstante, Aiden, quien entendía que necesitaba poder para ir en contra de los Valentine, debía hacer que Anna sintiera su dependencia para continuar con la boda y poco a poco ir escalando en la mafia.

.

.

.

.

Desconociendo lo que estaba ocurriendo en el mundo real, la chica rubia que había despertado en aquel mundo infernal, seguía caminando entre las decenas de salas donde solo había piscinas. Temblando por el frío tan terrible que hacía, donde podía ver incluso el aire que exhalaba, llegó hasta una gran escalera.

Escuchando los ecos del agua de las piscinas, con lentitud y aún débil en las piernas, empezó a subir cada uno de los escalones, sintiendo como agujas se enterraban en la planta de sus pies por lo frio que estaba el suelo. A medida que avanzaba solo podía seguir viendo las características lozas, sin señal alguna de las salidas.

Al llegar a las cimas de las grandes escaleras, su corazón volvió a sollozar del terror, esta vez al ver frente a ella dos grandes pozos de los cuales caían dos cascadas. Una de las cuales el agua estaba teñida de color negro.

Recelosa por cada paso que daba, caminó entre ambos pozos, en medio de aquel blanco terrorífico que daba color a las paredes. Finalmente, llegó hasta una gran plaza, la cual tenía en el centro una palmera metálica rodeada por varios bancos.

Así mismo, dicha plaza tenía acceso a tres escaleras que daban a distintas zonas inferiores; sin embargo, lo que le llamó la atención fue un pedazo de papel pegado en el tronco de la palmera falsa. Así, acercándose con cuidado, lo despegó para leerlo:

"El agua oscura es mala"

Frunciendo el ceño ante el extraño mensaje, dejó la nota atrás antes de continuar caminando. Después de pensarlo por varios minutos, continuó por la escalera derecha. Igual de grande y fría que la anterior, se sostuvo con fuerza del pasamanos hasta ver que en el fondo había en efecto dos piscinas.

Parecía que ambas daban paso a un largo pasillo con zonas infantiles, como si de un circuito se tratara. No obstante, en la piscina de la derecha, el agua que estaba era negra, como si fuera petróleo. Extrañada ante tal escena, se giró al escuchar unos pasos detrás de ella.

No tuvo tiempo de ver que era lo que estaba corriendo cuando sintió como algo la aventaba por las escaleras y la hacía caer fuerte contra el piso inferior, provocando que escupiera un poco de sangre por la boca.

No obstante, lo más aterrador fue darse cuenta, en medio de su dolor, de que se trataba de la misma criatura que la había atacado antes de caer al remolino. Como pudo, comenzó a arrastrarse, pero sus intentos eran vanos.

Podía observarla de mejor forma, sobre todo los trozos de carne podrida que desprendían de su torso desnudo y la bilis negra que salía de sus axilas. Así mismo, las venas tan marcadas y su corazón casi expuesto que aún latía.

A punto de atacarla con su machete, la joven gritó mientras se cubría su rostro, antes de escuchar como unos segundos pasos se escuchaban y como algo pesado era lanzado hacia el otro lado. Abriendo de nuevo sus ojos, observó con terror como la criatura se hundía en la piscina con el agua negra.

No era petróleo lo que había, eso era seguro, parecía ser más bien ácido. Ya que a medida que se hundía, podía ver como la criatura luchaba por salir, mientras toda su carne se disolvía, despidiendo olor putrefacto que casi la hace vomitar.

—¿Estás bien?—la voz de un hombre llamó su atención.

Girando su rostro, observó que se trataba de un hombre al parecer mayor que ella, blanco y rubio. Su barba marcada solo hacía acentuar su postura imponente. Su cuerpo musculoso le permitía sostener un mazo que parecía ser pesado y con el que posiblemente haya golpeado a la criatura.