En una época donde la alta sociedad, la reputación y las apariencias determinan el estatus de las personas, una joven Baronet se inscribe a la escuela más prestigiosa donde la crema y nata de la sociedad se reúnen para forjar a los futuros nobles y gobernantes del reino. Ahí tendrá que sobrevivir a los abusos y humillaciones de sus compañeros para ganarse un lugar dentro de la alta sociedad y recuperar el honor de su familia que ha sido pisoteado desde hace tres generaciones.
Pero sus planes podrían verse afectados con la repentina aparición de fenómenos paranormales y eventos más allá de la comprensión humana, que asolan la institución. Y que aparentemente iniciaron el mismo día que conoció a un conde atractivo, de figura galante y atractivo sobrenatural.
¿Qué misterios ocultan sus ojos carmesíes y su cabello negro como la obsidiana?, ¿será nuestra protagonista capaz de sobrevivir entre las fauces de dos bestias hambrientas?, ¡échale un vistazo a esta historia de romance y terror!
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Capítulo 13: Pánico En La Fiesta Elegante Parte: 1
Uno de los encapuchados reveló su rostro, y tan pronto como lo hizo, los presentes suspiraron sorprendidos y disgustados.
Lisa en cambio, solo estaba muy nerviosa, su corazón se aceleró con más fuerza y tuvo ganas de salir huyendo para no atestiguar la "ira de los nobles". Pero el conde sujetó su mano con fuerza, y la acercó más a él como si tratase de protegerla.
– "Tenemos que hablar... en privado milady... Pero después de la fiesta". –susurró el conde al oído de Lisa. Él también estaba consciente de lo que estaba pasando y de lo que iba a suceder a continuación.
– ¡Muy buenas noches, preciosas damas y honorables caballeros! –gritó quien parecía ser el líder: Un hombre alto, robusto y de aspecto rudo, calvo y con una barba abundante y también tenía perforaciones que iban desde sus cejas pobladas, hasta sus fosas nasales–. ¡Agradecemos enormemente al marqués Reagan por invitarnos al gran banquete de esta fiesta, de todo corazón, lo agradecemos. –El hombre puso su mano izquierda en su pecho, e hizo una reverencia. Y los invitados suspiraron con desdén.
– "Que maleducados".
– "Que horribles".
– "Seguro que son delincuentes".
– "Llamen a la seguridad para que los echen".
– "¿Cómo se atreven a venir con esas fachas?, los pobres cada día son más atrevidos".
– "No reconocen su lugar, y luego dicen que uno es el malo por tratarlos como se lo merecen".
Opinaron casi todos los invitados y se alejaron tanto como pudieron de los nuevos invitados, como si de leprosos se tratase.
– Disculpe... ¿Podrían decirnos quiénes son ustedes y si fueron invitados a este evento de máxima categoría? –preguntó la señorita Magnuson usando un tono altanero y pretencioso.
– Solo somos unos pobres viajeros milady –respondió el hombre, mientras rascaba su barba con mala educación–. Hemos viajado desde muy lejos, y no hemos comido absolutamente nada, pero el marqués nos ha invitado a cenar, dijo que estaría bien si comíamos hasta saciar nuestro apetito en la fiesta del conde.
– ¿Ah si?, no me diga.
– "Es obvio que están mintiendo, solo son vagabundos" –susurró la señorita Willow al oído derecho de Lilliette Magnuson.
– "¿Quién los dejó entrar?, ¿dónde estarán los guardias?, no importa hoy rodarán sus cabezas, tenían un solo trabajo y fallaron" –susurró Robert Cash al oído izquierdo de la futura baronesa.
Se escucharon cada vez más murmullos desagradables, y rumores despectivos de todo tipo hacia el grupo de personas hambrientas. ¿Eran pordioseros?, ¿sufrían de algún retraso mental, o simplemente eran personas sin escrúpulos ni educación?, por su pinta fácilmente podían ser alguna de esas cosas, ¿o por qué no?; todas esas cosas al mismo tiempo. Definitivamente la reputación del marqués iba a decaer enormemente si lo que decían los supuestos viajeros era la verdad.
– ¿Podemos cenar? –preguntó otro de los encapuchados, mientras llevaba su dedo índice hasta su boca para morderlo como si de un tic nervioso se tratase.
– Tenemos mucha hambre –añadió otro miembro más del grupo: esta era una mujer de apariencia demacrada y descolorida, de cabellos castaños y enredados.
Entonces las miradas se posaron sobre el conde, los presentes estaban esperando su respuesta, las miradas venían de todas las direcciones clavándose como cuchillos en sus espaldas, todos esperaban que los pusiera en su lugar y los mandara a echar a rastas pero simplemente guardó silencio.
– ¡Por supuesto! –se adelantó a responder la señorita Magnuson, e inmediatamente después aplaudió dos veces para llamar a un miembro de la servidumbre–. Ve a la cocina y tráele a los... "Invitados" algo que "puedan comer". –Fue su orden, a pesar de que en el salón ya habían mesas con manjares exquisitos servidos y listos para el consumo.
Entonces la sirvienta regresó, cargando consigo bandejas sucias y repletas de las sobras ya echadas a perder que se habían utilizado para preparar los aperitivos que ya estaban servidos en las otras mesas. Y así fue y le entregó a cada uno de ellos un plato.
Mientras tanto, los invitados de la clase alta fueron a recoger y a ocupar todos los asientos que estuvieran disponibles en el salón. Todos se movieron a gran velocidad, y hasta que el sonido de los muebles siendo arrastrados de un lado a otro, se convirtió en la nueva melodía de la noche. Harían esto con tal de impedirles sentarse en algún lugar cómodo, después de todo sus finos asientos estaban hechos de tela y algodón exportado, no era para que cualquiera se sentara sobre ellas, y menos unas personas empapadas y sucias, que esparcían lodo con cada paso que daban. Si querían comer debían hacerlo en el suelo.
– ¿Nos dan permiso de comer? –preguntó el hombre calvo, expresando una sonrisa sincera, a pesar de los intentos de los nobles por humillarlos cada vez más.
– ¡Adelante! –gruñó la señorita Lilliette, ahora disgustada–. Al parecer no están tan perdidos, después de todo las mascotas deben pedirle permiso a sus amos para cualquier cosa... Solo traguen y esperen a los guardias, por qué los voy a mandar a encerrar por irrumpir con mentiras a esta hora y en nuestra fiesta privada. –Dijo en un tono hostil, y con una mirada aterradora–. Deberían agradecer que he sido generosa con todos ustedes y les permití comer de nuestra cocina, esa será la mejor comida que van a probar en mucho tiempo.
Pero algo más ocurrió en ese preciso momento. Algo inesperadamente conmovedor, que tan solo le revolvió el estómago a los adolescentes inmaduros y arrogantes que estaban en la fiesta:
Lisa Bellstar, hija de una familia de baronets, los nobles de menor rango, y estudiante de segundo año de la academia Edem, fue y se acercó al grupo de viajeros, y les entregó una hogaza de pan, de las que estaban servidas en el banquete y que sus compañeros trataron de negarles a toda costa.
– Perdón por no poder ofrecerles más, no es mi fiesta –se disculpó, mientras sus labios temblaban y sus ojos se cristalizaban cada vez más. Ella mejor que nadie conocía la crueldad con la que los nobles trataban a los plebeyos, y nunca le fue fácil lidiar con esta realidad desde que comenzó sus estudios en la academia Edem. También había sido víctima de sus compañeros, y de sus tratos y humillaciones, y si bien le dolía ser maltratada, le dolía incluso más ver a otras personas sufrir los mismos maltratos. Personas que fácilmente podrían ser, los padres o hermanos de alguien. Esas humillaciones eran el pan de cada día no solo en la academia Edem, si no también en todo el país–. ¡Buen provecho! –dijo con una sonrisa.
Ante el acto de generosidad y empatía de la señorita Bellstar, se desató otra ola de comentarios negativos hacía su persona. Palabras que dolían como navajas que cortaban la piel, pero eso era algo a lo que Lisa ya estaba acostumbrada.
– ¿¡Cómo te atreves a hacer eso sin mi permiso, escoria!? –rugió la futura baronesa, y columpió su brazo con furia, con la palma abierta, tratando de abofetear a la joven de cabello acaramelado, tal y como ya lo había hecho en el pasado.
– Cuánta soberbia, espero que logres saciar mi apetito –le dijo la mujer demacrada a la señorita Lilliette, quien había quedado atónita al ver cómo aquella mujer escuálida y de apariencia lamentable, frenó su ataque hacía Lisa Bellstar, y con una sola mano. Y la mujer le clavó sus uñas mugrientas en su piel blanca y delicada, hasta que la hizo gritar de dolor.
"Ya nos dieron permiso, ya podemos comer"
Y finalmente la situación colmó:
Una ventisca invernal ingresó con furia en la habitación, como si de un pequeño tornado se tratase. El viento furioso abrió las ventanas de par en par, y arrancó las finas cortinas de las paredes. Las mesas, las sillas y demás enseres que habían en la habitación salieron volando por los aires, provocando un desastre en el lugar. Las prendas de las doncellas se rasgaron y el viento también había arruinado sus peinados perfectos. Además de eso, se apagaron todas las luces que iluminaban el salón de fiestas; una por una se fueron extinguiendo, las llamas de cada vela o linterna que ahí había. Entonces los cinco sujetos comenzaron a retorcerse y a emitir quejidos de dolor, pero los sonidos que emitían no eran humanos... Eran como animales salvajes, que aullaban y gruñían.
La situación rápidamente se volvió aterradora, y todos los presentes retrocedieron aterrados mientras escuchaban lo que parecía ser el crujido de huesos de los cinco viajeros, que aún se retorcían en el suelo. Aparentemente, estaban sufriendo algún tipo de dolencia.
Cuando la última luz se extinguió solo hubo oscuridad total absoluta, y en medio de la confusión hubo un golpeteo feroz, como si algo hubiera caído al piso con brutalidad y acto seguido se escuchó un alarido, que provocó la euforia y los gritos de desesperación de los invitados presentes.
Entonces la luz de la luna de sangre que ahora se alzaba espléndida en los cielos, penetró en la habitación a través de las ventanas. Y gracias a que el salón de fiestas fue débilmente iluminado por la luz carmesí de la luna sangrienta, los invitados pudieron distinguir lo que tenían de frente:
Ante ellos estaba la mujer demacrada, que hacía unos minutos detuvo la agresión de la señorita Magnuson. Pero ahora su apariencia era monstruosa; su piel se volvió azulada, como si fuese un cadáver, su cabello ahora era de color negro y llegaba hasta sus pies, sus orejas que ahora eran puntiagudas y alargadas sobresalían de su melena, y sus ojos eran completamente negros, sin vida y sin alma. Y su boca mostraba una sonrisa perturbadora, que exhibía sus dientes afilados como navajas y cubiertos de un líquido azul que goteaba de ellos. En sus manos sujetaba el cuerpo inerte de uno de los invitados, del cual goteaba sangre azul desde su garganta.
– "Un demonio... Es un demonio" –susurró Lisa Bellstar, mientras retrocedía lentamente, ya que ella era la más cercana a la criatura, pero al parecer el monstruo no tenía intenciones de atacarla.
“No, no lo es”.
– “Gracias por la comida" –dijo la monstruosidad de dientes afilados, y luego arrojó el cuerpo como si fuese un costal viejo. El joven seguía vivo, estaba casi sin aliento y jadeaba como un moribundo, pero sus ojos ahora se habían vuelto completamente blancos.
Y la criatura emitió un alarido ensordecedor. Que terminó de provocar el pánico y el terror en la fiesta elegante, y se escucharon los pasos apresurados de los invitados y los sirvientes, mientras huían de un lado para otro como una estampida de elefantes furiosos; ellos arrasaban con todo lo que se interpusiera en su camino, e incluso eran capaces de todo con tal de escapar, algunos tuvieron que abrirse paso empujando con fuerza a sus compañeros, y fueron capaces incluso de tirar de las greñas de las señoritas con tal de adelantarse a la salida. Cada quién trataba de huir por su vida, y poco les importaban aquellas personas que dejaban atrás, o a quienes fueran a lastimar con tal de salvar su pellejo.
“Ninguno verá el amanecer otra vez" .
Alcanzó a leer la señorita Bellstar, cuando se giró en dirección a la puerta, y vio el mensaje escrito con sangre púrpura. Y entonces lo sintió... Una respiración en su nuca, y el tacto de una mano fría que se posaba sobre su hombro... Alguien estaba detrás de ella.