El maltrato que sufrió Alessandro en toda su niñez se verán opacada cuando un chico de otra ciudad, lo empieza a tratar de una manera distinta.
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Capítulo 17: Latidos
Un, dos, tres... Estaba mirando a Alessandro en la cama, su cuerpo tan frágil y sin moverse, simplemente respirando por el aparato que tenía en su boca. Mis pies golpeaban el suelo por el estrés, mi cabeza estaba llena de voces que me decían que hiciera algo estúpido. No obstante, estaba muy concentrado en él que no me movía de ahí.
Mi mamá y papá entraron a la sala, se acercaron a mí y me agarraron del hombro.
—¿Hijo, estás bien? —preguntó mi papá.
—Pueden mirarlo un ratito, ya vuelvo —les dije y salí de ahí.
Vi a la enfermera de antes y le pregunté quién había traído a Alessandro en ese estado. Ella me proporcionó la información necesaria; sabía en dónde vivía.
—Me las van a pagar —empujé la puerta saliendo con las venas marcadas en mi cuello de la bronca.
Caminé por el bosque hasta que llegué a una cabaña. Por lo que me dijo la doctora, eran cazadores y era ilegal cazar en esa área. Golpeé la puerta y no abrieron. Golpeé varias veces muy insistentemente.
—¡Abran la puerta, ahora! —ordené. Pateé la puerta.
—¿Quién es? —dijo una voz de adentro.
—¡Ustedes son pedazos de animales! —rompí la puerta.
—Le dieron un balazo a mi todo —agarré al viejo por el cuello.
—Ahora está acostado en una cama sin moverse —hablaba con el llanto mientras salpicaba saliva cuando hablaba.
—Pero el disparo no era para él —dijo el hombre.
—Ah, no? — pregunté.
—No, él se metió en el camino, es su culpa —dijo el hombre.
Me descontrolé y empecé a golpearlo con cólera y fuerza. Lo tumbé al piso y seguí golpeándolo. Mis manos sangraban. Después de tranquilizar mi respiración agitada, me levanté y me dirigí a la puerta. —La próxima vez fíjense bien a dónde van a disparar —lo amenacé y salí de ahí.
Mi frustración se había ido ya del todo. Caminé en dirección al hospital. Cuando me llegó un mensaje, miré para ver quién era, y era él, era Alessandro.
—¿Lucas, todavía sigues enojado conmigo? —me preguntó. Le respondí que no era así. Guardé el celular y fui corriendo ahí.
Entré otra vez y estaba con los ojos abiertos mirando el lugar. Me desesperé y lo acaricié. No podía abrazarlo ya que estaba delicado.
—No sabés cuánto me preocupé por vos —lloraba mientras lo miraba a los ojos.
—Me asustáste un montón —le di besos en la frente.
—Pensé que te habías enojado conmigo, por eso te distanciaste de mí —me dijo.
—No, pero ¿por qué estaría enojado contigo? —le respondí.
—Estaba enojado conmigo, por no ser lo suficientemente valiente —dije.
Pensé en decirle las cosas que sentía por él, pero me las guardé. No quería empeorar las cosas con él y más en su estado actual.
—Después te cuento qué me pasó —le respondí.
Él agarró mi mano y notó la sangre. Me tocó para ver si me dolía y si me dolía. —¿Qué te pasó? —preguntó Alessandro.
—Estaba antojado y golpeé unos árboles —mentí.
—Ahora descansa, así nos vamos de acá —le ordené.
Pasaron tres días y Alessandro ya volvía a estar de nuevo en la casa de mis tíos. Estábamos preparando el viaje de nuevo a Buenos Aires. El viaje fue normal. Alessandro dormía en el asiento que estaba a mi lado, su mano en la mía.
—¿Por qué sentía que él también sentía cosas por mí, pero no me atrevía a decirselas? —me cuestionaba.
Después de mucho, llegamos a casa. El subió a dormir a la habitación, yo lo seguí y vi cómo se acostaba con dificultad. Se acomodó y lo tapé un poco.
—Dormí un rato, yo te cuido —le dije.
—¿No me vas a dejar solo? —me preguntó.
—No, estoy acá con vos y no me voy a ir a ningún lugar —le respondí.
Ya se había dormido y sonreí. Me acosté en el suelo, ya que no quería lastimarlo con mi cuerpo o algo.
En la madrugada, sentí una mano que me tocaba el hombro. Miré y era Alessandro.
—Dormí conmigo, no quiero dormir solo —dijo él, y yo sentí una desesperación.
Subí y me acosté con él. No lo abracé, pero él sí lo hizo conmigo.