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La Campesina Y El CEO

La Campesina Y El CEO

Status: Terminada
Genre:Equilibrio De Poder / Traiciones y engaños / Amor Campestre / Completas
Popularitas:87.4k
Nilai: 5
nombre de autor: Maria L C

Cuando el exitoso y temido CEO Martín Casasola es abandonado en el altar, decide alejarse del bullicio de la ciudad y refugiarse en la antigua hacienda que su abuela le dejó como herencia. Al llegar, se encuentra con una propiedad venida a menos, consumida por el abandono y la falta de cuidados. Sin embargo, no está completamente sola. Dalia Gutiérrez, una joven campesina de carácter firme y corazón leal, ha estado luchando por mantener viva la esencia del lugar, en honor a quien fue su madrina y figura materna.

El primer encuentro entre Martín y Dalia desata una tormenta: él exige autoridad y control; ella, que ha entregado su vida a la tierra, no está dispuesta a ceder fácilmente. Así comienza una guerra silenciosa, pero feroz, donde las diferencias de clase, orgullo y heridas del pasado se entrelazan en un juego de poder, pasión y redención.

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Capitulo 20

La Hacienda Casasola estaba viva. El canto de los gallos, el movimiento de los peones y el aroma del café recién hecho formaban parte de la rutina diaria. Pero ese día, el ambiente estaba cargado, como si la tierra misma supiera que algo estaba por romperse.

Los Montalvo llegaron a la Hacienda Casasola en una caravana de camionetas lujosas que contrastaban con el paisaje polvoriento del campo. Eran tres: Don Ernesto Montalvo, el patriarca de rostro endurecido por los años y la ambición; su hijo Fabián, un hombre altivo de sonrisa falsa; y su nieto Joaquín, joven, impulsivo y con mirada desafiante. Se bajaron con aire de conquista, como si ya fuesen dueños del lugar.

Pero esa mañana todo se detuvo al ver llegar a los Montalvo. Los peones dejaron de trabajar por un segundo, murmurando entre ellos. La cocinera, la señora Elena, se persignó al verlos desde la ventana de la cocina, como si un mal presagio hubiese cruzado el umbral de la hacienda.

Don Ernesto caminó al frente, su bastón golpeando el suelo seco con autoridad. Observó cada rincón del terreno con ojo calculador, como si ya estuviera planeando lo que cambiaría, lo que derrumbaría, lo que sería suyo.

—Bonito lugar —dijo Fabián, ajustándose los lentes oscuros mientras soltaba una risa ligera y hueca—. Para estar en medio de la nada, claro.

Joaquín no dijo nada, pero sus ojos se clavaron en la casa principal, en los balcones de madera, en los muros encalados que ya empezaban a mostrar grietas por los años. Algo en su interior se removió, aunque ni él mismo supo decir qué era: admiración, desdén, o quizá envidia.

Los recibió Tomás, el capataz, un hombre de mediana edad, flaco como un junco pero sólido como un roble. No esbozó una sonrisa. Solo asintió con la cabeza.

—Bienvenidos a la Hacienda Casasola. El señor Martin los espera.

—Ya era hora —gruñó Don Ernesto, sin mirar al viejo.

Avanzaron por el corredor central, donde los retratos de los antiguos dueños observaban desde las paredes, altivos, severos. Joaquín se detuvo frente a uno: una mujer de cabello oscuro y mirada intensa.

—¿Quién es? —preguntó.

Tomás se giró, sin necesidad de mirar el retrato para saber a cuál se refería.

—Doña Teresa Casasola. Fundadora de esta hacienda. Dicen que su espíritu todavía ronda por aquí.

Joaquín sonrió de lado, como si la idea le divirtiera.

—Espero que no le moleste que tengamos otros planes para su casa.

Tomás no respondió. Simplemente siguió caminando.

Al llegar al despacho, Martin Casasola los esperaba de pie, detrás de un escritorio antiguo que alguna vez perteneció a su abuelo. Una estructura colonial que hablaba de siglos de historia familiar. Vestía con sencillez: camisa blanca arremangada, pantalón de mezclilla, sombrero de palma. Su porte era sereno, pero su mirada era un espejo de hielo.

Era un hombre maduro, de voz profunda y modales austeros. A su lado, Dalia observaba con frialdad, con los brazos cruzados y el corazón alerta. Tenía la misma intensidad en la mirada que el retrato de Doña Teresa.

—Ernesto Montalvo—dijo Martin sin levantarse—. Nunca pensé verlo por aquí.

—Los negocios llaman, Pensé que trataría con un adulto, no… con usted —respondió Don Ernesto, con una sonrisa que no alcanzó a tocar sus ojos—. Y este pedazo de tierra tiene potencial. No dejaré que se marchite por romanticismos.

Dalia apretó la mandíbula. Fabián la notó y sonrió con arrogancia.

Don Ernesto fue el primero en hablar:

—Don Martín, qué gusto finalmente conocernos cara a cara. Mi familia ha seguido con interés lo que ha hecho con esta tierra, aunque... —hizo una pausa condescendiente— sabemos que no es hombre de campo.

Martín asintió levemente.

—Es cierto. No nací aquí, pero llevo suficiente tiempo para amar esta tierra como mía.

Fabián sonrió con arrogancia.

—Precisamente por eso estamos aquí. Sabemos que esto del campo es complicado, consume tiempo, esfuerzo y, francamente, no siempre da frutos. Usted podría deshacerse de esa carga y obtener una buena ganancia. Nosotros sí sabemos cómo hacerlo rentable.

Fabián añadió, casi con desprecio:

—Lo suyo es la ciudad, Don Martín. Allá es donde se hacen los negocios de verdad. Aquí... esto es tierra sin futuro.

—Estamos aquí para hacer una oferta. Una generosa.

—No estamos vendiendo —respondió Martin con firmeza.

—Todo tiene un precio —dijo Fabián, acercándose un poco más de lo necesario a Dalia —Solo hay que saber encontrarlo.

Ella lo miró, sin inmutarse.

—Y también todo tiene un límite.

Dalia apretó los puños. Martín respiró hondo antes de responder.

—Les agradezco la preocupación. Tienen razón en algo: no conozco todo sobre el campo. Pero sí sé que esta tierra tiene historia, tiene memoria. Y no estoy interesado en venderla.

Don Ernesto alzó una ceja.

—¿Está seguro? La oferta que traemos es más que generosa. Puede salir ganando mucho dinero.

Martín se inclinó ligeramente hacia adelante, con calma, pero con firmeza.

—Y yo tengo el dinero para comprar lo de ustedes. Si están tan interesados en hacer negocios por estas tierras, les propongo esto: véndanme lo suyo.

El silencio fue inmediato. Un murmullo lejano del viento rompió la quietud del momento. Los ojos de Fabián se encendieron con furia.

—¿Nos está tomando el pelo? ¡Nosotros venimos a comprar, no a vender!

Fabián se acercó, su voz cargada de amenaza:

—No sabe con quién se está metiendo, Don Martín. Podemos hacer que esto no le convenga en lo absoluto. Podemos... acabar con lo que tiene.

Dalia dio un paso adelante, pero Martín alzó una mano suave, calmándola. No dejó de mirar a Fabián.

—Eso suena a amenaza.

Don Ernesto, en tono más frío, dijo:

—Es una advertencia. Esta tierra puede volverse muy hostil para quienes no saben defenderla.

Martín no respondió de inmediato. Tomó su sombrero y lo ajustó con lentitud. Luego se dirigió a los tres hombres con voz firme:

—Los negocios que valen la pena son los que se construyen con respeto. No estoy en venta. Y si alguna vez lo estuviera, sería a quien entienda que esta tierra no es solo polvo y árboles. Es hogar.

Los Montalvo se miraron entre sí. Sin despedirse, dieron media vuelta y subieron a sus camionetas. El rugido de los motores marcó su salida, dejando una nube de polvo en el aire.

Dalia corrió hacia Martín, lo abrazó con fuerza.

—Estaba tan preocupada... Pero me siento tan orgullosa. Cómo los enfrentaste, con esa seguridad... —su voz temblaba, pero su mirada brillaba.

Martín la sostuvo entre sus brazos.

—No tienen idea de lo que esta tierra significa. No se la vamos a dejar a cualquiera.

Esa noche, la Hacienda Casasola fue más que una casa. Se convirtió en un símbolo de resistencia. Los trabajadores, los vecinos, los viejos amigos que aún cuidaban parcelas cercanas, comenzaron a llegar. Todos querían saber lo que había pasado. Y cuando se enteraron, hubo un murmullo de aprobación, de orgullo.

Él señor Samuel, un viejo hacendado aliado de Martín, se acercó con voz grave:

—Esto no ha terminado. Los Montalvo no son gente que acepte un no como respuesta. Tenemos que estar preparados.

Martín asintió.

—Lo sé. Pero no estamos solos.

Dalia miró a los presentes. Hombres curtidos por el sol, mujeres con manos fuertes y ojos sabios. Sabía que no sería fácil, pero tampoco imposible.

—La tierra no se vende. Se defiende —dijo ella en voz baja, casi para sí misma.

Y todos, de algún modo, lo sintieron también.

El silencio se volvió denso, como una tormenta anunciándose a lo lejos. Afuera, los gallos volvieron a cantar. La Hacienda Casasola, que parecía dormida, acababa de despertar.

1
deldel
Dice Martín que hay vacíos en su vida que no los tiene claros y el papá de Martín le dice a Dalia que hay secretos que no se han develado para proteger a alguien.
Ojalá que no haya sido Martín de pequeño quien haya provocado el incendio y ese sea uno d los secretos y que por eso Martín tenga sus vacíos sin entender !!
deldel
Solo necesita mínimo pedir las cosas por favor, o contratar a alguien para que lo atienda, por que finalmente él es el dueño su abuela se la heredó.
Alhelí
Espero que sus padres no se oponga Mariana y Emilio pueden vivir su amor sin llevar el peso del pasado
Alhelí
Quién será ese Salvador será algún Montalvo
Alhelí
El tiempo pasa y los hijos crecen duele cuando se van lejos de nosotros pero hay que entender que ellos tienen que formar su propio camino
Alhelí
la hacienda está llena de paz y amor y la familia creciendo
Maria Angelica Guillaume
Siempre pienso, porque las novizorras los dejan plantados en el altar, porque no avisarles antes para no dejarlos en ridiculo?
Yuly Ponce
Una historia hermosa que me llegó al alma 💕 felicidades autora 👏👏👏👏👏👏👏❤️
Luci Moya
excelente novela muchas felicidades
Lety
Que fácil es mentir 🤦🤦
Lety
Se enamoro de él siendo una niña 🥰🥰🥰que emoción
Lety
😂😂😂😂😂😂en su vida ha cocinado algo😂😂😂😂😂
Lety
Del odio al amor hay un solo paso 🤭🤭🤭🤭🤭🤭
Lety
😂😂😂😂😂😂llegó ella☺️☺️
Lety
No hay como el tiempo que cure las heridas del desamor
Alhelí
pollito cuando cresca no le gustara ese apodo me imagino en la escuela /Facepalm//Facepalm/
Alhelí
entiendo a Martín piede que Tina este en pricion pero el miedo de lo vivido todavia esta en sus mentes
Lety
El karma le va a llegar a ella
Lety
🤔🤔🤔porque no escucharon el golpe tan fuerte de la puerta y....hacer que él los encuentre juntos sin ningún arrepentimiento 🤔🤔🤔
Lety
Porque espero el día de la boda 🤔🤔acá hay algo raro🤔
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