¡ATENCIÓN NOVELA EN EMISIÓN!
Alana Rosental, una chica estrovertida, hija de Evans Rosental, considerado en su juventud uno de los mejores hechiceros del mundo, esta por casarse con su novio Joan Black, pero la repentina muerte de su padre cambiara el rumbo de su vida.
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Anastasia
Sebastián conducía el coche, su rostro mostraba sorpresa, Alana le contó sobre la venta que hizo su padre, él no estaba enterado de aquello y claro que le sorprendía pues a pesar de su corta edad, Evans Rosental le confiaba todo, o eso pensaba, miró de reojo su mano Alana aún la sujetaba, él era el único que podía controlar a aquella chica gracias a su tipo de magia, pero se sorprendió de la manera en la que la encontró con Maximiliano, no por lo que hacían, sino porque ese hombre al parecer no había sido dañado por ella.
- ¿Qué harás? - Pregunto con su mirada fija al frente.
- Acepte su propuesta- Soltó con pesadez, Sebastián maldijo, sabía de las aventuras de Alana no la juzgaba era joven y podía divertirse, además que, desde que se comprometió con Joan Black se había calmado y le había sido fiel a ese patán.
- Lo siento, Alana- Dijo, no podía ayudarla, su estatus no era tan poderoso como el de Maximiliano Kingsley y sabía que aun dándole todo el dinero que tenía no serviría de nada para recuperar la empresa.
- Olvídalo, no entiendo por qué papá vendió, debe haber alguna razón ¿Me ayudas a investigar? – Preguntó mirándolo, Sebastián le dirigió una rápida mirada y asintió, ella soltó su mano ya se sentía mejor. – Necesito un teléfono nuevo- Saco su inservible teléfono, Sebastián asintió con una leve sonrisa.
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Después de aquella mañana y comprar un teléfono nuevo, Alana regreso a casa, no tenía ganas de salir más tenía mucho en que pensar, busco el contacto que tenía de Anastasia y trato de marcar, sonó un par de veces, pero no contestaron, suspiró, mando un mensaje pidiéndole que regresara que la necesitaba, se sentía sola, algunas lágrimas se escaparon de sus ojos, cerró sus ojos y suspiró, su teléfono sonó y reviso rápidamente, con la esperanza que fuera una respuesta de Anastasia, pero no fue así, era un número no registrado, pero ya conocido para ella.
- ¿Qué se cree? – Soltó molesta, Maximiliano la citaba mañana a las diez en su oficina, le mando la dirección y suspiró- Hijo de perra- Soltó con pesadez, ese hombre la tenía en la palma de su mano, comenzó a registrarlo entre sus contactos- Bestia- Gruño en voz baja mirando ese contacto, le agregó un icono de un perro, dejo a un lado el teléfono y cerró sus ojos quería dormir un rato, pero la puerta se abrió nuevamente.
- ¡Alana! - Grito Dana con su ruidosa voz- ¡Deja en paz a Joan, ahora es mío! - Amenazó, mientras se paraba a los pies de la cama.
- ¿Qué? – Pregunto abriendo los ojos, Dana estaba que explotaba de rabia. – Ay por favor, quédatelo – soltó sentándose en la cama y cruzo los brazos- Ahora largo- Ordeno despreocupada. Dana no se movió de su lugar y cruzó los brazos- Largo- Volvió a repetir, pero ahora con firmeza.
- Promete que no volverás acercarte a él- Dijo firme, Alana soltó una risa burlona, se puso de pie y camino hacia a ella, Dana se giró tratando de mantenerse firme, pero Alana siempre la había intimidado.
- Lárgate – Volvió a decir.
- ¡Promételo! - Grito amenazante.
- Ay, perra- Gruño, la tomo del cabello y la llevó arrastras hasta afuera de la recamará, la soltó bruscamente y cayó al suelo, ella comenzó a llorar y a gritar.
- ¿Qué haces ahora? - Llegó Maritza, se arrodillo a su hija y comenzó a consolarla- ¡Basta ya, Alana! No dejare que nos humilles de esta manera- Se puso de pie y miró con firmeza a esa chica.
- Entonces no se acerquen a mí, por la próxima quemare su asqueroso cabello y desfigurare su estúpido rostro – La amenazó mientras levantaba su mano y está era rodeada por fuego azul, Maritza retrocedió, tratando de mantener su mirada firme. – Y tú, quédate con el patán de Joan, no me interesa, así que no vuelvas a joderme con eso- Amenazó a Dana quien seguía haciendo su drama, se dio la vuelta y entró a su recamará, cerrándola de un golpe.
- Mamá, es una perra- Dijo molesta Dana hecha un mar de lágrimas- Mientras ella sigue existiendo Joan no será mío- Terminó, Maritza se giró y la ayudo a ponerse de pie, limpió sus lágrimas.
- Tranquila mi niña, me encargare de ella y Joan será todo tuyo- Sonrió con ternura, para Maritza, Dana era su adoración y haría lo que fuera para darle lo que ella quisiera, no importa si tuviera que matar a Alana Rosental, después de todo, sin Evans Rosental estaba sola, Sebastián Holmes no era una amenaza, según ella, solo era un perro fiel sin ningún estatus y Anastasia Rosental no estaba, ni tenía interés en aparecer.
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En algún café común y modesto, una mujer tomaba su capuchino, mientras leía las noticias más importantes del País de Violet, vestía elegante un traje a la medida color blanco, su cabello rojizo y ondulado perfectamente peinado y suelto, sus ojos azules miraban con seriedad aquellas noticias, sus labios delgados y perfectos pintados de labial rojo, sonrió, mientras su lengua saboreaba el sabor de su capuchino, habían tres noticias de interés para ella, la primera la muerte del poderoso Evans Rosental, la segunda el nombramiento de Sebastián Holmes como nuevo CEO de las empresas Rosental y tercera, la cancelación de la boda de Alana Rosental con su prometido Joan Black, porqué le fue infiel con su hermanastra Dana Carles, sonrió, continuo revisando las noticias y se topó con la presentación del nuevo gobernante de Violet, era un hombre apuesto, no lo podía negar, frunció levemente el ceño al ver una fotografía, de ese hombre excepcional, con la heredera menor de la familia Rosental, vistiendo un sexi vestido rojo. Suspiró, dejo sobre la mesa su ya vacía taza y miró al frente, a lo lejos miró a alguien tratando de ocultarse en los arbustos tomándole una fotografía, chasqueo la boca suavemente y al instante el hombre salió asustado tirando su costosa cámara al suelo pues se estaba incendiando, saco de su bolsa un billete y lo dejo sobre la mesa y se marchó, miró su teléfono tenía un par de mensajes, abrió el último.
- Vuelve por favor, te necesito, hermanita- Leyó el mensaje, suspiró y continuo su camino, realizó una llamada y al escuchar aquella voz varonil, sonrió levemente.
- ¿Me extrañaste? – Preguntó mientras su lengua se deslizaba sobre su labio superior.
- Anastasia- Dijo Sebastián del otro lado del teléfono, ese tono de voz era de sorpresa y alegría.
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Sebastián se levantó esa mañana muy temprano, se arregló usando un traje a la medida de color azul marino con camisa blanca y corbata roja, se miró al espejo y acomodo su cabello, el día anterior había recibido la inesperada llamada de Anastasia Rosental, tantos años buscándola y ella de la nada le llamo y lo citó como si solo hubieran sido un par de días sin verse, suspiró, miró la hora desde su costoso reloj, quedaron de verse a las once de la mañana, en un restaurante poco conocido que se encontraba a las afueras de la ciudad, Alana le dijo que tenía una cita con Maximiliano Kingsley en su oficina a las diez, si ellos iban a iniciar con su trato, entonces difícilmente la vería el día de hoy en la oficina, quería detenerla y decirle sobre su cita con Anastasia, pero esa chica le prohibió que le dijera a la misma Alana que se verían y que si la traicionaba no sabrían de ella más, suspiro, no podía darse el lujo de que ella escapara, la necesitaban, Alana más que nada la necesitaba, salió de su departamento, vivía en el edificio más costoso y lujoso de la ciudad Amatista, al llegar al estacionamiento subió a su lujoso carro y arranco rumbo a aquella dirección que Anastasia le había enviado por mensaje de texto.
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Alana llegó a la dirección que le había enviado Maximiliano, era un edificio grande y lujoso, parecía nuevo, no tomo importancia, entró y comenzó a caminar hasta la recepción, la rubia y sexi secretaria la miro de pies a cabeza, ella sonrió despreocupada.
- Tengo una cita con el señor Maximiliano Kingsley, Soy Alana Rosental- Dijo sin ganas, realmente no tenía deseos de ver a ese hombre en esos momentos, la recepcionista volvió a mirarla de pies a cabeza, ella vestía un traje de tres piezas, una blusa blanca, una falda largo debajo de sus muslos color azul celeste y un saco del mismo color con botones dorados, tacones cerrados blanco y su cabello sujetado una coleta alta, su maquillaje era sencillo, hacia resaltar sus ojos con un delineado negro, sus mejillas levemente sonrojadas y sus labios de un tono de labia rosa.
- Un momento- Dijo la mujer con firmeza, realizó una llamada para avisar sobre la llegada de aquella mujer, asintió varias veces y colgó, se puso de pie y salió de aquel escritorio- Por aquí, señorita Rosental- Le señaló hacia los elevadores, Alana asintió y comenzó a caminar detrás de ella, hasta llegar a uno de los elevadores, se abrió uno y la rubia le invito a entrar.
- Gracias- Dijo con una leve sonrisa, la mujer asintió y le dijo que presionara el último piso y así lo hizo.
Alana se recargo contra las paredes del elevador, saco su teléfono con la esperanza de que Anastasia le haya respondido un mensaje, suspiró, no había nada, Sebastián le aviso que atendería algunos asuntos de negocios fuera, que le llamara por cualquier situación a su celular, le llegó un mensaje y era del inútil de Joan, maldijo, bloqueo su teléfono cuando el elevador se abrió, salió y se encontró con una sala grande, había un escritorio donde estaba sentada otra mujer sexi y rubia.
- Señorita Rosental- Se puso de pie la mujer y se acercó- El señor Kingsley se encuentra en una llamada importante, pero la atenderá en cuanto se desocupe- Dijo amablemente- Tome asiento- La guio hasta un lujoso lugar, Alana suspiró y se sentó- ¿Se le ofrece algo de tomar? – Pregunto aquella amabilidad.
- Whisky – Dijo sin rodeos, la mujer asintió confusa y se fue en búsqueda de aquella bebida Alana observo a su alrededor aquel lugar sí que era lujoso, incluso apostaba que más lujoso que las empresas Rosental, la rubia llegó con su bebida, ella no dudo en tomar un sorbo y esperaría a ese hombre.
Pasaron largos minutos de espera, Alana ya se había tomado un par de vasos de whisky, comenzaba a molestarse y dudar de que ese hombre la atendiera, él la había citado ¿Por qué carajos la hacía esperar?
- Estúpida bestia- Gruño dejando el vaso vació sobre la mesita de centro, se puso de pie, ya estaba harta y no esperaría más a ese hombre.
- Señorita Rosental, por aquí- Dijo la sexi asistente, Alana la miró de pies a cabeza, vestía un traje de oficina elegante que acentuaba bien su cuerpo, era delgada y alta, más que ella, su cuerpo no era tan voluminoso como el de ella, pero aun así era hermosa, además su piel se veía suave y su rostro muy tierno, la mujer la guio hasta las enormes puertas donde tenía grabado con letras doradas el nombre de ese hombre, ella abrió la puerta y le dio paso, solo entro ella y esa rubia cerró la puerta.
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Anastasia