Volvi de la muerte, solo para vengarme de los que me lastimaron, tuve que cambiar y volverme fuerte para no sucumbir ante el amor, ese amor que nunca fue y nunca será, mi único objetivo es recuperar lo que un día fue mío.
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Capitulo XVII La decisión
Después de ese día, Diana y Emir dejaron de hablarse. Las cuestiones laborales las trataban a través de sus asistentes; ella no quería tener nada que ver con ese hombre. Además, la incertidumbre de si había sido descubierta la mantenía intrigada.
Por otro lado, Emir se sentía como un auténtico desgraciado. Independientemente de lo que Diana pudiera estar pensando, ella no merecía el trato que él le había dado. Estaba tan arrepentido que no estaba seguro de cómo ella podría reaccionar. La culpa lo atormentaba y sabía que debía encontrar la manera de arreglar las cosas. Desde aquel día, Diana no había querido saber nada de él y ¿cómo culparla? En lugar de enfrentar la situación como un hombre, prefirió comportarse como un animal. Lleno de arrepentimiento, decidió salir a caminar un rato para despejar su mente, que era un torbellino de pensamientos. Al llegar a un parque donde unos niños jugaban, anhelaba tener un hijo y se dio cuenta de que la única mujer con la que hubiera querido tener uno era Ana. Incapaz de seguir en ese lugar que lo atormentaba con sus pensamientos, se dispuso a marcharse y, al levantar la vista, divisó a lo lejos una figura conocida: frente a él estaba Diana, acompañada de su hija. La manera en que Diana interactuaba con la niña le produjo ternura e imaginó ser el padre de Abigaíl. Decidido, se acercó a ellas.
— Hola — saludó Emir mirando a Diana.
— Disculpe señor, estamos en familia. ¿Podría retirarse? — contestó Diana con frialdad.
— Hola, ¿usted es amigo de mi mamá? — preguntó Abi tiernamente.
— Así es, pequeña. Me llamo Emir y soy amigo de tu mami — respondió Emir a Abi colocándose a su altura.
— Mami, ¿puede quedarse con nosotras un rato? — preguntó Abi mostrando su inocencia.
— Hija, el señor tiene mucho trabajo. Lo mejor es no molestarlo — argumentó Diana viendo molesta a Emir.
— Lo siento, pequeña. Hoy no podré acompañarlas. Quizás otro día — contestó Emir con tristeza.
Diana notó la expresión de Emir y decidió hablar con él.
— Mañana te espero en mi oficina — comentó Diana mirando a Emir.
— Está bien, mañana iré a verte, por lo pronto me despido de las dos, Abi fue un placer hablar contigo. — Emir se despidió de Abigail de forma tan especial, había algo en esa niña que hacía sentir a Emir una sensación de ternura inmensa.
Emir las había dejado solas, él entendía que para Diana Abigail era muy importante y no quería echar a perder su día.
Por otro lado, Diana vio a Emir marcharse y su corazón se entristeció, ella quería decirle la verdad, pero no confiaba en él, en el pasado Emir la había engañado y eso era algo que no podía olvidar tan fácilmente, además su manera de reaccionar cuando vio la marca no hablaba muy bien de él.
— Mami, ¿por qué no dejaste que tu amigo se quedará un momento con nosotras? — pregunto Abigaíl viendo marcharse a Emir.
— Él es una persona muy ocupada, hija, no podemos quitarle su tiempo. — respondió Diana sonriéndole a la niña.
— Me gustaría conocerlo, ¿será que algún día lo podemos invitar a la casa? — pregunto de nuevo la pequeña.
— Le preguntaré si nos quiere acompañar, ahora sigue disfrutando tu día, ok. — respondió Diana desviando la atención de Abi.
Diana no podía negar que el lazo padre e hija era muy fuerte, ellos habían conectado aún sin saber quién era el uno para el otro, ella sabía que no era justo con su hija, pero por ahora no podía revelar sus secretos.
El día llegó a su fin y Diana volvió a casa junto a su hija, una vez entraron a su hogar, ambas se encontraron con Gustavo en la sala, la pequeña corrió a saludar a su abuelo y a contarle todo lo que había hecho durante el día, Abigaíl no dejaba de hablar, estaba tan emocionada, después de cenar Diana llevo a su hija a su habitación, el siguiente día debían ir a sus labores y debían madrugar.
— Veo que tuvieron un día bastante ajetreado. — comento Gustavo al ver que Diana entraba a la sala.
— Así es, Abi se divirtió mucho aunque yo terminé agotada. — comento Diana sentándose frente a Gustavo.
— ¿Y tu, cómo estás?, es decir, ¿cómo está tu corazón?. — pregunto Gustavo viendo la tristeza en los ojos de Diana.
— Estoy bien, ya sabes que trato de mantenerme ocupada. — respondió Diana con una expresión fría.
— Eso es lo que más me preocupa, veo que no quieres enfrentar tus sentimientos. — agrego Gustavo realmente preocupado por Diana.
— Bueno al menos ya no estoy con Emir, eso debería dejarte más tranquilo. — comento Diana con la mirada perdida.
— Cuando estuviste junto a Emir, te veías diferente, tu expresión era otra, se podría decir que estabas feliz. — dijo Gustavo dudando de sus palabras.
— Eso solo era una mentira, yo inventé esta vida y todo lo que pasa en ella no es real, tú más que nadie sabe cuál es mi verdad. — contesto Diana pensativa.
— Yo pienso que deberías investigar lo ocurrido aquel día en el que encontraste a la tal Mariana con Emir, a lo mejor las cosas no fueron como te las pintaron.
Después de decir aquellas palabras, Gustavo se puso en pie y se retiró a su habitación dejando a Diana pensativa, ella no sabía que pensar, pues Gustavo siempre se opuso a su relación con Emir y ¿entonces que lo había hecho cambiar de opinión?, pensó Diana confundida.
Diana se quedó un rato más pensando en lo que debería hacer hasta que decidió retirarse a su habitación, una vez se metió en la cama y cerró los ojos, los recuerdos de lo vivido con Emir desde que era Ana la inundaron, esa noche tomo la decisión de ser sincera con él y contarle todo lo que estaba pasando realmente.