Después de una tarde de amor pasión Hannah desaparece de la vida de Sebastián, dejándolo sumido en la más cruel desesperación. Pero él no escatimará en gastos, ni en esfuerzos para traerla de regreso a su vida. ¿La traerá para amarla o para hacerle pagar todo su dolor?
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CAPÍTULO 23
Mientras tanto en Italia...
—Pero, mamá, ¿qué es todo este alboroto? ¿Un nuevo cuarto para bebé?
—Si Sebas. Voy a recibir una visita muy importante y todo tiene que ser perfecto para recibirlo.
—Mamá, si el pequeño viene solo de visita, ¿por qué no lo alojas en la habitación que usa Máximo Jr. y Dimi cuando vienen?
—¿Qué? No amor. Todo debe ser nuevo y estar impecable. Además, te apuesto que esos dos revoltosos no querrán salir de aquí cuando vean a mi pequeño, al igual que las gemelas.
—¿Tu pequeño? ¿En qué andas mami? ¿Quiénes son los padres de ese bebé que te tiene tan enamorada?
Genoveva suspiró y negó con la cabeza.
—No los conoces, amor. Pero muy pronto te los presentaré. Ellos estarán de viaje y yo cuidaré al pequeño por unos días. Espero que puedas estar en algún momento por aquí y ayudarme a consentirlo.
—Trataré de venir mamá. Aunque no me gustan mucho los bebés. Creo que la poca paciencia que tengo quiero guardarla para los míos.
—Ja, ja, ja. Tienes razón hijo, Pero estoy segura de que este pequeño va a robarnos el corazón a todos, incluso el tuyo.
Sebastián se acercó a su madre y la abrazó al mismo tiempo que besó su frente.
—Está bien madre. Lo haré solo para complacerte. Aunque te confieso que comienzo a sentirme celoso. Todos los pequeños acaparan tu atención y nosotros quedamos rezagados.
—Ja, ja, ja. Ya estás como Santi. Déjense de tonterías. Ustedes siempre serán mis pequeños bebés.
Genoveva besó la frente de su hijo y lo abrazó. Ella no quería decirle la verdad hasta no tener la prueba de ADN en sus manos. Aunque ella estaba segura del origen de ese bebé, no se arriesgará a lastimar a su hijo con falsas esperanzas.
Algunas horas más pasaron y el sonido del portón estremeció el corazón de Genoveva. Ella corrió hacia la puerta y se acercó al Jeep que se detuvo en la entrada.
Todo a su alrededor desapareció. Ella solo caminó hacia Santiago y tomó al pequeño entre sus brazos y besó su frente. Después saludo a los tres hombres que la observaban con cara de admiración y felicidad.
—Gracias, gracias. Muchas gracias por traer a mi pequeño a su hogar.
Los tres hombres recibieron besos y abrazos, para posteriormente ser abandonados en la entrada de la mansión.
Genoveva comenzó a caminar con su bebé en brazos hacia el interior de la mansión.
Los hombres se miraron entre sí y negaron con la cabeza antes de abrazarse entre los tres y comenzar a seguirla.
Mientras que Genoveva, comenzó a susurrarle a su bebé al oído:
—Eres un bebé hermoso, amor. Eres idéntico a tu padre. Solo tus ojos son diferentes aunque igual de hermosos. Deben ser de tu madre. Pero no te preocupes, ella vendrá pronto.
Genoveva llevó al pequeño directo a su habitación y los tres hombres la siguieron.
Ellos se sorprendieron al ver la habitación totalmente decorada y lista para recibir al pequeño visitante.
—¿Estás consciente de que su madre vendrá por él?, ¿verdad? —le susurró Máximo a su madre.
Genoveva le sonrió a su hijo y volvió a fijar la mirada en el angelical rostro de su pequeño nieto. Antes de responder:
—Así debe ser. Porque ella es su madre y ese lugar nadie se lo puede quitar, Pero yo, soy su abuela y lo amaré siempre no importa donde esté. Mis nietos son mis más grandes tesoros.
—¿Ahhh? Ya entiendo los celos de Sebas. Madre ¿y nosotros? ¿dónde quedamos?
Genoveva se acercó a su grandulón y le besó la frente.
—Ja, ja, ja. Amor. A este pequeño lo amo, al igual que amo a tus hijos. Tu eres mi pequeño gigante. Mis nietos son la parte frágil y vulnerable de mis hijos, por eso, mi amor maternal se transforma y se extiende hasta ellos. Es un amor inmenso y relajado. El amor de abuela es un amor consentidor, es un amor sin reclamos escolares, sin tareas que realizar y sin decisiones difíciles que tomar. Es un amor pleno y garantizado.
Máximo observaba los ojos de su madre llenarse de orgullo al hablar de sus nietos y le agradecía a la vida, por sus tres hermosos hijos. Esos pequeños que habían llenado el corazón de su madre de felicidad y alegría.
—Te amo madre. Eres la mejor madre del mundo.
Genoveva limpió de sus ojos las lágrimas de alegría y regresó su mirada a su pequeño amor.
—En fin, Máximo Santibáñez. Fui y seguiré siendo una buena madre, pero soy una excelente abuela y lo seré hasta mi último respiro. Ahora ve a traer a mis otros nietos para que conozcan a su primo más pequeño.
Máximo se sintió conmovido por las órdenes de su madre y salió a cumplirlas. Estaba seguro de que Genoveva se sentirá más que feliz al tener a todos sus nietos juntos e incluso al revoltoso Dimitri, que se había acostumbrado a decirle abuela.
Genoveva vio a su hijo salir y acostó a su nieto en la cuna y preparó todo para darle un baño y vestirlo con ropa nueva, lo alimentó y lo acostó en su coche para sacarlo a pasear al jardín. Ella estaba tan embelesada con Aurelio que se olvidó de todo.
Pocos minutos después llegó Sebastián y escuchó a su madre cantar las canciones de cuna que a ellos le encantaban. Sebastián siguió sigilosamente la dulce melodía y se conmovió al ver a su madre arrullar a un pequeño entre sus brazos.
Genoveva sintió el inconfundible aroma de su hijo y se giró hacia él.
Sebastián miró con desconcierto la expresión de su madre, era como una mezcla entre felicidad y nerviosismo.
—Vaya, vaya. Con que llegó el invitado especial. El niño roba madres. —le dijo Sebastián a Genoveva con un tono jocoso.
Genoveva no pudo evitar sonreír ante la actitud infantil de su hijo.
—Ja, ja, ja. ¿Sigues con eso? Tonto. Ven a conocer a mi ahijado.
Genoveva se acercó y le extendió los brazos con el pequeño a Sebastián para que lo tomara.
Sebastián retrocedió dos pasos y negó con la cabeza.
—No, madre no quiero encariñarme. Mejor voy al club con mi novia.
Sebastián comenzó a girarse para comenzar a avanzar a la salida. Hasta que una voz firme y determinante lo hizo detenerse.