Emma es una mujer que ha sufrido el infierno en carne viva gran parte de su vida a manos de una organización que explotaba niños, pero un día fue rescatada por un héroe. Este héroe no es como lo demás, es el líder de los Yakuza, un hombre terriblemente peligroso, pero que sin embargo, a Emma no le importa, lo ama y hará lo que sea por él, incluso si eso implica ir al infierno otra vez.
Renji es un hombre que no acepta un no como respuesta y no le tiembla la mano para impartir su castigo a los demás. Es un asesino frío y letal, que no se deja endulzar por nadie, mucho menos por una mujer.
Lo que no sabe es que todos caen ante el tipo correcto de dulce.
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En peligro nuevamente
Emma
Acaricio el cabello de mi pequeño, quien sigue asustado.
–¿Qué pasó, cariño?
Niega con su cabeza y esconde su rostro en mi cuello. Beso la cima de su cabeza y lo sostengo en mis brazos, dándole el consuelo que necesita en este momento.
Renji se atrevió a asustar a mi bebé.
Ni siquiera por Dylan puede contener su mal carácter, ni esa violencia, que casi es su segunda piel.
Pero no lo dejaré dañar a mi pequeño. He luchado mucho para que mi hijo sea un niño feliz, para que tenga todo lo que pueda necesitar, pero, sobre todo, que viva una niñez tranquila y normal.
Quiero para él todo lo que yo no tuve. Quiero para él todo lo que me fue arrebatado. Y si para eso tengo que alejarlo de Renji, lo haré.
–No dejaré que nadie te lastime nunca –le juro mientras sigo acariciando su cabello oscuro–. Mami no lo permitirá.
Acaricio su frente con mis labios mientras sus ojos se cierran y su respiración comienza a volverse más pausada.
Cuando estoy segura de que está durmiendo, lo acuesto y lo arropo con cuidado.
–Duerme, cielo –susurro antes de alejarme.
Salgo de la habitación furiosa, dispuesta a matar al hombre al que solía adorar. Qué ingenua fui. Pensé que nunca querría nada como quería a Renji, pero en cuanto supe que estaba embarazada me di cuenta de lo equivocada que estaba.
Nunca amaré nada como amo a mi hijo.
Giro para entrar a la sala y quedo paralizada al ver a Renji sobre el sofá, sollozando como si se tratara de un niño, atrapado en recuerdos dolorosos. Lo sé, porque a mí me pasa siempre.
Me acerco despacio a él y toco su hombro.
Jadeo al ver un terror visceral en sus ojos, un terror que pensé que nunca volvería a ver, no después de haber abandonado ese yate.
–Haz que se detengan –pide con los dientes apretados, casi siseando a través de ellos–. Por favor –ruega.
Me arrodillado a su lado y lo abrazo, tratando de eliminar el miedo que veo en sus ojos, como hace unos minutos lo hacía con mi pequeño.
Todo su cuerpo tiembla contra el mío mientras sollozos salen de su garganta. Su dolor es tan crudo, que casi puedo sentirlo en mi propia piel.
–Estoy aquí –susurro contra la piel de su cuello.
Sus manos se aferran a mi piel. Sus dedos se clavan en mi espalda y cintura, desesperados por aferrarse a algo.
–Estoy aquí –vuelvo a decir contra la piel helada y sudorosa de su cuello–. Alejaré las pesadillas –repito las mismas palabras que pronuncié la noche que concebimos a Dylan, a excepción de mi tonta e ingenua declaración de amor.
Su mirada busca la mía y puedo ver el terror en sus ojos. Mi corazón duele al darme cuenta de que su mirada es igual a la de mi pequeño. Y como me pasó antes con Dylan, siento la misma necesidad de eliminar ese miedo que veo en sus ojos. Nadie debería sentir tanto miedo.
–Estoy aquí –susurro y acaricio su mejilla con mis labios–. Alejaré las pesadillas, lo juro. Eres fuerte, eres amado –digo–. Nuestro hijo te ama, vuelve por él.
Sus dedos se enredan en mi cabello y baja mi boca a la suya, desesperado por aferrarse a algo, por sentir algo.
–Por favor –pide con voz ronca y desesperada–. Ayúdame.
Acaricio su mejilla y luego lo dejo besarme, porque sé que lo necesita. Necesita sentir algo real, saber que no está atrapado con esos recuerdos. Lo entiendo muy bien.
Su lengua separa mis labios y penetra en mi boca, desesperado por encontrar una boya en la oscuridad.
Cierro los ojos cuando siento su sabor en mi boca. Ha pasado mucho tiempo, pero todavía lo recuerdo. Ahora sabe mejor, sin el sabor del whiskey camuflando su esencia. Sabe a fuego, a violencia, y a algo que es intrínsicamente él.
Sabe a Renji.
Un sabor prohibido y tentador, como las palabras pronunciadas de un hechizo, que acaba con tu voluntad.
Renji gruñe y siento como todos los vellos de mi cuerpo se erizan ante ese sonido. Un sonido aterrador, porque cada vez que lo escuché antes significaba que el dolor estaba por llegar.
Trato de alejarme, pero muerde mi labio inferior, reteniéndome.
Se incorpora y me sube a su regazo. Un frío baja desde mi nuca hasta el final de mi espalda al darme cuenta de que está excitado. Muy excitado.
–Renji –lo llamo, tratando de penetrar en la bruma que está controlando sus movimientos.
Abre mi camisón dejándome prácticamente desnuda. Sus ojos navegan por mi pecho y mi cintura, y luego entierra su rostro entre mis pechos.
Levanto su rostro para que me vea, pero sus ojos siguen negros, presos de una avalancha de dolor.
Toma uno de mis pechos en su boca, gruñendo como un animal salvaje. Trato de bajarme de su regazo, pero sus dedos se entierran en mis nalgas, sacándome un gemido por el dolor que siento.
–Mírame, por favor –le ruego.
Toma mi cabello y vuelve a besarme, sin importarle que no quiero esto, no lo quiero a él.
La sensación de impotencia que sentí durante toda mi vida vuelve a apoderarse de mí.
No quiero esto.
–Déjame ir –le pido, pero me calla con otro beso mientras una de sus manos hurga bajo mis bragas.
Trato de golpearlo, pero me tiene sujeta con tanta fuerza, que no puedo detenerlo.
Lágrimas caen de mis ojos. Va a pasar de nuevo. Alguien tomará lo que no estoy dispuesta a dar.
Cuando concebimos a Dylan yo lo quería, fue doloroso, pero fue un dolor que estaba dispuesta a soportar, pero ahora no lo estoy.
Renji lucha con la bragueta de su pantalón y sé que estoy perdida. Dejo caer mi frente contra su cuello, sollozando.
–Por favor, no me lastimes. No tú –ruego mientras su camisa comienza a empaparse por las lágrimas que escapan de mis ojos.
Rompo a llorar, resignada a mi destino, pero me detengo cuando las manos, que antes me tocaban con violencia, ahora me sostienen con cariño.
La respiración de Renji comienza a tranquilizarse mientras me sostiene. Su mano acaricia mi cabello cuando antes tiraba de él. Y su boca besa mi mejilla cuando antes estaba mordiendo mis labios y pechos.
Renji está de vuelta.
pudiste alargarle más pero así está perfecta espero sigas escribiendo