"Fantaseo Con Esas Curvas" es una novela que narra la historia de un hombre que, a pesar de los estereotipos y las normas sociales, se enamora perdidamente de una mujer con sobrepeso. Alejandro, un joven exitoso y atractivo, ha pasado toda su vida rodeado de mujeres delgadas y "perfectas" según los cánones de belleza establecidos. Sin embargo, un día conoce a Sofía, una mujer con curvas generosas que cautiva su corazón desde el primer momento. A medida que su relación avanza, Alejandro debe enfrentarse a sus propios prejuicios y a la presión de su entorno, que no entiende cómo puede estar enamorado de alguien que no encaja con los ideales de belleza tradicionales. Sofía, por su parte, lucha por aceptarse a sí misma y superar sus inseguridades, mientras descubre que el amor verdadero puede encontrarse en los lugares más inesperados.
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Capitulo 18
Alejandro
Mientras Sofía descansa plácidamente entre mis brazos, siento cómo una profunda paz y felicidad me invaden por completo. Esta mujer, a la que amo con cada fibra de mi ser, se ha convertido en el centro de mi universo, en mi razón de vivir.
Acaricio suavemente su cabello, admirando la belleza y la serenidad que emanan de su rostro. Es verdaderamente una dádiva del cielo, y no puedo dejar de sentirme el hombre más afortunado por tenerla a mi lado.
De pronto, el sonido de mi teléfono móvil rompe el silencio, y con cuidado de no despertar a Sofía, me levanto del sofá para atender la llamada.
-¿Hola? -respondo, en un susurro.
-¡Alejandro, amigo! -escucho la voz de Marcos, uno de mis colegas más cercanos en la empresa-. ¿Cómo estás? Hace días que no te veo por aquí.
Siento cómo un nudo se forma en mi garganta, consciente de que este no será una conversación agradable.
-Hola, Marcos -respondo, tratando de mantener la calma-. Sí, he estado un poco ausente últimamente. Ya sabes, asuntos personales.
-Sí, sí, eso me imaginaba -dice Marcos, su voz adquiriendo un tono más serio-. Oye, amigo, ¿es cierto lo que me han dicho los demás?
Trago saliva, anticipando lo que viene a continuación.
-¿A qué te refieres? -pregunto, aunque ya sospecho la respuesta.
-Pues a que estás saliendo con una... -hace una pausa, y puedo sentir cómo la tensión se apodera de él-. Con una chica gorda.
Siento cómo la ira y la indignación se apoderan de mí, y tengo que hacer un esfuerzo sobrehumano para no gritarle a Marcos.
-Sí, Marcos -respondo, con voz firme-. Estoy saliendo con Sofía, y ella es la mujer más hermosa y maravillosa que he conocido en mi vida.
Escucho cómo Marcos suelta una carcajada sarcástica al otro lado de la línea.
-¿Pero cómo puedes salir con alguien así, Alejandro? -dice, su voz cargada de desprecio-. Es vergonzoso, ¿sabes? Todos en la oficina están hablando de eso.
Siento cómo la ira arde en mi interior, y me cuesta controlar el impulso de arrojar el teléfono contra la pared.
-Mira, Marcos -espeto, sin poder contener mi enojo-. Sofía es la mujer de mi vida, y no voy a permitir que nadie, ni siquiera tú, hable mal de ella. ¿Entiendes?
-Oh, vamos, Alejandro -dice Marcos, con un tono burlón-. ¿Acaso no te das cuenta de que estás tirando tu vida por la borda? Una mujer así jamás podrá darte lo que necesitas.
Aprieto los puños, sintiendo cómo mis uñas se clavan en la palma de mi mano.
-Eso es algo que solo a mí me corresponde decidir -respondo, con una voz que destila veneno-. Y te puedo asegurar que Sofía es todo lo que necesito y más.
-Bueno, amigo, allá tú -dice Marcos, con un tono que denota claramente su desaprobación-. Pero que sepas que todos en la oficina piensan lo mismo que yo. Esto es muy vergonzoso para todos nosotros.
Antes de que pueda responder, Marcos cuelga, dejándome con una sensación de rabia y frustración que me nubla la mente.
Durante unos instantes, permanezco inmóvil, tratando de procesar todo lo que acaba de ocurrir. ¿Cómo se atreven a juzgar a Sofía de esa manera? ¿Cómo se atreven a menospreciar el amor que siento por ella?
Respiro hondo, tratando de calmar mi estado de ánimo, cuando de pronto siento unos brazos que me envuelven suavemente por la espalda.
-¿Alejandro? -escucho la voz de Sofía, cargada de preocupación-. ¿Estás bien, mi amor?
Me giro para enfrentarla, y veo reflejado en sus ojos una profunda inquietud. Sin poder contenerme más, la abrazo con fuerza, sintiendo cómo todo mi enojo y frustración parecen esfumarse en su cálido y reconfortante abrazo.
-Sofía, mi vida -murmuro, acariciando su cabello con ternura-. Perdóname, no quería despertarte.
Ella me mira con una expresión de genuina preocupación, y acaricia suavemente mi rostro.
-¿Qué ocurre, Alejandro? -pregunta, su voz impregnada de una dulzura que me llega al alma-. ¿Quién te ha llamado?
Suspiro profundamente, consciente de que no puedo ocultarle nada a esta mujer que ha robado mi corazón.
-Era Marcos, de la oficina -respondo, sintiendo cómo la ira vuelve a apoderarse de mí-. Me ha llamado para... para decirme que es vergonzoso que esté saliendo contigo.
Veo cómo el semblante de Sofía se ensombrece, y siento cómo mi corazón se estruja al ver el dolor reflejado en sus ojos.
-¿Vergonzoso? -susurra, su voz temblando ligeramente-. ¿Por qué? ¿Acaso hay algo malo en mí?
La abrazo con fuerza, sintiendo cómo mi alma se llena de una rabia que parece consumirme por dentro.
-No, mi amor -digo, con vehemencia-. No hay nada malo en ti. Eres la mujer más hermosa, más generosa y más maravillosa que conozco. Marcos y los demás son unos idiotas por pensar de esa manera.
Sofía me mira con los ojos llenos de lágrimas, y mi corazón se parte al ver su dolor.
-Alejandro, ¿y si... y si tiene razón? -susurra, con una expresión de profunda inseguridad-. ¿Y si no soy lo suficientemente buena para ti?
Sin pensarlo dos veces, tomo su rostro entre mis manos, mirándola fijamente a los ojos.
-Escúchame bien, Sofía -digo, con una convicción que parece brotar de lo más profundo de mi ser-. Tú eres lo mejor que me ha pasado en la vida. Eres la mujer con la que quiero compartir mi futuro, mi compañera de alma y de corazón. Nada de lo que digan los demás podrá cambiar eso.
Veo cómo las lágrimas comienzan a deslizarse por sus mejillas, y mi corazón se estruja al ver su sufrimiento.
-Oh, Alejandro -solloza, abrazándome con fuerza-. ¿Cómo puedes quererme así, siendo yo tan...?
Mientras ellos sean felices, los demás les resbale.