Emma, una chica carismática con una voz de ensueño que quiere ser la mejor terapeuta para niños con discapacidad tiene una gran particularidad, es sorda.
Michael un sexi profesor de psicología e ingeniero físico es el encargado de una nueva tecnología que ayudara a un amigo de toda la vida. poder adaptar su estudio de grabación para su hija sorda que termina siendo su alumna universitaria.
La atracción surge de manera inmediata y estas dos personas no podrán hacer nada contra ella.
NovelToon tiene autorización de Paola Alejandra Paolini para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
capitulo 5.1
Me quedo por un momento sin saber que hacer, quieta, tan quieta como nunca. Él se separa confundido, me mira y noto su miedo.
¿Qué miedo podría llegar a sentir alguien como él?
—Lo siento —dice cuando leo sus labios y se aleja, pero no muy lejos porque tomo su mano.
Se detiene y mira mi agarre, levanta la mirada y ahora soy yo la que toma la iniciativa de abalanzarme sobre él. Torpemente trato de tomar sus labios y noto como sus labios disparan una sonrisa y luego su mano libre se ajusta a mi nuca para acercarme más a su boca.
De la nada, pasamos a ser un manojo de extremidades desesperados por tomar algo del otro. Su lengua choca con la mía y me hace gemir. Siento como su cuerpo vibra y nuevamente deseo poder escucharlo. Sus manos recorren mi espalda, las mías tímidas hacen lo mismo, pero sin la fuerza que él suelta al marcar mi silueta.
Se separa de mi un momento, como buscado aire. Mi cara se mantiene entre sus dedos mientras su mirada estudia la mía.
Quiero refregarme como si fuera una gata.
Quiero fundirme en todo su enorme cuerpo y sentir su calor en el mío, quiero que me rompa y me vuelva a armar, quiero pertenecerle.
—¡Dios! Niña esto está mal —murmura sin dejar de ver mis ojos y luego me suelta.
—¿Qué? —me siento confundida.
—Eres la hija de mi amigo —dice él.
—Conocido —refuto yo, tengo entendido que mi padre era amigo de su hermano.
—Soy mayor que tú, además de tu profesor —insiste y esta vez no tengo más nada que decir.
¿Cómo le gano a eso?
—Lo siento —esta vez me disculpo yo.
—No, niña —arrastra su mano por su cabello, como si estuviera frustrado—. Yo debería de disculparme.
Mira la hora en su reloj pulsera y sé que es hora de mi siguiente clase, en la que él será mi interprete y desde luego mi profesor.
No sé qué fue lo que paso en su oficina, pero no puedo dejar de pensar en ello, mientras nos dirigimos al salón donde se impartirá la siguiente clase.
Mientras me acomodo en mi lugar habitual él habla con la profesora que lo mira coqueta y mi sangre hierve al notarlo, él me mira por un momento y cuando creo que se acercará a mí, no lo hace, se queda a un lado de donde se encuentra la profesora.
Todo el momento me siento observada, pero le resto importancia y cuando la profesora comienza a hablar Michael lo hace con sus manos.
Esas manos que recorrieron mi cuerpo, esos labios que devoraron mi boca, ese cuerpo que se presionó junto al mío. Me remuevo al rememorar todo lo ocurrido en su oficina y difícilmente entiendo lo que sus manos dicen cuando solo puedo pensar en que hace un momento me estaban tocando.
Nuevamente vuelvo mi mirada a sus ojos y veo como su boca está apretada, como su mirada trata de no estar en mí. No sé cómo provocarlo, pero quisiera poder hacerlo. Deseo que él me quiera, me desee.
Con ese pensamiento me doy cuenta de lo tonta que soy, como él dijo soy una niña y él es mi profesor.
Mi profesor que profanó mi boca y me dejó deseando un poco más.
Nuevamente y como el primer día, me perdí. La clase fue compleja, pero tenerlo frente a mi hace que mi cerebro sufra un corto circuito y deje de funcionar.
Siendo ya la última clase, no me queda más remedio que organizar mis cosas y salir inmediatamente para mi casa. Debería darme por vencida y no asistir a clases hasta que mi amiga vuelva.
Salgo del salón, siendo la última. Camino por los pasillos ya notando que el alumnado es reducido a esta hora. Casi llego a la salida cuando el agarre en mi brazo me desvía de mi camino, miro a mi lado y se trata de mi profesor.
Me suelta, mira sobre mí y volteo para ver lo que él ve. Se trata de ese chico por él que hace una eternidad estaba suspirando. Se siente lejano ese sentimiento cuando ahora ocupa todos mis suspiros la persona que me detuvo, la persona que sabe que soy una niña y que poco podría hacer.
—Ven conmigo —señala cuando nuevamente lo vuelvo a ver.
Sin más que decir, avanza por el pasillo que lo conduce a su despacho. Como si fuera su mascota más fiel, lo sigo. Llegamos a su despacho, mira a los lados y luego me mira a mí. Me toma nuevamente del brazo y tira de mi metiéndome dentro de su despacho, tan rápido que parece que fuera prohibido, lo es.
Cierra la puerta detrás de él y tomándome, ahora, de ambos brazos me presiona contra la puerta. Quiero gritar que me suelte, pero también quiero que haga de mi lo que se le antoje, que me bese, que me marque. Su mirada como siempre no me dice nada, es difícil de leer. Sigo mirándolo, sin saber que quiere, porque me retiene así, porque sus dedos me aprietan y porque su respiración parece descolocarse a medida que su mirada se funde con la mía.
Sé por los movimientos de su pecho que esta agitado, que tiene miles de cosas por decir, pero no sé qué puede ser. No poder leerlo me está volviendo loca y solo deseo que él quiera volver a besarme.
De pronto me suelta y se aleja como si yo tuviera alguna enfermedad contagiosa. Me quedo donde estoy sin saber muy bien que hacer. Sus manos pasan por su cabello como si se estuviera reprochando su proceder, sé que lo hace.
—Lo siento, no debí actuar así —se mueve para abrir la puerta de su despacho y dejarme salir.
Salgo más desorientada que antes, no entiendo que pasó, porque me arrastró así.
Salgo de la universidad y el resto del camino hasta mi casa me lo paso pensando en ello. Por un momento pensé que haría algo, sentí esa sensación de que me besaría, pero no lo hizo.
Levanto la mirada de mis pies y veo que falta poco para llegar a mi casa, suspiro sin muchas ganas de estar allí. Quisiera ser como Zoe, más liberal. A esta altura ya tendría un novio que se ocuparía de mí y no estaría pensando en cierto profesor.
Creo que después de todo si le pido a Leonardo que me bese no será el fin del mundo, o como dice Zoe es solo un beso no es que le esté pidiendo matrimonio.
Quizás así deje de pensar en cierto hombre de ojos verdes, manos grandes y cálidas y con un pecho amplio y reconfortante.
¡Ah! ¡Diablos!
A quien quiero engañar. Ni yo me creo esa estupidez de correr por el campus para pedirle al chico más lindo, hasta hace unos días, que me bese.
Debería estar pensando en estudiar un nuevo tema para cantar y no pensando en andar besando chicos por ahí como si fuera una obra de caridad.
Definitivamente este hombre me ha vuelto una persona patética, caminando sola, deseando que venga y me bese. Soy extremadamente ridícula.
Suelto otro suspiro y pateo una piedrita que se interpone en mi camino para luego patear otra. El camino está repleto de ellas, suspiro de nuevo. Parece ser que este camino junto con las piedras es una clara muestra de que mi vida es así. Obstáculo tras obstáculo. Nunca me importó superarlos, pero ahora que quiero superar esto es como si me negara hacerlo, porque no dejo de pensar en que deseo que mi profesor me bese de nuevo y que no me llame niña dos segundos después.
Si fuera un poco más descarada le demostraría lo tan niña que soy, pero realmente que puedo enseñar yo, si se trataba de mi primer beso.
Ahora doy una pataleta en mi lugar demostrando mi frustración a los dioses de la nada. Suerte que el camino esta despejado, sino iría a parar al loquero.
De pronto mi pataleta es cortada de nada con el susto que me da un auto al interponerse en mi camino, estacionando a unos pies de mí.
Mi corazón se desboca pensando en que alguien quiere hacerme daño y solo pienso en que voy a morir virgen. ¡Diablos! Debí escuchar más a Zoe.
Miro a los costados buscando una escapatoria, saco mi mochila para aventarla y darme algo de tiempo para correr. Cuando lo hago, la puerta del conductor se abre y del coche desciende él.
Mi profesor.
Michael.
Su mirada da con la mía y yo me congelo en mi lugar sin estar muy segura de que hacer, por el momento solo me concentro en volver a respirar.
bueno a sujetarse los pantalones y la otra la bombacha 🤭