Estuve diez años casada con el amor de mí vida, aún sabiendo que el amor de mí vida, amaba a mí hermana.
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Capítulo 7
...Aziel....
No he dejado de pensar en ella.
Désde aquél día que despertó del accidente, Aspen cambió por completo.
Aquélla mujer que sólo tenía ojos para mí.
Aquélla mujer que creció tan sólo amándome, ya no estaba.
Lo supe ese día, cuando ella pasó junto a mí sin reconocer mí presencia.
Lo confirmé cuando le dijo a nuestro hijo que ella no tenía familia.
Es cierto que no he sido el mejor marido del mundo pero, aún así, nunca creí que llegaría el día en el que viera a Aspen dándome la espalda.
Incluso cuándo le pedí el divorcio, ella no protestó.
Firmó los documentos sin refutar.
No debería sorprenderme después de como la he tratado pero, aún así, sigo anonadado.
Intenté llamarla pero, ella nunca contestó.
Le envío mensajes que nunca reciben respuesta.
Le he preguntado a nuestro hijo sobre su madre y lo único que sabe decir es...
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Aspen siendo feliz, es una imagen que nunca he visto.
Recuerdo cuando la conocí por primera vez, ella era tan joven y, aunque era el contraste de Dakota, Aspen seguía siendo hermosa.
A diferencia de su hermana, mí esposa nació con el cabello negro. Tiene algunas adorables pecas en su nariz. Sus ojos son como dos zafiros recién pulidos.
Iguales a los de Dakota.
Es por eso que aquella noche, hace diez años, la confundí pensando que era Dakota quién estaba en mí cama.
Cuándo desperté ese día, busqué a cierta rubia a quien amaba. Pero, a mí lado había una jovencita, era Aspen.
Sentí repulsión, no hacia ella, hacia mí.
Me odié por beber tanto que no supe distinguir.
Sentí asco por haber estado con una mujer que no fuera Dakota, porque me hacía sentir que había traicionado a la mujer que amaba.
Me fui y, no pasó mucho cuándo Aspen apareció de nuevo, diciendo que estaba embarazada.
Podía sentir como todo comenzaba a derrumbarse.
Si ella estaba embarazada, significaba que nunca podría volver con Dakota, ya que ella nunca quiso tener hijos.
Todavía recuerdo mis propias palabras.
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Creí que eso bastaría para mantenerla alejada pero, no fue así.
Mí hermano menor anduvo abriendo la boca, y el chisme del embarazo llegó a mí abuelo.
Él dijo que no me entregaría mí parte de mí herencia familiar si no me casaba con ella.
Me negué, no quería casarme con Aspen, mucho menos quería ser padre. Pero, mí madre me convenció.
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Esas fueron sus palabras.
Y yo acepté.
Así fue como me casé con Aspen.
No hubo ceremonia, tampoco hubo fiesta. Sólo firmamos los documentos y nada más.
No le permití usar un vestido blanco, es más, la obligué a usar ropa normal.
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Eso fue lo que le dije.
Todavía recuerdo sus ojos repletos de decepción ante tan patética boda.
Aún así, ella nunca fue mala.
Si soy honesto, fue una mujer muy buena.
Aprendió a cocinar mis platos favoritos. Platos que nunca probé.
Nunca compartí una comida con ella.
Tampoco un desayuno y, mucho menos, una cena.
Nunca dormí con ella mientras estuvimos casados.
Cuándo se recibió de chef, ni siquiera fui a verla.
Supe por fuentes cercanas que los únicos que estuvieron presentes fueron, nuestro hijo y Carolina.
Nunca le regalé flores, aún sabiendo que le encantaban.
Nunca le di los <
Nunca la cuidé cuando estuvo enferma.
Incluso en nuestros aniversarios, ella se encargaba de hacer algo especial. Pero, yo nunca volvía a casa en esas fechas.
Ella por su parte, sí hizo todo eso.
Se encargó de darme obsequios en los momentos especiales.
Me cuidó cuándo me enfermé.
Estuvo conmigo en momentos difíciles.
Y, aún así, no la valoré.
Yo siempre amé a su hermana.
Para mí, Dakota era una diosa.
Ella era todo lo que yo quería en una mujer.
Hermosa, inteligente, amable...
Es por eso que me hervía la sangre cuando Dakota me contaba lo mala que era Aspen con ella.
Aspen siempre sintió envidia de su hermana, por eso le hizo la vida imposible desde que nació.
Aspen había hecho sufrir a Dakota toda su vida.
Y, es por eso que la odio.
Tan pronto como Dakota volvió, fuí corriendo a su encuentro.
Cuándo la vi, mí corazón latía cómo loco.
Ella me sonrió, aquélla sonrisa que tanto anhelaba ver.
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Fue todo lo que dijo.
Apoyé mí frente sobre la de ella, sintiendo su calor, su presencia. Temiendo que fuera un sueño cruel.
No la besé y ella no me besó.
Pero, por primera vez désde que se fue, me sentí completo.
Por fin el amor de mí vida había vuelto.
No importaba porque se fue, o con quién se fue.
Ella había vuelto. Había vuelto por mí.
Nunca tuve dudas de mí amor por ella, así que tan pronto como la tuve de regreso en mis brazos, le propuse matrimonio. No quería que se fuera, no de nuevo.
Ella aceptó sin problemas.
No me reclamó por embarazar a su hermana, ni tampoco le importó que estuviera casado con Aspen.
Regresé a casa ese día, estaba tan feliz.
Y, tan pronto como vi a Aspen, ella me sonrió de la forma más dulce.
Pero, no me importó.
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Esas fueron las palabras que causaron que aquélla hermosa sonrisa desapareciera.
Pero, aún así, no me importó.
Aquélla paz, el estar completo, era un sentimiento que sólo Dakota podía hacerme sentir.
Es por eso que no entiendo porque ahora me siento tan vacío.
No logro comprender porque me duele tanto que Aspen se haya ido.
Y, no sé porque me duele saber que Aspen nunca volverá a sonreírme como alguna vez lo hizo.