Desde que la ví me obsesioné con ella. Era mía aunque no lo sabía y todo lo que quiero lo consigo.
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Capítulo 16
Secuestrador
Los días pasaron rápido. Aliste unos pendientes y con el archivo de su prometido que resultó ser una joyita religiosa, si como no. Que tipo enfermo, como odio a esos que se la dan de santos y son unos reverendos hijos de puta.
Si huyó de su prometido y jamás volvió dudo que al ver sus oscuros secretos acepte que la entregue a él. De todos modos no la dejaría en manos de un enfermo así pero me serviría para que bajara la guardia y se rindiera a mi deseo.
Si ella deseaba entregarse a alguien y yo deseo que sea mía, todo es ganar-ganar, algo así como un negocio sin pérdidas en el cual los dos obtendriamos plena satisfacción.
Mi gente vestida de policía fue a su apartamento y tal como esperaba no abrió la puerta hasta que estuvo segura de que eran reales. Hay falsificaciones que son realmente buenas y cuando hay dinero se consigue lo mejor de lo mejor.
Ellos hicieron un procedimiento de rutina para no alertarla y luego la durmieron. La llevaron a un avión que previamente había reservado. De ahí hicimos un viaje corto y nos fuimos a mi barco donde la dejé bien segura en la habitación designada para ella. Después de eso navegue tranquilamente controlando el horario en el que debía despertar.
Me dirigí a verla a su habitación y estaba realmente alterada, algo normal. Soy un desconocido que la tiene sometida y contra su voluntad en un lugar desconocido. Lloró mucho lo cual no quería ver ni provocar pero sabía que pasaría, al menos hasta que estuviera tranquila de que no era un asesino o que golpeaba mujeres.
Su confianza no me la gané, ni cerca de eso estuve y pasado el tiempo debí actuar. Primeramente le diría que ella era mi objetivo y tenía lo que me pertenecía, algo que era cierto. Pero al verla tan alterada fui aplazando la conversación hasta que estuvo al menos más tranquila.
Acostumbro a hablar claro y sin rodeos, con ella no haría excepciones y si quería que las cosas estuvieran lo más claras posibles debía explicar la situación para que comenzara a aceptarlo y asimilar todo e el menor tiempo posible.
Cuando pasó el tiempo le entregué las pruebas de quién pretende convertirla en su esposa y su familia. No era más que una amenaza, sabía que ella acabaría aceptandome pero debía aún así convencerla de que estaba bien entregarse a mi.
Me pidió que la dejara ir un sinfín de veces pero mis planes eran otros. Si tan solo supiera lo que he comprado se tiraría por la borda avergonzada.
Tan tímida, tan inexperta y atractiva, con una inocencia que deseo deje en este barco y en mi recuerdo. Intuía que jamás se había intentado satisfacer porque al ser criada en la religión creen que eso es pecado y un montón de basura.
Compré ropa interior de su talla que moría por ver cómo le quedaba pero aún no era momento de descubrirla.
También compre algo sensual pero más conservador a simple vista pero que era algo ideal para ponerle un hermoso accesorio que le daría placer. De tan solo imaginar su rostro al alcanzar el primer climax me emocionaba.
Un niño con juguete nuevo, así me sentía y así tal cual era.
Le pedí que cenara y luego tomara una ducha, también le entregué ropa para que se vistiera sin hacer trampas. Ella hizo lo que le pedí en menos tiempo del que le había dado. Entré a su habitación y le puse las esposas porque al besarla me quiso quitar, entonces al comenzar a funcionar el vibrador seguro querría quitárselo o correr al baño y arrojarlo.
Me sorprendió que aguantara tanto y que se negara hasta a besarme así que la torturaba deliciosamente usando las diferentes intensidades. Ponía mi boca tan cerca que nuestros alientos chocaban pero aún así no emitía ni un gemido ni me besaba. La destapé y vi como hacia fuerza con sus piernas para así aguantar más.
Confirme que jamás había llegado al climax porque no sabía ni lo que estaba ocurriendo con su cuerpo.
Cuando ya estaba al borde, acerqué mi boca a la suya y pulse nuevamente el botón para que finalmente se liberara. Correspondió mi beso solo para que no la escuchara gemir y hasta recibí una mordida que me pareció ardiente.
Cuando finalmente se relajó su cuerpo estaba aún sonrojada, también sintiendo vergüenza y yo miraba a detalle cada expresión de su rostro
-No tenías que hacerme esto
-¿Hacerte que exactamente?
-Obligarme a usar algo de lo que no tenía ni idea y dejarme así- movió sus manos aún esposadas
-¿No será que solo sientes vergüenza por experimentar algo de lo que no tenías ni idea y por rendirte a mi? Y por cierto me gustan tus besos y puedes morderme las veces que quieras
-No se quién seas ni como te llames pero debes dejarme ir, no se hasta donde pretendes llegar
-Descansa, lo mereces- le di un beso en los labios y le quité las esposas antes de salir de la habitación con una sonrisa de triunfo