Dalila Rosales sargento ejemplar del ejército, madre protectora y esposa de uno de los hombres más poderosos del país, su vida parecía dividida entre dos mundos imposibles de conciliar.
Julio Mars, CEO implacable, heredero de un imperio y temido por muchos, jamás imaginó que el amor verdadero llegaría en forma de una mujer que no se doblega ante el poder, ni siquiera ante el suyo. Juntos comparten un hijo extraordinario, Aron, cuyo corazón inocente se convierte en el ancla que los mantiene unidos cuando todo amenaza con destruirlos.
Una historia de amor y poder...
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CAPITULO 14
En la mansión, Julio recibió una llamada que lo hizo detenerse un momento.
Era Samuel su amigo estaba desanimado, con la voz apagada, y lo invitaba a salir a tomar unos tragos para despejar la mente.
El dilema se instaló de inmediato en Julio. Hacía días que no salía, y lo cierto era que un trago tal vez le ayudaría a ordenar los pensamientos que lo atormentaban.
Sin embargo, había un detalle imposible de ignorar, su hijo. Aron era posesivo y celoso con él, no le permitía apartarse ni un instante, y Julio no lo culpaba, después de todo, apenas estaban comenzando a construir esa relación.
Suspiró y caminó hasta su cuarto, abrió la puerta y lo encontró como siempre, su pequeño adueñado de su habitación. Aunque tenía ya una propia, Aron insistía en dormir con él, como si ese gesto asegurara que no lo perdería.
Julio se sentó en la orilla de la cama y comenzó a hablarle con ternura "Campeón, ¿sabes? Hoy el tío Samuel está triste… y me invitó a salir un rato. Pero solo será por un momento"
Aron lo miró con sus ojos grandes, pensativo, y en vez de la rabieta que Julio esperaba, esbozó una sonrisa traviesa "Está bien, papá, puedes ir, yo me quedo con la nana.
Julio arqueó una ceja, sorprendido "¿De verdad no te molesta?"
El niño se acomodó entre las almohadas "No, papá. Hoy estoy feliz" dijo, recordando con satisfacción su travesura contra Ema.
Julio lo miró con sospecha, aunque decidió no preguntar. Lo acarició la cabeza y lo besó suavemente su frente "Ok mi pequeño. Ya vuelvo hijo, te amo y pórtate bien" dijo Julio saliendo de la habitación entre el alivio y la curiosidad por la calma de su hijo.
El auto de Julio se detuvo frente a un bar exclusivo en el centro de la ciudad, un lugar discreto y elegante donde los hombres de negocios acostumbraban relajarse lejos de la mirada pública.
Al ingresar, el aroma a whisky y madera pulida lo envolvió. Samuel, Marcos y Kevin ya lo esperaban en una mesa apartada, rodeados de luz tenue y el murmullo discreto de otras conversaciones.
Mientras Julio se desahogaba con sus amigos en aquel bar elegante, en otro punto del mundo la noche tenía un significado distinto.
Dalila Rosales acababa de terminar una misión difícil, y lo había hecho con éxito. Sus soldados reían y celebraban, pero ella, a un costado, los observaba con una sonrisa apagada.
La victoria pesaba menos que el vacío en su pecho, ver a sus hombres reunidos le recordaba la soledad que cargaba.
Sus nervios estaban a mil por lo que venía, regresar, enfrentar a Julio, ese amor que nunca se borró, pero que ahora se sentía tan lejano.
Con la garganta apretada y las manos temblando apenas, tomo su teléfono, lo encendió y marcó la llamada.
En la mansión, la nana vigilaba desde la puerta de la cocina al pequeño Aron que miraba caricaturas en sala, con la pijama puesta.
Aron escuchó el tono de llamada en su reloj inteligente. Sus ojos brillaron de emoción "¡Mamá!" exclamó, aceptando la llamada de inmediato.
"Hola, mi cielo…" su voz sonaba dulce, cargada de emoción "Mamá te extraña mucho mi bebé"
Aron se tapó la boca para no gritar de la alegría, pero no pudo evitar que se le escapara una risita.
"Yo también te extraño, mamá... muchísimo y mi papá también"
Dalila cerró los ojos unos segundos, tragando lágrimas que no quería mostrar "Hay mi cielo, Aron mi pequeño" dijo con pesar.
Su hijo anhelaba una familia y lo veía imposible, Julio le había dejado muy claro hace seis años.
"Te amo muchísimo mi pequeño, eres mi vida entera" expresó Dalila, tratando de cambiar el tema de la conversación.
Aron sonrió, sabia que era el amor mas grande de su mamá "Yo también te amo mamita, vuelve pronto ¿Sí?"
La voz de Dalila se ahogó en su garganta su cuerpo temblaba al otro lado de la llamada, sus lágrimas caían sin freno, brillando bajo la tenue luz de la base militar "Mañana estoy regresando, mi amor" susurró con la voz quebrada.
No quería que Aron escuchara su llanto. Con esfuerzo, cambió el tono, se despidio "Descansa, amor mío. Mañana te estaré apapachando y dando muchos besos. Te amo..." Dijo cortando la llamada, no quería llorar y que su hijo también llore.
El pequeño, sonrió con tristeza, la llamada terminó, y aunque Aron no pudo ver el rostro de su madre, porque solo escuchaba su voz, algo dentro de él lo advirtió sobre la tristeza escondida en esas palabras.
Cerró los ojos con fuerza, se abrazó asimismo y miro fijamente a un adorno de la sala.
Dalila se limpió las lágrimas con la misma disciplina que tantas veces había aplicado en el campo. Su expresión endureció, como si en segundos volviera a enfundarse en la coraza de soldado.
Pero no alcanzó a recomponerse del todo cuando sintió pasos acercándose "¿Estás bien, Dali?" preguntó Andrés, el coronel que había comandado la misión con ellos.
Ella forzó una sonrisa y asintió "Sí, mi coronel"
Andrés la miró con calidez y, en un gesto que sorprendió a la mujer, tomó suavemente su mano "Déjate de formalidades conmigo Dalí… solo Andrés"
Dalila lo miró unos segundos antes de responder, sin apartar la sonrisa que ahora era más diplomática que real "Está bien Andrés, pero cuando estemos en la base, seguirás siendo mi coronel"
La tensión del momento fue rota por la llegada de Lucas, su joven asistente, que siempre se comportaba como un hermano menor.
Con la energía de un niño corrió a abrazarla "¡Sargento! Vamos a disfrutar un rato de la victoria. Mañana partimos… y vamos a recoger a nuestro querubín"
Dalila río suavemente, el abrazo de Lucas le devolvía ternura en medio del desgaste. Luego ambos se alejaron después de despedirse del coronel.
Andrés, en cambio, observaba la escena con una punzada en el pecho. Llevaba tiempo enamorado de la hermosa Sargento, pero sabía que ese lugar en su corazón estaba ocupado por otro.
Y aunque alguna vez se había atrevido a insinuarlo, Dalila había sido clara, no tenía sentimientos por él.
Aun así, Andrés permanecía cerca, incapaz de renunciar del todo, aun sabiendo que la batalla que peleaba no estaba en los campos de guerra, sino en el alma de una mujer que ya pertenecía a alguien más.
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Aron estuvo un buen rato fuera de sí, preocupando a los empleados que lo miraban desde una distancia prudente.
Se dio la vuelta despidiéndose de todos en la mansión sin dar explicación y advirtiendo que quería estar solo.
Caminó cabizbajo hasta la habitación de su padre, cerró la puerta y se dejó caer sobre la cama. Las lágrimas, que había contenido, se desbordaron sin freno.
"Mamá… yo debería estar contigo…" murmuró entre sollozos, abrazando fuerte al peluche que le regalo su tío Marcos contra su pecho.
La tristeza lo consumía, sintiéndose pequeño e impotente por no poder cuidar a quien más amaba.
Mientras tanto, Julio reía con sus amigos en el bar. Luego vio que el ambiente se volvía mas festivo, sus amigos bailaban entre mujeres, pero como él ahora era un padre y esposo responsable, fue a despedirse de sus amigos.
"Tengo que irme" dijo con voz firme, aunque aun era temprano, sus amigos no le dijeron nada, sabían que Aron posiblemente este despierto aun esperándolo.
Antes de las once de la noche, su auto ya se detenía en la mansión. La nana lo esperaba preocupada, había visto cambiar su estado de animo del niño después de hablar con su mamá.
Ella había estado por subir detrás de él, pero escucho el auto de Julio. Inmediatamente lo puso al tanto.
Entonces Julio subió rápido las escaleras y, al acercarse a su habitación, escuchó los sollozos. Al abrir la puerta y verlo en ese estado, algo dentro de su pecho se quebró.
Aron escucho la puerta abrirse, con sus ojos rojos vio a su padre, hizo un puchero y levantó los brazos hacia él, buscando refugio.
Julio fue a su encuentro "Ya, bebé, calma…" susurró Julio mientras lo cargaba y lo acunaba contra su pecho. Le frotó la espalda con ternura, como si ese gesto pudiera borrar todo dolor.
Pero entonces, entre llantos más fuertes, Aron con voz entrecortada le dijo "Papá… mamá está llorando… le hacemos falta. No quiero que sufra... extraño a mamá"
Las palabras del niño fueron como un golpe directo al corazón de Julio. Quiso llorar con él, dejar salir la angustia que le quemaba, pero se contuvo, se obligó a ser el sostén de su hijo.
Besó su cabecita y le habló con firmeza y cariño a la vez "No te preocupes, hijo. Mamá debe estar cansada, nada más. Te prometo que yo la cuidaré… moveré todos mis contactos en el ejército para que nada le pase, deja esto a papá, confía en mi hijo"
Aron lo abrazó más fuerte, como si esas palabras le dieran un poco de paz.
Julio, en silencio, apretó los ojos para contener las lágrimas, en ese instante comprendió que no solo debía proteger a su hijo, sino también a la mujer que era muy importante para el niño y aunque no lo quería aceptar, también lo era para él.
Aron seguía sollozando, aferrado al cuello de su padre como si temiera que se desvaneciera, cada palabra de consuelo que Julio le susurraba se mezclaba con el sonido pausado de su respiración, lenta y firme, tratando de transmitirle calma.
El pequeño, agotado por la intensidad del llanto, comenzó a relajar su cuerpecito. Su respiración se hizo más pesada, entrecortada al principio, hasta que poco a poco se transformó en un ritmo tranquilo.
Julio lo miró con ternura, acariciando su carita húmeda de lágrimas "Mi campeón…" murmuró, con un hilo de voz "Ojalá pudiera quitarte esta tristeza"
El niño, medio dormido, apretó una última vez la mano de su padre antes de dejarse llevar por el sueño profundo, seguro en sus brazos.
Julio permaneció sentado en la cama con su hijo en el regazo, sin querer soltarlo todavía. Sentía el calor de su hijo, su inocencia, y al mismo tiempo, el peso de una responsabilidad .
Finalmente, lo recostó con suavidad entre las sábanas, lo arropó y permaneció a su lado, observando cómo su respiración marcaba la paz que recién había encontrado.
Julio, aún con la imagen de su hijo dormido y las palabras de “mamá está llorando” resonando en su cabeza, tomó el reloj inteligente.
Navegó entre las funciones hasta encontrar el número de Dalila. Dudó unos segundos, temiendo invadir un espacio que hacía años no compartían, pero la preocupación pudo más y marcó la llamada.
En el campamento, Dalila se había apartado de la celebración a su carpa para buscar descanso. Se había quitado las botas y dejado el uniforme a un lado, cuando la vibración de su celular la sorprendió.
Un número desconocido parpadeaba en la pantalla. Con reflejo automático, contestó en tono militar "Sargento Rosales, ¿con quién hablo?"
Del otro lado, una voz ronca, profunda, inconfundible la estremeció "Dalila… soy yo, Julio"
El celular casi se le resbala de las manos, su corazón dio un salto "Ah… hola" balbuceó..
Recuperando la compostura como pudo preguntó "¿Aron está bien?" Su voz estaba cargada de temor y preocupación.
"Él está bien, perfecto diría yo" respondió Julio con calma, cuidando de no revelar a su hijo "Te llamaba para saber de ti. ¿Estás bien?"
Dalila se quedó en silencio unos segundos, el aire atrapado en su garganta. Jamás habría esperado que Julio se preocupase por ella "Sí… yo estoy bien. Estoy por descansar" susurró, con un nerviosismo que no pudo ocultar.
Julio sonrió sin que ella lo viera "Ok, entonces descansa. No te preocupes por Aron, nuestro hijo está bien... Y cualquier cosa… estoy para ti. Cuídate, hermosa"
Cortó la llamada con una sonrisa boba, casi adolescente, algo que no se permitía mostrar en el mundo de los negocios.
Dalila, del otro lado, quedó inmóvil, se llevó la mano al pecho, sintiendo cómo su corazón palpitaba con fuerza.
Su sonrisa apareció sin permiso, dulce y vulnerable, se acostó con el celular aún en la mano, abrazando esa sensación que la acompañó hasta quedarse dormida.
Julio dejó el celular sobre la mesa de noche, se recostó a lado de su hijo, pero no pudo cerrar los ojos.
La voz de Dalila seguía resonando en su mente, ese susurro nervioso. "Hermosa…" ¿Cómo se le había escapado decirlo en voz alta?
Giró la cabeza y vio a su hijo mover los labios en sueños. Julio le acarició el cabello, y en su pecho se mezclaron sentimientos que lo consumían: amor, culpa, miedo, esperanza.
Rocío de tu noche loca con Samuel hubo consecuencia porque así estarían que no se cuidaron y hasta se te olvidó la pastilla de emergencia no te preocupes hoy verás al padre de la criatura como reaccionarán los dos cuando se vean 🤔🤔🤔🤔❓❓❓
Se acordarán de lo que hicieron 🤔🤔🤔❓❓❓