Sinopsis
Emilia Bernade fue forzada a casarse con el duque Mazheón, quien era descrito por todos como alguien cruel y de corazón frío, ella atemorizada por el futuro que le esperaba decidió acabar con su vida, no obstante alguien reencarnó en su cuerpo, sin saber absolutamente nada de su anterior vida, cargando consigo pequeños fragmentos de como había muerto. Esa nueva Emilia para no estar sola decidió aferrarse al duque a pesar de sus rechazos.
¿Se ganará su amor o su odio?
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Un pasado desconocido
La semana había concluido por fin y llegaba la partida de la casa de los marqueses, la verdad en ningún momento de mi estadía recibí esos consejos «matrimoniales», incluso llegué a toparme a los marqueses discutiendo en pleno pasillo; fue bastante sorprendente.
Por alguna razón me sentía algo nerviosa, supongo que era porque pronto conocería a la madre del duque. Por otra parte, la marquesa se había puesto la tarea de darnos o darle al duque una buena despedida, sin embargo el duque no parecía estar oyendo lo que ella estaba diciendo.
—Espero que vuelvan pronto, ustedes serán siempre bienvenidos en esta casa. —Llevaba un vestido rojo que combinaba perfectamente bien con su tinte de labios. Elena estaba un poco más atrás junto al duque. —Les rezaré a los dioses para que su matrimonio de frutos. —Y volvía con eso. Sonreí intentando parecer lo más natural posible.
Después de ese discurso el duque y yo subimos al carruaje, luego de unos segundos los caballos empezaron a galopar. Me sentía un poco cansada, así que me quedé dormida luego de ver por unos cuantos minutos los árboles pasar a través de la ventanilla.
Tuve un breve recuerdo,
Ese día el sol estaba llegando casi al oeste, el atardecer lucía de un tono anaranjado y con luces rosas en el cielo. Me encontraba en mi casa cuando recibí la llamada de Mariela.
—¿Qué quieres?
—¿Cómo está tu brazo?, perdón no fue mi intención que te cayeras por las escaleras.
—Ah, no te preocupes, creo que di un paso en falso. —En ese momento no quería dudar de ella, pero supongo que había sido muy ingenua.
Me desperté sintiendo algo suave contra mi rostro, abrí los ojos lentamente notando el interior del carruaje, con impresiones en dorado. Viendo la posición en la que me encontraba levanté mi cabeza bruscamente y por error le golpeé el rostro al duque, ¿cuándo había cruzado a ese lado?
—Oh, perdón, no sabía que usted…
—¿Tuviste un mal sueño? —se tocó la frente acariciando donde había recibido el golpe.
—Supongo que sí, —me quedé en silencio observándolo fijamente y él notó eso devolviéndome la mirada con esa misma intensidad, arqueó ambas cejas y luego dejó salir una sonrisa.
—Cuando duermes hablas dormida —arrugué mi expresión, él se rió débilmente y luego se apoyó más contra la ventana. —Creo que mencionaste el nombre de Mariela, ¿Una amiga?
—Algo como eso, —mejoré mi postura sentándome de una manera más noble. —¿Usted tiene amigos?
—Esa pregunta ofende, —sonreí divertida. —De hecho, el príncipe menor es muy cercano a mí, pero a la persona que consideraba como mi amigo ya no se encuentra en este mundo.
Observando los ojos violetas de Iruen pude sentir su tristeza, era una mirada alejada y nublada; en un futuro desearía ver un brillo en esa mirada, que la mayoría de veces parecía estar sin vida.
—¿Y cómo es el príncipe? —no le pregunté más sobre ese amigo, debía ser un tema delicado.
—Imagina una versión más joven de mi, —arqueé mis cejas y él subió los hombros. —Incluso a mi me sorprendía el parecido que él tenía conmigo.
—Me gustaría conocerlo.
—Poseo una pintura de él, sin embargo era más joven en ese momento. —El duque parecía muy encariñado con el príncipe más joven, me habló bastante sobre él, de esa manera supe la edad del príncipe y sus comidas favoritas. Iruen se quejó diciendo que el príncipe era algo exagerado a la hora de comer, pero me preguntaba si no le daba vergüenza decir eso, él mismo era de ese modo.
Cuando llegamos a la residencia de la madre del duque la encontramos afuera esperando por nosotros. En el momento que el duque bajó del carruaje fue recibido por un fuerte abrazo de su madre y luego de ese saludo, ella me miró embozando una sonrisa y abrió los brazos como si estuviera esperando que yo fuera a abrazarla, al principio dudé pero después me acerqué y dejé que me rodeara con sus brazos.
—¿Por qué esperaste tanto para presentármela? —Ella se alejó suavemente del abrazo. —Lamento no haber asistido a la boda, mi salud se dificultó en ese momento.
Asentí algo nerviosa. Ella nos guió dentro de la casa, pronto una sirvienta nos sirvió algo de té mientras estábamos descansando en la sala principal, nuestros equipajes habían sido llevados a la habitación de hospedaje por el mayordomo. Mientras madre e hijo se ponían al día me quedé observando un cuadro que estaba al fondo del pasillo, por la cabellera rubia y esa mirada hipnotizante sabía perfectamente de quien se trataba, en esa pintura su edad parecía cercana a los siete u ocho años.
La relación entre ellos parecía una estable, recordando mi vida pasada ni esa muestra de interés recibía, mis padres trabajaban la mayoría del tiempo y lo que más tuve por parte de ellos era el dinero, de cierta manera eso reemplazó el lugar del tiempo que ellos no podían darme. Y eso no quería decir que fueran malos padres, supongo que simplemente me había sentido sola en algún punto.
Ya estando en la habitación de hospedaje observé en derredor, cada rincón del cuarto parecía ser una extensión de Iruen, esa era obviamente su habitación y por la cantidad de libros, sabía que leer era su pasatiempo preferido. Por otro lado, él miraba la habitación con mucha nostalgia, y cuando su mirada cayó sobre un cuadro en particular arrugó las cejas con sorpresa.
—¿Quién es? —me interesé al ver esa imagen, era un joven de cabello azabache sosteniendo una filosa espada mientras al lado estaba Iruen sentado en una silla.
—Daniel —él apretó los labios con pesar, suspiró y apartó la mirada. Luego se sentó en la cama con una expresión cansada, —llama a alguien para que aparte eso de mi vista.
No le pregunté por qué razón deseaba quitar ese hermoso cuadro de la habitación, pero su semblante me lo decía bastante bien, ese dolor en sus ojos me lo contaba de alguna manera. Me asomé por el pasillo encontrándome con un joven que llevaba algunas cargas consigo, le expliqué rápidamente y él entró a descolgar el cuadro de la pared para luego llevárselo a alguna parte.
—¿Estás bien? —me senté a su lado, Iruen asintió levemente. No parecía querer hablar, así que me levanté diciendo que iría a conocer la residencia, lo mejor era dejarlo solo, calmarse o reflexionar sobre lo que le atormentaba.
La casa era enorme, los pasillos exageradamente largos que me cansé tan solo con caminar unos minutos, pero algo que llamó mi atención fue el jardín de girasoles. Bajé unos escalones y me adentré aspirando el agradable aroma, había un columpio más al fondo y me acerqué con curiosidad. Me senté encima del tablón, luego me mecí lentamente, me quedé en esa zona unos minutos disfrutando del columpio.
Entonces, el sonido de algo rompiéndose llamó mi atención y regresé a la habitación de antes pero no hallé al duque, salí nuevamente por los pasillos caminando desorientada por la residencia. Llegué a la sala principal hallando a la madre del duque, Iruen y a Bran Louisette, una sirvienta recogía una taza rota del suelo, el ambiente era demasiado tenso.
—Duquesa, llega en el mejor momento, llévese a su esposo; tiene un humor pésimo. —Bran se acercó saludándome con amabilidad, me guiñó el ojo descaradamente intentando que me uniera a su plan.
—Bran —Iruen estaba más molesto, el mencionado embozó una sonrisa y luego pasó atrás de mi, como si se refugiara detrás de mi espalda.
—Duquesa, no dejé que me haga nada, soy un viejo pobre y enamorado.
La frente del duque se arrugó más y su madre disimuló la sonrisa con su abanico de tela, por mi parte estaba perdida sin entender mucho la situación.
—Iruen, cálmate. —La madre de Iruen decidió tranquilizar la situación, palmeó el hombro del duque y luego le mostró una cálida sonrisa.
—Madre, —al final él suspiró y se acercó a mí, me agarró la mano regresando a la habitación conmigo. —Quiero matar a ese viejo, —seriamente, Bran era capaz de descomponer al duque. Me senté en la cama mientras escuchaba sus quejas, al parecer el hermano menor del conde estaba cortejando a la madre del duque y él estaba totalmente en contra de eso.
—Son personas mayores, creo que saben lo que deben hacer.
—Por supuesto, pero no quiero que la opinión pública afecte a mi madre. A pesar de que ambos están en la misma edad, la apariencia de Bran es bastante joven, cualquiera podría confundirlo con alguien de mi edad…
Subí los hombros mientras arrugaba las cejas.
—Sí, eso es un problema.
Durante la semana que estuvimos en la casa de la anterior duquesa no pasó ningún acontecimiento desagradable, de hecho los días fueron tranquilos, la mayor parte del tiempo me la pasé en el jardín y en la habitación hablando con Iruen. Él me enseñó algunos libros que le gustaban, así también varias pinturas del príncipe menor y como él mismo había dicho era su viva imagen. La madre del duque por otra parte era alguien bastante amable, mientras estuve en su residencia se mostró servicial y amigable.
Al llegar a la mansión lo primero que hice fue tirarme a mi cama hundiéndome en medio de las almohadas, ya extrañaba estar en mi habitación, también había deseado ver a Katelyn y a los demás; pero antes de hacer eso, tomaría un descanso.
En ningún momento el estuvo enamorado de Elena, solo le gustó
sigue sin gustarme el duque, por qué no aclara las cosas desde el principio y se hace la víctima
Debe salir conocer mejor donde está, seguir con sus negocios, aprender magia y combate cuerpo a cuerpo, entrenar físicamente.
Salir de ese matrimonio, que lo único que hace el duque es actuar de manera inmadura. ni el sabe que siente..
Cuando va dejar al duque, se deja envolver por él