La historia más cliché del año", así la describiría Carla... pero, ¿qué pasa cuando los villanos cuentan su versión?
pero ¿qué pasa cuando se ve desde los ojos de Kiara? Una joven obligada a comprometerse con el príncipe a los 15 años por decisión de su padre, quien en secreto ama al hombre con el que está destinada a casarse. Todo cambia cuando Marionela entra en escena. Su aparente dulzura esconde un lado oscuro que Kiara conoce de primera mano, pues es ella quien comienza a manipular al príncipe y convertir la vida de Kiara en un caos.
La gota que colma el vaso llega cuando Marionela, en un acto calculado, se envenena para culpar a Kiara. La supuesta villana es acusada injustamente, encarcelada y casi ejecutada, pero logra reducir su sentencia. Allí, en el calabozo, un golpe la despierta a su vida pasada y con ello, un propósito claro: cambiar su destino .
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capitulo 13 _ de vuelta
El Día de la partida hacia Liu llegó con el alba teñida de tonos dorados y escarlata. Los preparativos estaban terminados: un convoy de carruajes lujosos, caballos entrenados para la guerra y soldados de élite escoltándonos. El estandarte del Imperio de Xek ondeaba orgulloso sobre el carruaje principal, anunciando la llegada de un poder que ningún reino podía ignorar.
Yo estaba vestida para impactar. Mi atuendo, cuidadosamente elegido, era una mezcla de elegancia y autoridad: un vestido negro con bordados dorados que representaban dragones, símbolo de la fuerza imperial. Mi corona, sencilla pero imponente, brillaba bajo la luz del sol.
Ian, siempre observador, se acercó a mí mientras inspeccionaba los últimos detalles.
—Parece que planeas hacer una entrada inolvidable —dijo con una sonrisa que no llegaba a sus ojos.
—Siempre, Ian —respondí, ajustando los guantes de cuero negro que llevaba—. La primera impresión es crucial.
—Recuerda que este viaje no es solo para ti. Representa al Imperio, Kiara. Cada palabra y cada movimiento tuyo tendrá repercusiones.
—Lo sé —dije, mirándolo directamente a los ojos—. Pero no te preocupes. Haré que se arrodillen ante nosotros, tanto política como simbólicamente.
Ian extremadamente levemente, satisfecho con mi determinación.
—Eso espero. Porque este viaje no es solo una misión diplomática; es una prueba para ambos.
Subí al carruaje principal, acompañado de dos guardias de confianza. Ian no vendría conmigo; Él tenía sus propios asuntos en el imperio, pero sabía que este viaje era mío para liderar. Mientras las ruedas del carruaje comenzaban a moverse, no pude evitar pensar en lo que me esperaba en Liu.
El regreso a Liu
Después de semanas de viaje, el paisaje familiar del Reino de Liu apareció en el horizonte. Mi corazón latía más rápido al reconocer las murallas del palacio real y la ciudad que alguna vez había sido mi hogar. Esta vez, sin embargo, no regresaba como una exiliada o una villana. Ahora, llegaba como la emperatriz de Xek, con un poder que superaba al de cualquier noble o príncipe de este lugar.
La noticia de mi llegada ya se había extendido, y el recibimiento fue tan ostentoso como había planeado. Nobles, soldados y ciudadanos se alinearon en las calles para observar la caravana imperial. Algunos murmuraban con curiosidad, otros con temor. Mi nombre todavía tenía peso, incluso después de años de exilio.
Cuando llegamos al palacio, el rey de Liu, junto con su corte, nos recibió en la entrada. Y allí estaban ellos. El príncipe Alber y Marionela , juntos, parados al lado del rey. Sus rostros eran una mezcla de sorpresa, incredulidad y, en el caso de Marionela, un atisbo de pánico mal disimulado.
Bajé del carruaje con la gracia que se esperaba de una emperatriz. Mis pasos resonaron en el suelo de mármol mientras caminaba hacia el rey, que me observaba con una mezcla de respeto y cautela. Me incliné ligeramente, lo justo para cumplir con las formalidades, pero no tanto como para mostrar sumisión.
—Es un honor estar aquí, Su Majestad —dije con una sonrisa que no llegó a mis ojos—. El Imperio de Xek se complace en estrechar lazos con el Reino de Liu.
El rey ascendió, aunque sus ojos mostraban algo de incomodidad. Sabía que no era un simple gesto de diplomacia; mi presencia era una declaración de poder.
Mis ojos se desviaron hacia Alber y Marionela. El príncipe intentaba mantener una expresión neutral, pero sus puños cerrados y su mandíbula apretada lo delataban. Marionela, por otro lado, intentaba aparentar calma, pero sus manos temblaban ligeramente mientras me miraba.
—Kiara… —empezó Alber, con voz tensa, pero lo interrumpí antes de que pudiera decir algo más.
—Es Su Majestad la Emperatriz Kiara para ti, príncipe Alber —dije, con una sonrisa afilada—. Espero que no lo olvides.
El silencio que siguió fue abrumador. Los nobles se miraron entre ellos, sorprendidos por mi osadía, pero nadie se atrevió a decir nada.
—Por supuesto, Su Majestad —respondió Alber finalmente, con los dientes apretados.
Dentro de mí, sentí una oleada de satisfacción. Este era solo el comienzo.