Santiago Jr. y Maggie se casaron en una noche de copas en Las Vegas. Ella desapareció después de la noche de bodas y Santiago Jr. comenzó a buscarla para corregir su error y divorciarse. Pero Maggie después de esconderse por meses viene dispuesta a sacarle a Santiago Jr. hasta el último dólar a cambio de darle su libertad.
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CAPÍTULO 13
Los pequeños jugaban con Genoveva. La pequeña Estrella servía helado de chocolate a su primo y por accidente le ensució la camisa.
El pequeño Dereck se levantó rápido y se sacudió como si se estuviera quemando.
—No ¡Mi camisa nueva! —decía el pequeño con un tono de angustia y lágrimas en los ojos, que atrajo la atención de Genoveva.
Ella lo atrajo hacia ella y le limpio las lágrimas y le sonrió.
—Mi niño. No te preocupes. Ahora mismo te voy a buscar ropa limpia —Genoveva lo tomó de la mano y caminó hacia las escaleras
Santiago Jr. miró expectante la actitud de su madre y la siguió para enterarse de lo sucedido, pero fue interceptado por su sobrina Estrella que tenía una expresión de tristeza en su rostro.
—No quise hacerlo, tío.
Santiago Jr. le despeinó el cabello y le sonrió.
—¿Qué pasó? —le preguntó Santiago Jr.
—Le ensucié su camisa con helado y se puso a llorar, porque esa camisa es nueva, tío.
Santiago Jr. besó la frente de su sobrina y se levantó para buscar a Dereck.
Mientras tanto, Genoveva sacaba de un closet varias mudas de ropa nueva. Pero el pequeño se negaba a escoger algo. Solo quería su camisa de regreso.
Genoveva entendió que había un valor sentimental por esa sencilla prenda. Entonces asintió la cabeza y guardó todo de nuevo en el closet.
Dereck se sentía angustiado, de seguro su madre se molestaría mucho con él por no cuidar su ropa nueva. Dereck escuchó unos pasos acercarse a la puerta y corrió hacia su padre.
—¡Papi!, se me ensució mi camisa nueva. Mi mami se va a molestar —le dijo el pequeño entre sollozos.
Genoveva dejó al niño en brazos de Santiago Jr. y caminó hacia el cuarto de lavado, para lavar y secar la camisa del pequeño. Definitivamente, un niño que rechaza una ropa nueva, por la que le compró su mami, era digno de admiración. No importa si llevaba su sangre o no. Su corazón lo había elegido como su nieto.
Dereck hablaba tan rápido entre lágrimas que Santiago Jr. no podía entender ni una sola palabra, y aunque conocía la situación. No dejaba de ser importante escuchar a su pequeño.
Santiago Jr. tomó una camisa y se la puso al pequeño.
—Usa esto mientras tanto. Te puedes resfriar.
El pequeño asintió y se dejó ayudar por su padre. Pero algunos minutos después. Se escucharon los tacones de Genoveva acercarse.
—Listo. Dereck. Estamos salvados —le dijo Genoveva, mostrándole su camisa perfectamente limpia y planchada. El pequeño corrió hacia ella y se quitó la camisa prestada para volver a ponerse la suya.
Santiago Jr. despeinó un poco el cabello de su pequeño y le besó la frente.
—Listo Dereck. Ya la gruñona de tu madre no va a regañarnos. —le dijo Santiago Jr. y el pequeño dejó escapar una pequeña risa.
Genoveva se sintió complacida de ver la interacción entre su hijo y ese pequeño ángel que llegó para darle un poco de luz a la vida de su inestable príncipe.
—Vamos pequeño. Debemos despedirnos de todos. —le dijo Santiago Jr. y el pequeño asintió complacido.
Mientras tanto, Maggie seguía en la clínica. Ella estaba ajena a todo en el mundo exterior. Quiso dedicarse a hablar con su hermana y a motivarla a recuperarse.
Hans le aconsejó que pasara tiempo con ella.
Maggie saltó de alegría al sentir a su hermana presionar su mano.
—Vamos. Marie. Tienes que levantarte. Hay alguien muy especial que quiero que conozcas.
Maggie estaba inmersa en sus pensamientos sin saber que estaba siendo observada por unos ojos curiosos a través de la cámara de seguridad que había instalado el médico para documentar cada avance en la recuperación de su paciente.
—Vaya. Eres realmente hermosa. —susurró el curioso espectador. Mientras acariciaba el rostro de la chica en la pantalla. Cuando fue interrumpido de repente.
—¿Qué haces aquí? Pensé que te habías ido.
El hombre cerró la imagen en el monitor y negó con la cabeza.
—Me dio pereza conducir y decidí esperarte. Vámonos.
Los dos hombres salieron hacia el estacionamiento y se subieron al mismo auto.
Mientras tanto, Maggie celebraba el avance de su hermana. Su amiga la abrazaba para animarla.
—Ay, amiga. De verdad que, gracias a tu esposo, Marie está muy bien atendida aquí y lo mejor es que no tienes que estar pagando.
Maggie asintió. Definitivamente, ella no podía negar que el tonto se había anotado un puntote con ella con esta acción.
De pronto, ella sintió el deseo de salir a buscarlo y agradecerle su no le gesto. Entonces se despidió de su amiga, besó la frente de su hermana y salió de la habitación.
Freder se puso tenso al ver a su patrona acercarse a él. Mientras miraba hacia todos lados, buscando a su hijo con la vista. Freder se preparó mentalmente para recibir una lluvia de insultos cuando de pronto una vocecita se escuchó detrás de él.
—¡Titi! Ya llegamos. Comí muy rico.
Santiago Jr. negaba con la cabeza. Definitivamente, este pequeño tenía el pico largo. Él pensaba librarse de los reproches de su esposa, pero el pequeño parlanchín lo entregó a la justicia.
Maggie recibió a su pequeño en brazos y olfateo el aroma de su camisa.
—Hueles raro.
El pequeño se sonrió y tomó su propia camisa para acercarla a su nariz.
—No, mami. Huele rico. Mi abuela me la lavó.
Maggie sintió un hueco abrirse bajo sus pies. Ella se arrepintió de haberle dejado el niño a Santiago Jr., pero después ajustará cuentas con él. Por lo menos, el pequeño lucía feliz.
Maggie entrecerró los ojos, para ver a Santiago Jr. y este le sacó la lengua.
—Vamos, gruñona. Voy a llevarte a tu casa —Santiago Jr. observó a Freder y le sonrió antes de ordenarle —.Freder puedes retirarte. Yo me ocupo de mi familia.
Maggie solo asintió y caminó con Dereck hacia la salida.
Freder miraba al cielo, mentalmente agradecía el milagro y, sin perder tiempo se marchó.
Santiago Jr. abrió la puerta trasera del auto y el pequeño se subió. Después le abrió la puerta del puesto del copiloto a Maggie y ella se subió.
Santiago Jr. se sentó en el puesto del chófer y no pudo evitar darle una mirada rápida a sus dos acompañantes y soltó una pequeña risa al ver que el pequeño comenzó a contarle a su madre cada detalle de su visita a la mansión.
Maggie lo escuchaba atenta y miraba a su esposo de reojo.
Pocos minutos después, el auto se estacionó y el pequeño Dereck se bajó del auto para entrar a la casa.
Maggie soltó un poco del aire que tenía retenido en sus pulmones y al fin fijó su mirada en Santiago Jr.
—Quiero agradecerte por el traslado de mi hermana. No sabes lo que significa eso para mí.
—No tienes nada que agradecer. Eres mi esposa y es mi deber ayudarte.
—Si, pero pronto dejaré de serlo.
Santiago Jr. entendió su punto de vista y negó con la cabeza.
—Maggie, tu hermana se va a recuperar y no importa si nos divorciamos o no. No tienes que pagar nada, ni ahora, ni nunca. No te preocupes por eso.
Maggie asintió aliviada y le susurró:
—Gracias.
—Tranquila Maggie. No soy tan malo como crees.
Maggie sonrió.
—No debiste llevar a mi pequeño con tu familia. No debe encariñarse con ellos.
Santiago Jr. soltó una sonora carcajada.
—Creo que es muy tarde, para eso. Porque mi hijo, conoció a una décima parte de su familia hoy y todos quedaron encantados con él y créeme nadie le quita a mi Reina un nieto.
Maggie negó con la cabeza.
—Si, pero no...
Santiago Jr. le puso su mano a Maggie en los labios.
—Relajate Maggie. Deja que el pequeño disfrute de lo que le ofrezco. Eso no tiene nada que ver contigo. No le quites el derecho de tener el cobijo de mi familia. Eso va a asegurar su futuro. No lo perjudiques con tus negativas sin sentido. Mañana vamos al registro. Voy a darle mi apellido.
Maggie negó con la cabeza.
—No, no. no. No hace falta. Además, arregla todo. Mañana mismo te firmo el divorcio.
Santiago Jr. negó con la cabeza y con su dedo índice.
—No, no, cuando hay hijos de por medio. No sé puede firmar un divorcio sin pensar en lo mejor para el pequeño.
Maggie sintió un nudo en su estómago. Definitivamente la sangre llama.