Mariana siempre fue una joven independiente, determinada y llena de sueños. Trabajaba en una cafetería durante el día y estudiaba arquitectura por las noches, y se las arreglaba sola en una rutina dura, viviendo con sus tíos desde que sus padres se mudaron al extranjero.
Sin embargo, su mundo se derrumba cuando decide revelar un secreto que había guardado por años: los constantes abusos que sufría por parte de su propio tío. Al intentar protegerse, es expulsada de la casa y, ese mismo día, pierde su trabajo al reaccionar ante un acoso.
Sola, hambrienta y desesperada por las calles de Río de Janeiro, se desmaya en los brazos de Gabriel Ferraz, un millonario reservado que, por un capricho del destino, estaba buscando una madre subrogada. Al ver en Mariana a la mujer perfecta para ese papel —y notar la desesperación en sus ojos—, le hace una propuesta audaz.
Sin hogar, sin trabajo y sin salida, Mariana acepta… sin imaginar que, al decir “sí”, estaba a punto de cambiar para siempre su propia vida —y la de él también.
NovelToon tiene autorización de Duda Silva para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Capítulo 13
Capítulo 13
A la mañana siguiente, el sol entraba por las rendijas de la cortina y acariciaba el rostro de Mariana.
Ella despertó despacio, aún sintiendo los brazos de él a su alrededor… pero cuando se giró, la cama estaba vacía.
Asustada, se sentó, con el cabello revuelto, el corazón apretando sin motivo.
Fue hasta la sala. Nada.
Cocina. Nadie.
Sólo entonces vio, encima de la mesita de centro, una nota escrita a mano:
“*Necesité salir temprano. Intenté quedarme, pero no pude.
Todo esto es demasiado nuevo para mí, Mari.
Me dejas completamente fuera de control.
Nos vemos más tarde.
– Gabriel.*”
Ella sujetó el papel con los dedos temblorosos, sin saber si sonreía o lloraba.
“Fuera de control.”
Tal vez ella también lo estaba.
—
Del otro lado de la ciudad, Gabriel intentaba concentrarse en el trabajo. Pero no podía.
La imagen de ella acostada en su cama lo perseguía.
Él había huido.
Sí, huido.
Porque quedarse allí sería lo mismo que admitir para sí mismo lo que más temía:
Se estaba enamorando.
Y eso no formaba parte del plan.
Pero… ¿y si ya era tarde?
La nota todavía estaba encima de la mesita cuando Mariana volvió de la facultad aquella tarde.
Ella no tuvo coraje de tirarla.
En los últimos dos días, Gabriel no apareció.
Ningún mensaje. Ninguna llamada.
Ella intentaba convencerse de que aquello formaba parte del acuerdo.
Ellos eran apenas dos personas ligadas por un contrato.
Sin sentimientos.
Sin involucramiento.
Pero entonces, ¿por qué dolía?
¿Por qué aquella ausencia lastimaba como un rechazo?
⸻
En la facultad, Mariana fingía estar bien.
Pero Maya, su colega extrovertida de cabello corto y labial rojo, lo notó.
— Mari, ¿qué pasó? — preguntó en medio del intervalo, en el café donde siempre paraban después de la clase. — Estás con la cabeza en otro lado.
Lucas, el otro amigo recién llegado a su vida, sonrió y completó:
— Déjame adivinar… ¿hay un hombre en esta historia?
Ella forzó una risa.
— No hay ninguna historia — respondió, pero los ojos bajos la delataron.
Lucas estiró la mano y acomodó un mechón de cabello de ella detrás de la oreja.
El toque fue suave, pero bastó.
Del otro lado del café, Gabriel observaba. Nuevamente.
Estaba allí por casualidad — o tal vez no.
Una reunión de negocios con inversionistas lo trajo hasta aquel lugar.
Pero lo que realmente prendió su atención fue ella. Tal vez él había escogido aquel lugar porque sabía que ella acostumbraba ir allí y allí estaba ella.
Mariana.
Riendo con otro hombre.
Otro hombre tocando su cabello.
El estómago se revolvió. El pecho se apretó.
Un sentimiento nuevo y amargo subió por la garganta:
celos.
Él no prestó atención en nada más de la reunión.
Ni en los gráficos, ni en las palabras de los socios.
Sólo pensaba en ella.
En la forma como ella lo miró después de la noche juntos.
En la sonrisa que ella le dio a Lucas.
En la forma como él quería arrancar aquella sonrisa… para sí.
Aquella noche, Gabriel se acostó en la cama y no consiguió dormir de nuevo.
¿Cuántas veces aún intentaría huir de algo que ya era obvio?
Pasaba de la medianoche cuando Luísa apareció en la puerta del cuarto.
— Estás pésimo, hermano. ¿Qué sucedió?
Él pasó las manos en el rostro y soltó un suspiro pesado.
— Nada. Es sólo trabajo.
Luísa cruzó los brazos, escéptica.
— Mentira mal contada. Es Mariana, ¿no?
Él no respondió. Pero el silencio bastaba.
— Gabriel… ¿tú crees de verdad que vas a conseguir mantener esto como si fuera sólo un contrato? Tú eres obsesionado por el control, pero la vida no firma ninguna cláusula. — Ella se sentó en el borde de la cama. — Tú te involucraste. ¿Y sabes qué más? Creo que ella también.
Él la miró, tenso.
— No puedo. No quiero. Esto va a acabar lastimando a los dos.
Luísa se encogió de hombros.
— Ya está lastimando, ¿no?
⸻
Al día siguiente, Mariana estaba distraída en la biblioteca cuando recibió la notificación de un mensaje.
Gabriel:
“¿Podemos conversar esta noche?”
El corazón de ella se disparó.
Ella no respondió de inmediato.
Porque parte de ella quería correr hacia los brazos de él.
Pero otra parte quería protegerse del dolor.
Y ahora… ella no sabía cuál de las dos partes iba a vencer.