La Heredera Exconvicta.

(Mía)

Voy de regreso a mi celda, con el corazón más acelerado qué nunca.

Aunque aún estoy asimilando la visita y cada palabra de Víctor Dorantes, también aún estoy asimilando su imponente apariencia y el porte de hombre elegante que tiene, ya no es ningún niño con delgadez extrema.

Después que Víctor se fue, me quedé con mi Nana un momento, y escuchar todo lo que Ella sabe de Él me ayudó mucho, puedo entender que no he estado sola todo este tiempo.

Fuera de esta prisión, hay gente pensando en mí, y mí Nana me dijo que Víctor es uno de ellos, también me dijo que está segura, que pronto saldré de esta cárcel, eso tiene mi corazón emocionado; porque estoy empezando a creerlo, pero también debo pensar que no es bueno hacerme falsas esperanzas, pues me dieron una condena de 40 años, y no sería nada fácil que Víctor logre sacarme antes.

Llego a la pequeña celda, veo a Rebeca.

Está sentada con un libro en sus manos, es de una novela romántica que a leído más de 500 veces.

¡¡Ah que cursileria!!

Al verme cierra el libro y se pone de pie.

—Mia,Tu traes cara de mujer acariciada... Ahhhh que divino, yo solo de pensar en caricias me derrito.

¡¡Yo necesito un hombre, como el de mi novela!!.

Mía, dime que pasó, ¿quien te acarició?.—me dice la mujer que ha logrado a través de los años, leer mis miradas y entender lo que siento con solo ver mis ojos; pero que está totalmente loca.

—De verdad, que la falta de sol y de alimento, te están afectando el cerebro.—Le digo negando y riéndome de ella.

—Jajajajaja, si Mía, y la falta de carneee, quiero mucha carne, quiero un bistec bien atlético, que esté muy bueno, como el protagonistas de mi novela.

Ahhh... amiga, Yo necesito comer carne y que me coman a mí.—Me dice pasando sus manos, acariciando sus pechos.

—Jum, tú te estás volviendo muy peligrosa para dormir en la misma celda.—Le digo, serena.

—Noooo, yo quiero un macho...—Me dice.

—Pues te contaré de un espécimen, que acabo de ver.—Le digo y ella abre los ojos como platos y se queda callada y sería.

—Mía, ¿viste un hombre real del mundo exterior?.—Me dice con sus gestos de admiración y sorpresa.

—Jajajaja... Si, vino a verme mi abogado, y está como el bistec que quieres.—Le digo, pero a la vez me quedo pensando, que por primera vez en tantos años le estoy siguiendo la corriente a Rebeca, y estoy bromeando con ella y riendo, eso no es normal en mí, creo que es por que por primera vez tengo un poco de esperanza, o la locura de Rebeca es contagiosa.

— Me estás mintiendo.

No vino a verte un bistec... ¿Vino tu Nana Sofia, verdad?.—Me pregunta Rebeca, toda curiosa, al parecer, ella no me cree, lo del abogado.

—Si, vino mi Nana, pero también un hombre y es mi abogado.—Le digo y Ella abre la boca tan grande y luego se la tapa con sus manos, toda sorprendida.

—Pero no quiero hablar de eso.— Le digo serena.

—Pues mira Mía, Tú me vas a contar todo.

Lo de la visita que recibiste, lo de tu Nana, pero sobre todo lo del bistec, y después, vas a terminar de contarme tu historia, porque Yo ya me cansé de tu hermetismo, tú sabes toda mi vida y no es justo que yo no sepa los detalles de la tuya, además tu historia es como para escribirla y hacer un libro de ella.—Me dice en pose de víctima regañona, pero a la vez anciosa por la curiosidad.

La verdad me hace refleccionar y entender, que ella ha sido muy paciente con mi mal humor, además le debo mi vida misma, pues me salvo de morir varias veces.

Veo a mi amiga, tan atenta y hasta dejó de bromear, así que le cuento todo, lo ocurrió en la sala de visitas y aunque pensé, que Rebeca se pondría a decir tonterías con Víctor, se quedó serena y un tanto pensativa.

—Ya te conté todo Rebe, todo.

Sabes que ver a mi Nana, me hace tan bien poder abrazarla, y escucharla.

Ella es la persona por la que quiero ser fuerte, y la persona viva que más admiro, por ella es que debo salir de aquí.

Sabes siempre antes de despedirse, me dice que no ocupe el espacio de mi corazón para odiar, que cada quien tendrá su recompensa según sus obras, y que la vida misma se encarga de la gente mala, ella lo dice porque es demasiado bondadosa.

Pero Yo, jamás podré dejar de odiar a los malditos Montiel, jamás los perdonaré, y si salgo de aquí, los haré pagar por cada cosa que he sufrido en mí vida, por culpa de ellos.

Yo simplemente no puedo olvidar todo lo que viví, y menos olvidar que debo hacer que la rata inmunda llamada Valente sufra con creces y que la sabandija de Efraín pagué por las lágrimas de mí Daniela y de mi Nana Sofía y no sé si la maldita de Eugenia está metida en esto, pero a Ella tambien la haré pagar.—Le digo a Rebeca y ella sé queda viéndome en silencio, pero puedo ver en sus ojos tristeza por mi.

—Ay Mía, como quisiera decirte que haces bien en odiar tanto a esa infame familia, pero el odio solo te afecta a ti mi niña, el odio carcome por dentro, diseca los huesos, el odio te resta vitalidad.

Sé que quieres hacer justicia, pero tu Nana tiene razón, la vida misma le da a cada quien según su forma de actuar.

Debes olvidarte de esa venganza, no por ellos, sino por ti.

Sabes que hermosa, la gente más sabia, fuerte y valiente, es la gente que sabe perdonar, y no lo haces por la gente, ellos no merecen tu perdón, pero tu si mereces perdonar, porque ya te dije, el perdón libera.

Yo, te quiero tanto Mía, y créeme que me preocupa que lleves tanta amargura por dentro.

Sé qué hay gente que te ama, incluyéndome y creo que debes pensar en esa gente.

Y sabes que Mía, yo estoy segura que vas a salir, el papucho te va a sacar de aquí y eso de verdad me pone feliz.—Me dice y la veo limpiar las lágrimas qué salen de sus ojos.

Veo a Rebeca y me doy cuenta de que ella ya es parte de mi familia, porque un día pensé que estaba sola, y aun pienso que la vida a sido muy dura conmigo, pero también debo reconocer que tengo gente que no llevan mi sangre, ni mi tan amado apellido, pero son mi familia.

Y Rebeca es parte de esa familia.

Ah pero quizá debería preocuparme por Ella, pues padece un poco de desequilibrio mental.

Pero aun así, es mi familia y la amo...