Roselin sufrió a causa de su primer amor, por una infidelidad por parte de su pareja decide separarse de forma inmediata, sin embargo, su corazón roto no dejaba de doler, por esto decide ir a un bar y beber un poco. A causa del alcohol Roselin termina pasando la noche con un desconocido que resulta ser un atractivo CEO, está intenta ignorarlo, pero ¿Podrá resistirse a los encantos de aquel hombre tan encantador y directo?
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Instinto
Sebastián era un CEO reconocido e inteligente por algo, había usado a su hijo para atraer la atención de Roselin, notó la debilidad de aquella mujer hacia su hijo y lo uso para sacar provecho de la situación, aquella mujer testaruda se mostraba más tranquila y amable hacia él gracias a eso.
Sebastián no tenía claras sus propias intenciones, solo sabía que deseaba estar cerca de aquella mujer, tenía claro que esto traería consecuencias, pero por ahora nada de eso le preocupaba. El rostro dulce y atractivo de aquella mujer era agradable a sus ojos, aquella mirada coqueta y nerviosa que esta le daba en muchas ocasiones logró cautivar algo en el interior de aquel hombre frío y solitario.
Ahora que la veía jugar y hablar con su hijo sintió la necesidad de atarla a él, pero no sabía de qué forma lograrlo, era totalmente difícil llamar la atención de esta, además de que esta mujer se negaba a aceptar la cercanía entre ambos.
Roselin se dirigió hacia donde él estaba, Sebastián no tenía intenciones de dejarla volver a su casa, aunque sabía que si él era insistente, ella lo era el doble y también era muy ingeniosa para negarse a la mayoría de sus peticiones, esto lo notó en el poco tiempo que tenía conviviendo con ella. Ya no sabía qué hacer para atarla.
—Ya Santiago está dormido, nos vemos mañana señor.
—Espera, es tarde, puedes quedarte.
La mirada entre ambos era tan intensa que Sebastián sentía muchas ganas de saltar sobre aquella mujer y obligarla a besarlo, sus modales y autocontrol le negaron llevar a cabo la acción totalmente primitiva y muy lejana a su propia personalidad.
—C… creo que será mejor que me vaya, mañana nos veremos temprano.
El nerviosismo de la mujer era totalmente adorable a los ojos de Sebastián, ¿Cómo una mujer podía cautivar lo tanto sin hacer absolutamente nada?, ese tal Tiago era un idiota por haber abandonado a tal mujer.
El corazón de Sebastián comenzó a palpitar con mucha intensidad, era una incomodidad muy estresante para su pecho, debido a esto se tomó el atrevimiento de besar con insistencia los labios de aquella maravillosa mujer frente a él.
De forma sorpresiva para Sebastián, en vez de apartarlo, Roselin correspondió con la misma intensidad que Sebastián, esta también sentía un gran deseo hacia Sebastián.
El beso fue largo y profundo, cuando se separaron entre jadeos Sebastián no pudo soportarlo más y volvió a besar a Roselin, el ambiente se había vuelto cálido sofocante para ambos, Sebastián dio vida a la llama de la pasión entre ambos y esta era muy difícil de controlar. Al cabo de varios besos más, estos se separaron y se quedaron viéndose el uno al otro, era difícil disimular aquello que ambos anhelaban con locura, pero a la que le costaba admitirlo era a Roselin.
—Creo que debería irme señor CEO.
—¿De verdad quieres irte?
Roselin mordió con suavidad su labio inferior, no sabía porque este hombre lograba atraer tanto su atención, normalmente no se dejaba llevar y siempre ponía sus pensamientos lógicos por encima de sus intentos, pero este hombre lograba repeler todos sus pensamientos lógicos y sacaba sus instintos más primitivos.
El silencio de Roselin fue una buena señal para Sebastián, al menos ya dudaba de sus decisiones, tal vez si Sebastián era un poco más insistente esta se quedaría, Roselin miraba a Sebastián directamente a sus ojos y un leve sonrojo se plasmó en sus mejillas.
Sebastián besó de nuevo a Roselin, inconscientemente esta se pegó más al cuerpo de Sebastián y se dejó llevar por el momento, Sebastián la cargó con suavidad logrando que el beso fuese más profundo.
Solo en ese momento Roselin fue consciente del lugar en el que estaban, seguían en la sala después de todo, podrían ser vistos por cualquiera, Roselin rompió el beso y miró a Sebastián directamente a los ojos, este tenía un rostro confundido.
—Estamos en la sala, no es un lugar apropiado, alguien podría vernos, o mucho peor, Santiago podría vernos.
—Nadie vendrá, pero si te molesta el lugar, podemos subir.
La pregunta traía consigo una pequeña trampa, si subían ya no había vuelta atrás, además Roselin estaría admitiendo de forma indirecta los sucesos anteriores y la química que había entre ambos, aunque cuando estaba con Sebastián su poder de razonamiento moría temporalmente.
Roselin solo pensaba en lo que quería, no sentía ni un más mínimo toque de preocupación por sus acciones o las consecuencias que estás cargarían consigo.
—Está bien, pero solo será un rato.
Sebastián estaba más que satisfecho por la respuesta de Roselin, en el fondo no creía que Roselin cedería, pero el resultado fue mucho mejor de lo esperado.
Sebastián continuo cargando a Roselin, pero reforzó un poco más su agarre para que esta no se cayera, camino directamente hacia su habitación y al entrar dejó a Roselin sobre la cama, luego fue a ponerle seguro a la puerta.
Cuando Sebastián se acercó a Roselin, volvió a unir sus labios en un desesperado intento de sentirla más cerca, Roselin correspondió intentando seguir el ritmo desesperado de Sebastián.
Ya estaban más que claras las intensiones de ambos, aunque tampoco iban a parar en las alturas en las que estaban.
Con una de sus manos Sebastián rozo los botones de la camisa de Roselin, esta se estremeció ante la sensación del inesperado contacto, los besos desbordaron el deseo de ambos y ahora solo les faltaba deshacerse aquella ropa que les fastidiaba tanto en su camino.
La habitación se sentía tan cálida que tanto Roselin como Sebastián se sentían asfixiados por el sofocante sentimiento que estaban compartiendo.
Sebastián tomó los botones con más audacia y comenzó a abrir la camisa de Roselin, Roselin tampoco se quedó atrás y con cierto desespero le quito el saco a Sebastián seguido de su corbata, todavía luciendo desaliñado era más atractivo de lo que el mismo se imaginaba, en ese punto el deseo era demasiado desenfrenado como para mantenerlo a raya.