Tras años lejos de casa, Camila regresa solo para descubrir que su hermana gemela ha muerto en circunstancias misteriosas.
Sus padres, desesperados por no perder el dinero de la poderosa familia Montenegro, le suplican que ocupe el lugar de su hermana y se case con su prometido.
Camila acepta para descubrir que fue lo que le ocurrió a su hermana… sin imaginar que habrá una cláusula extra. Sebastián Montenegro, es el hombre con quien debe casarse, A quien solo le importa el poder.
Pronto, los secretos de las familias y las mentiras que rodean la supuesta muerte de su gemela la arrastrarán a un juego peligroso donde fingir podría costarle el corazón… o la vida.
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La muerte de Carina.
Mi nombre es Camila Olivares y tengo veinte años.
Estudio psicología en el extranjero. Mis padres solo tuvieron dos hijas: mi hermana Carina y yo.
Desde pequeña quise ser independiente. O tal vez solo quería alejarme de ellos. Nunca me sentí libre a su lado; cualquier cosa que hacía estaba mal. Con mis padres hablo solo por compromiso… pero con Carina es distinto. Ella es mi otra mitad. Mi confidente. Mi equilibrio. Hablamos todos los días. Todos.
Pero hoy…
Hoy no he recibido su mensaje de buenos días lleno de colores y corazones. Ni una llamada. Nada.
Intento repetirme que está ocupada, que está nerviosa por su boda. Se casará en una semana. Últimamente la he notado extraña… pero pensé que era por el estrés. Por los nervios. Por la emoción.
Me alegra por ella.
Encontró al hombre de sus sueños —o eso creí—. Al principio pensé que sería otro de esos compromisos impuestos por nuestros padres, pero no… esta vez parecía diferente. Su voz cambiaba cuando hablaba de él. Sonaba feliz. Realmente feliz.
Sin embargo, a medida que avanza el día, la inquietud empieza a rasguñar dentro de mi pecho.
Llamo a casa. Nadie responde. Vuelvo a intentar.
Silencio.
La sensación es tan mala que me duele respirar.
Cuando termino mis clases, apenas me despido. Camino rápido de regreso donde me hospedo. No tengo hambre. El estómago lo tengo hecho un nudo. Los nervios me arden en la piel.
Planeaba viajar la próxima semana. Pero algo en mi alma me grita que no espere.
Empaco lo poco que tengo y tomo el primer vuelo disponible.
El viaje se vuelve eterno.
Al aterrizar ya es de noche. Tomo un taxi, con la frente pegada al cristal mientras reconozco las calles que marcaron mi infancia. Todo se ve igual… pero siento que algo cambió. Algo se quebró sin que yo estuviera aquí.
Al llegar… toco la puerta.
Nada.
Toco otra vez, más fuerte.
La misma respuesta: silencio.
Mi corazón golpea mi pecho con violencia. Meto la mano en mi bolso y saco las llaves que aún conservo. Abro la puerta.
La casa está completamente a oscuras.
—¿Mamá?... ¿Papá?... ¿Carina? —llamo con la voz temblorosa.
No hay respuesta.
Camino despacio, recorriendo los pasillos como si estuviera entrando en una casa ajena. Todo está igual… pero se siente vacío. Frío. Muerto.
Entonces la puerta principal se abre.
Suspiro aliviada.
Mis padres entran.
Pero cuando me ven… se detienen. Se quedan en shock. Como si hubieran visto un fantasma.
Mi madre da un paso hacia mí. Tiene los ojos rojos, el rostro hinchado. Me abraza con tanta desesperación que siento que me quiere romper los huesos.
Tiembla.
—Sabía que no podía ser cierto —solloza—. Sabía que estabas bien, Carina.
Me congelo.
—¿Qué? —murmuro, separándome—. Mamá, soy Camila.
Ella me mira confundida, perdida, rota.
—No juegues conmigo —susurra—. No después de lo que pasó… la discusión de la mañana solo fue…
—¿Dónde está Carina? —pregunto, cortándola.
Mi madre retrocede como si la hubiera golpeado. Mira mi maleta… y rompe a llorar más fuerte.
—¿Qué está pasando? —grito con desesperación, sintiendo que me falta el aire—. ¡¿Dónde está Carina?!
Mi padre se acerca despacio. Su voz es baja. Y duele.
—Venimos de la morgue, Camila… —dice tragando saliva—. Fuimos a reconocer el cuerpo de tu hermana.
Mi mundo se apaga.
El piso desaparece bajo mis pies.
—No… —susurro, cayendo de rodillas en las escaleras.
Me quedo inmóvil. Sin poder llorar. Sin poder respirar. Solo un silencio aterrador dentro de mí.
—Es un sueño —murmuro casi sin voz—. Esto es un sueño.
Pero la mirada vacía de mi padre…
El llanto desgarrado de mi madre…
me confirman lo que no quiero aceptar:
Carina está muerta.