Amor En La Mentira

Quince días pasaron y poco a poco Camila fue curando sus heridas, aunque en ocasiones la tristeza se hacia presente, sobre todo cuando se encontraba sola en ese inmenso departamento, por lo que decidió remodelarlo, cada día cambiaba algo de él, ya sea el color de una pared, los muebles, algo que no le gustaba lo cambiaba radicalmente.

Durante ese tiempo Daniel no la llamó ni una sola vez, ni un solo mensaje, nada, era como si la tierra se lo hubiera tragado, por lo que Camilo imitó su actitud ante la situación, tampoco lo llamó, pero comenzó a investigar acerca de la actual pareja de él.

Era una chica un poco más joven, recién egresada de la universidad y de buena familia, por lo que era posible que usara el patrimonio de su nueva pareja para su propia empresa.

Camila no era tonta y su hermano German le había enseñado a manejar la empresa familiar, a espaldas de su padre, claro está, ya que para todos ella solo era una secretaria a quien su hermano tenía allí para que no se aburriera en casa.

Lo que no sabían era que German le había enseñado todo lo que sabía y que cada decisión que se tomaba en la empresa era discutida por ellos dos, así como la revisión de los balances financieros y cada cosa que tenía que ver con la empresa.

German sabía que la relación entre Camila y su pareja no iba a durar y si duraba, él no seria eterno, por lo que no dejaría el legado familiar en manos de Daniel y la única forma de saber que todo estaría bien era incluirla en el manejo de la empresa, sin importarle que su padre pensara que la mujer debía quedarse en casa y que no tenían la voluntad y la inteligencia necesaria para llevar adelante negocios exitosos.

El pensaba distinto y siempre vería por Camila, quería lo mejor para ella, aunque debía guardar un secreto que lo torturaba día a día, no dejaría que ella tuviera que pasar por las cosas que él pasó ni que su padre dirigiera su vida como en algún momento lo hizo con él.

Camila se entrevistó con el mejor abogado que había en la ciudad y le pagó el doble por su silencio, no quería que su esposo supiera de la demanda de divorcio hasta que ella hubiera hablado con sus padres y hubiera decidido exactamente qué era lo que iba a hacer con Daniel.

La ira era una muy mala consejera, por lo que en ocasiones pensó en dejarlo en la calle, hacer uso de las acciones que tenía su familia en la empresa y sacarlo de su puesto de CEO, tomar ella el control de la empresa y limitarlo a ser un empleado más, para así saber si su supuesta amada lo querría de igual manera al saber que ya no le podía dar los lujos a los que seguramente la había acostumbrado.

Otros días prefería dejarlo quieto y rehacer su vida, irse lejos y buscar nuevos horizontes, quería tomarse unas vacaciones y comenzar una nueva vida en algún país lejano, de todos modos, la empresa tenia sucursales a nivel mundial, por lo que solo debía escoger algún destino e irse.

Cada día se tomaba un tiempo de reflexionar intensamente sobre su relación, hasta llegó a pensar en perdonarlo e intentar rehacer su matrimonio, pero después de cada pensamiento llegaba a la dolorosa pero firme decisión de que lo mejor era separarse.

Su matrimonio con Daniel había sido una montaña rusa de emociones y desencuentros, donde las diferencias parecían insuperables, por lo que a pesar de que él había dicho que podían superarlo, ella sabía en su corazón que había llegado el momento de priorizarse a sí misma.

Camila había invertido mucho más que tiempo y amor en su matrimonio, a la vez que los aspectos financieros eran de gran importancia y pesaban de forma significativa en su elección, ya que su familia había contribuido económicamente, inyectando una gran suma de dinero para apoyar el patrimonio de Daniel con la idea de que ella no tuviera ningún problema financiero futuro.

Esto no era un tema menor, ya que la disolución del matrimonio suponía también la división de ese patrimonio, por lo que Camila estaba dispuesta a afrontar las consecuencias legales y financieras que su decisión pudiera ocasionar.

Por encima de todo estaba su autoestima, sus principios y su tranquilidad, y había llegado a la conclusión de que merecía vivir una vida en la que se sintiera plena, no valía la pena una unión solo por el miedo a las repercusiones materiales o del qué dirán.

Ella veía el matrimonio como la asociación de dos personas, y si una de ellas no estaba completamente comprometida, o sus valores se encontraban en constante conflicto, era inevitable que la relación se desmoronaría.

Los enfrentamientos legales se vislumbraban en el horizonte, y la presión familiar no tardaría en hacerse sentir, así que debía hablar con sus padres y luchar por su derecho a la felicidad y la serenidad personal.

Aunque la perspectiva de iniciar una vida independiente le generaba incertidumbre, también le ofrecía una oportunidad para redescubrirse y construir un futuro sobre bases más sólidas y acordes con sus convicciones.

Camila estaba sentada en una cafetería pensando en el siguiente paso a dar cuando una llamada la sacó de esa burbuja en la que estaba metida, era Daniel, por primera vez en tantos días la había llamado, ella vio la llamada y dejó que cayera en el buzón.

A pesar de todo aún no sentía que tuviera la fortaleza para hablarle, el teléfono volvió a sonar y volvió a caer en el buzón, luego de unos minutos un mensaje llegó.

-Tu padre me acaba de llamar, va a hacer una cena pasado mañana y nos invitó, creo que debemos reunirnos para ponernos de acuerdo acerca de lo que le vamos a decir, yo le dije que estaba de viaje y que no iríamos – Camila leyó el mensaje un par de veces

El aun respondía por ella, ¿le dijo a su padre que no irían?, ¿a que estaba jugando?, ¿o es que pensaba que ella seguiría con un matrimonio ficticio?, entonces le haría creer que las cosas se seguirían haciendo como el las quería.

-Ok – le respondió ella, había llegado el momento de hablar con sus padres