La italiana y el CEO americano. Una Navidad muy diferente. Monalisa, una italiana fuerte, cariñosa, trabajadora, supertorpe o desastrosa, divertida y muy dispuesta, está pasando por un momento muy difícil. Se siente traicionada por las personas que más apoyó y amó, su familia y la de su exmarido. Cuando su matrimonio terminó, fue juzgada y culpada por todo, incluso por la infidelidad de su ex. Cansada de todo y de todos, incluidos sus parientes, y con la Navidad acercándose, decide visitar a su hija y ayudar a una antigua amiga que vive en Nueva York, para despejar su mente.
Abraham es un importante estadounidense, polémico en su vida personal, guapo y muy poderoso. Suele aparecer en público con mujeres bellísimas. Estuvo casado con una famosa actriz durante cinco años y tiene un hijo con ella. Tras la separación, comenzó una relación igualmente polémica, llena de infidelidades de su parte y altibajos con su antigua entrenadora personal, de la cual también tiene otro hijo. Como empresario, es muy respetado, pero su vida personal es bastante cuestionable. A pesar de tener 36 años, sigue disfrutando de fiestas y clubes nocturnos.
Surge un gran negocio, pero el lado personal de Abraham resulta ser clave para sus socios, y su reputación personal es un desastre. Esto puede convertirse en un gran problema, y Abraham necesita urgentemente ayuda en ese aspecto, ya que está interfiriendo en un trato que ha estado buscando por años. Necesita una mujer que lo ayude a mejorar su imagen.
Monalisa, por su parte, quiere un nuevo comienzo, una nueva vida y un nuevo rumbo. Sus destinos se cruzan y...
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Capítulo 15
Monalisa
¡Llego a casa y estoy muerta! Ni siquiera trabajé mucho, solo atender el teléfono, anotar en la agenda, hablar con el estirado, llevarle el café, hacerlo, volver, llamar para el almuerzo... Señor, por eso la gente en esta ciudad vive corriendo.
Tomo un baño bien largo y relajante, esa parte me gusta, casi todos los estadounidenses tienen bañera y sumergirse con mucha sal gruesa es bueno.
Salgo del baño y Tina está entrando en casa, tenía clase de baile y por eso llegó más tarde.
Valentina: Hola, mamá. ¡Qué bien hueles!
Monalisa: Me di un baño de inmersión.
Valentina: ¿Y qué tal tu día?
Monalisa: Estuvo bien, solo hago café para el estirado, miro la agenda, llevo café, recojo café, pido el almuerzo, digo que él no está, anoto algunos mensajes... En resumen, estoy muerta.
Valentina riendo: Luego me cuentas todo, voy a darme una ducha.
Monalisa: Voy a hacer la comida, me muero de hambre.
Valentina riendo: Mamá, ¿y cuándo no tienes hambre?
Monalisa: Qué se le va a hacer, comer es tan bueno que debería ser considerado una maravilla del mundo.
Valentina se va riendo.
Abraham
Llego a casa y Evelyn se había llevado a Cris, solo estaban Vicky y Ruth.
Vicky se duerme muy temprano y en cuanto ella se duerme, despido a Ruth.
Me quedo con el monitor para bebés y ni siquiera puedo beber, a ver si se despierta de madrugada y no la escucho.
Termino acordándome del café de Monalisa y me viene a la mente esa hermosa sonrisa suya, qué es esto Abraham... termino regañándome.
Decido tomar solo dos copas de whisky y ver algo en la habitación.
Valentina llega a la cocina
Valentina: ¡Madre mía, qué olor tan agradable! ¡Y cuánta comida! ¿Quién va a venir a comer aquí?
Monalisa: Nadie, hija, es que voy a llevarme tupper mañana, con todo respeto, necesito ensalada, comida sazonada y no me gustó la comida del restaurante.
Valentina: ¿A qué restaurante fuiste?
Monalisa: Dice el nombre.
Valentina: ¡Mamá! Ese restaurante es muy famoso.
Monalisa: Puede ser, pero es tan poca comida y después me gusta más mi sazón. Creo que me estoy haciendo vieja.
Valentina riendo: Para nada, es que cocinas muy bien.
Monalisa
Nos quedamos charlando y luego nos fuimos a acostar, mañana empieza todo de nuevo.
Al día siguiente
Monalisa
Llevo bocadillos, sí, ¿quién soy yo para quedarme sin comer? De eso nada, y mi tupper.
Valentina: Mamá, ¿por qué llevas dos tuppers?
Monalisa: Se lo voy a ofrecer al señor Abraham, hija, ¡ese hombre come muy mal! Pobre hombre, no sé cómo se tiene de pie.
Valentina riendo: Mamá, aquí es así, la gente está acostumbrada.
Monalisa: Mi cuerpo no lo sabe y si él no quiere, me sobra más.
Valentina riendo: Mamá, creo que te gusta un poco.
Monalisa: Por el señor Abraham (se ríe) en absoluto, Tina, me da pena, parece tan solo y no me cuesta nada.
Hasta luego, besos.
Abraham
Al final no cené ayer, me despierto, me arreglo, voy a ver a Vicky y bajo.
Dejo el monitor para bebés con Ruth y...
Ruth: Parece cansado, joven.
Abraham: Un poco, Ruth, te quería comentar, mis amigos han comprado un palco para el viernes en una fiesta.
Ruth sonriendo: Puede ir tranquilo, yo cuido de Vicky.
Abraham: Gracias, entonces el sábado puede tomarse el día libre, yo me las arreglo con ella.
Ruth: ¿Está seguro?
Abraham piensa que no, pero no puedo abusar de la señora y perder...
Abraham: Sí, yo me las arreglo.
Ruth sonriendo: Qué bien, voy a organizarme para salir con David.
Abraham: Haga eso, me voy, doña Ruth, cualquier cosa me llame.
Monalisa
Llegué y hoy tuve cuidado de echarme poco perfume, si no el estirado se va a quejar del frío, como si no tuviera abrigo.
Dejo su despacho ordenado y voy a hacer el café, pero cuando estoy saliendo me lo encuentro entrando.
Abraham: Buenos días, Monalisa.
Monalisa: Buenos días, señor Abraham, creo que me he perdido con la hora, ya le hago su café.
Abraham: No llega tarde, he venido antes.
Monalisa se da cuenta de que está muy serio e incómodo.
Monalisa: Disculpe la pregunta, pero no puedo evitarlo, ¿se encuentra bien?
Abraham esboza una pequeña sonrisa: Solo un poco de dolor de cabeza.
Monalisa piensa: Dios mío, necesita comer, voy a encontrar una manera rápida de quitarle el dolor.
Monalisa: Enseguida le traigo su café.
Abraham: De acuerdo.
Abraham
Esta mujer está loca y menos mal que hoy no ha venido con botas, pero lleva unos tacones altos y finos, espero que no me estalle la cabeza.
Necesito un medicamento, esperar a que traiga el café y luego le digo que vaya a comprar un analgésico.
Monalisa
¡Apuesto a que no ha comido nada! Como decía mi abuela, saco vacío no se sostiene.
Hago el café y preparo un buen plato de salados y dulces que había traído para el tentempié.
En realidad traje varias cosas y las puse en la nevera, ¡no puedo ver la nevera vacía! Me da desesperación.
Abraham
Dios mío, esta mujer no necesita avisar de que está llegando, se la oye a kilómetros.
Entra y ¿qué ha traído?
Hay café y de nuevo me sorprende trayendo croissants, sí, hoy estoy seguro de que es...
Simplemente lo deja en mi mesa y sale.
Al final, después de comer, se me pasa el dolor, era hambre.
¿Cómo lo sabía? Esto se está poniendo peligroso...
Ella entra como siempre, se lo lleva y sale.
Al cabo de unos minutos vuelve con la agenda.
Abraham: Puede hablar, Monalisa.
Monalisa: Bien, hoy tiene dos reuniones, una por la mañana con el equipo de marketing y otra por la tarde con Recursos Humanos, y me lo va diciendo.
Abraham: De acuerdo.
Monalisa salgo y como siempre, llamadas, recados, algunos le pregunto a él, a veces me llama y me manda hacer algunas llamadas y así vamos...
Se acerca la hora del almuerzo y mi estómago se queja, menos mal, porque ya me había olvidado de pedirle el almuerzo.
Llamo al estirado, necesito ver si quiere algo diferente.
Abraham: Sí.
Monalisa: Voy a pedir su almuerzo, ¿quiere algo diferente?
Abraham: Puede ser el mismo de siempre.
Monalisa: Disculpe, señor Abraham.
Abraham piensa que cuando dice disculpa, viene una bomba.
Monalisa: Es que he traído mi almuerzo y le he traído a usted también si quiere probarlo, mire, con todo respeto, esa comida es muy poca.
Abraham acaba riéndose: De acuerdo, probaré su comida entonces, y cuelga.
Monalisa
Caramba, esperaba un no ¡y vaya! Espero que no le siente mal...
Bueno, ¿quién me mandó a ofrecerle? Bien merecido...
Me obligo a parar un poco antes y preparar la comida, cuando dan las doce, voy a su despacho, como hice ayer paso y lo llevo a la salita anexa, lo arreglo y salgo.
Abraham
¡Joder, qué bien huele la comida! Me obligo a ir a comer.
Comí y con gusto, cocina de maravilla, incluso hay ensalada de frutas de postre.
Ah, italiana, me estás dejando sin saber qué hacer...
Monalisa
Puse el despertador y me eché una siesta, me desperté empapada, ¿qué es esto? Babeaba a gusto...
Me arreglé y tengo que hacer el café del estirado, cuelo el café y lo llevo, aprovecho y recojo las cosas que como me quedé dormida ni fui a recogerlas...
Abraham
No sé quién fue el que puso el maldito despertador, me desconcentré totalmente y cuando iba a empezar de nuevo, escucho el ruido de los tacones de Monalisa, mejor esperar o voy a explotar.
Entra con el café y como ayer va a la salita y sale con las cosas.
Vuelvo a concentrarme y sé que en media hora la loca vuelve.
no leeré nada más tuyo
es una vergüenza