Alana se siente atrapada en una relación sin pasión con Javier. Todo cambia cuando conoce a Darían , el carismático hermano de su novio, cuya mirada intensa despierta en ella un amor inesperado. A medida que Alana se adentra en el torbellino de sus sentimientos, deberá enfrentarse a la lealtad, la traición y el dilema de seguir su corazón o proteger a aquellos que ama.
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¿Tú, otra vez?
La música de la fiesta retumba en mis oídos mientras camino por la casa, intentando alejarme de lo que acaba de pasar. El encuentro con Darian ha dejado una nube de incomodidad sobre mí, y aunque intento despejarla, sus palabras siguen repitiéndose en mi cabeza.
“Si alguna vez te cansas de lo predecible…”
¿Cómo se atreve? No puedo creer que haya tenido el descaro de insinuar algo así. Lo que más me molesta no es solo el hecho de que lo dijo, sino cómo lo dijo. Con esa calma, esa seguridad, como si supiera que en algún punto yo terminaría dudando de todo. Apretando el vaso en mi mano, camino más rápido por la sala, buscando a Laura.
La encontré, riéndose con un grupo de personas que no conozco. Cuando me ve, alza la mano y me llama para que me una.
—¡Alana! ¡Ven! —grita sobre la música.
Intento forzar una sonrisa mientras me acerco, pero no puedo evitar sentir la incomodidad creciendo dentro de mí. Laura, como siempre, está en su elemento, completamente relajada y disfrutando del momento. Me encantaría poder seguir su ejemplo, pero después de lo que acaba de pasar, mi cabeza está en otro lugar.
—¿Todo bien? —me pregunta cuando finalmente me acerco a ella.
—Sí, todo bien —le respondo, intentando sonar despreocupada.
Laura me observa con una mirada curiosa, pero no insiste. Sabe cuándo dejarme espacio, algo que siempre he agradecido en nuestra amistad. Seguimos charlando con su grupo de amigos, aunque mi atención está lejos. Cada vez que alguien pasa cerca, no puedo evitar buscarlo entre la multitud, esperando no volver a verlo.
Después de un rato, decido que necesito aire fresco. Le digo a Laura que voy al jardín y salgo al patio trasero. El aire nocturno es frío, pero es justo lo que necesito para despejarme un poco. Me apoyo en una de las barandas de madera, mirando hacia el jardín oscuro, tratando de calmar mi mente.
Me quedo ahí por unos minutos, disfrutando de la tranquilidad, cuando de repente siento una presencia detrás de mí. Mi cuerpo se tensa de inmediato, temiendo que sea él otra vez.
—¿Necesitas compañía o prefieres estar sola? —pregunta una voz que reconozco al instante.
Respiro aliviada al darme cuenta de que no es Darian, sino alguien del grupo de Laura, un chico alto y rubio llamado Martín. Nos habíamos presentado brevemente al principio de la fiesta, pero no habíamos hablado mucho.
—No, está bien —respondo con una sonrisa educada—. Solo necesitaba un respiro de la fiesta.
Martín asiente y se coloca a mi lado, apoyándose también en la baranda.
—Es un poco abrumador allá dentro, ¿no? —comenta, mirando hacia la casa—. Yo también necesitaba un poco de aire.
Nos quedamos en silencio por un momento, observando el jardín en calma. Martín es agradable, pero mi mente sigue revoloteando entre los pensamientos de Darian y Javier. Intento concentrarme en el presente, pero es difícil.
—¿Vienes mucho a estas fiestas? —me pregunta Martín, rompiendo el silencio.
—No, la verdad es que no —respondo—. Solo vine porque mi amiga me invitó.
—Lo mismo —dice él, sonriendo—. No soy de los que salen mucho, pero a veces está bien despejarse un poco.
Nos quedamos conversando un rato más, y aunque la charla es agradable, sigo sintiéndome inquieta. Al final, le agradezco la compañía y le digo que voy a buscar a Laura. Me despido con una sonrisa y regreso a la casa, con la esperanza de que la distracción me ayude a olvidar el encuentro con Darian.
Cuando vuelvo al interior, la música ha subido de volumen y la multitud parece haberse duplicado. Camino entre la gente, buscando a Laura, pero no la veo por ningún lado. Decido volver a la sala principal, donde la mayoría está bailando, pero justo cuando estoy cruzando la puerta, siento una mano en mi brazo.
Mi corazón da un vuelco.
Giro rápidamente y, para mi alivio, es Laura.
—¡Ahí estás! —exclama, sonriendo ampliamente—. Te estaba buscando. Vamos a la pista de baile.
Antes de que pueda decir algo, Laura me agarra de la mano y me arrastra hacia el centro de la sala. La música es fuerte y las luces parpadean en tonos brillantes mientras nos abrimos paso entre la multitud. A pesar de todo lo que ha pasado, me dejo llevar por el momento. Bailamos juntas, riéndonos, y por un rato me olvido de todo lo demás. Es como si la energía de la fiesta lograra despejar mi mente, aunque sea por unos minutos.
Pero entonces, mientras me muevo al ritmo de la música, siento nuevamente una mirada sobre mí. Instintivamente, mis ojos recorren la sala, y ahí está.
Darian.
Está apoyado contra la pared, con una bebida en la mano, observándome con esa sonrisa que tanto detesto. No está solo; un par de chicas están cerca de él, hablando y riendo, pero su atención está puesta en mí. La incomodidad vuelve de golpe, y aunque trato de ignorarlo, es imposible no sentir su mirada pesada sobre mí.
Le digo a Laura que necesito un minuto y salgo de la pista de baile, dirigiéndome hacia el baño. Cierro la puerta detrás de mí y me apoyo contra el lavabo, respirando profundamente. ¿Por qué tiene que estar aquí? ¿Por qué no puede dejarme en paz?
Me miro en el espejo, tratando de recomponerme. No puedo dejar que me afecte tanto. Darian es solo… Darian. Siempre ha sido así. Intento recordarme que no tengo nada de qué preocuparme. Estoy aquí para pasarla bien con Laura, nada más.
Salgo del baño, decidida a no permitir que el arruine mi noche. Pero apenas doy unos pasos, lo veo esperándome en el pasillo, apoyado contra la pared como si me hubiera estado esperando. Mi cuerpo se tensa de inmediato.
—¿Disfrutando de la fiesta? —pregunta, su voz suave pero cargada de esa burla que siempre parece acompañar sus palabras.
No respondo de inmediato. Paso junto a él, intentando ignorarlo, pero él se mueve rápido y me bloquea el camino.
—Vamos, Alana. No seas así —dice, inclinándose un poco hacia mí—. Solo quiero hablar.
—No tengo nada que decirte.—respondo, mi tono más firme de lo que me siento en realidad.
Él sonríe, ese tipo de sonrisa que no alcanza a sus ojos.
—Eres más interesante cuando no estás con Javier. Es una lástima que no te des cuenta de lo aburrido que puede ser.
Su comentario me irrita más de lo que me gustaría admitir. Lo empujo ligeramente para apartarlo de mi camino, pero él se mueve rápido y me agarra del brazo, no con fuerza, pero lo suficiente para hacerme detener.
—No seas tan dura conmigo, Alana. Te estoy ofreciendo algo que Javier nunca podrá darte —susurra, su voz baja y casi seductora.
Mi piel se eriza de incomodidad y enojo. Me libero de su agarre de un tirón, mis ojos llenos de furia.
—Déjame en paz, Darian. No quiero nada de ti. Ni ahora, ni nunca.
El se queda en silencio por un momento, su mirada penetrante, pero no dice nada más. Finalmente, suelta una risa suave, como si todo esto fuera un juego para él.
—Como quieras —dice con una sonrisa que me hace temblar—. Pero te darás cuenta de lo que realmente quieres.
Sin decir más, se da la vuelta y desaparece entre la multitud. Me quedo ahí, mi corazón latiendo con fuerza, sintiendo una mezcla de rabia y confusión. Necesito encontrar a Laura. Necesito salir de aquí.
Me apresuro de vuelta a la sala, buscando desesperadamente a mi amiga. Finalmente la encuentro, todavía bailando, completamente ajena a lo que acaba de pasar. Me acerco y le grito sobre la música que necesito irme. Laura me mira confundida, pero asiente. No quiero entrar en detalles en este momento.
—¿Estás bien? —pregunta, acercándose para que pueda escucharla sobre la música.
—No, necesito irme. Ahora —le respondo, más firme de lo que había planeado.
Laura asiente, aunque su expresión muestra que está algo confundida. Salimos de la casa apresuradamente, y una vez fuera, el aire frío nos golpea. Me apresuro a sacar el teléfono de mi bolso para pedir un taxi. Todo lo que quiero es llegar a casa, lejos de esta situación.
Intento hacer la llamada, pero nada. No hay señal, y los taxis simplemente no aparecen en la aplicación.
—¿No hay suerte? —pregunta Laura, mirando a su alrededor.
Niego con la cabeza, frustrada. Parece que la ciudad está colapsada esta noche y todo el mundo está pidiendo taxis al mismo tiempo. Respiro profundamente, tratando de no entrar en pánico, cuando de repente escucho el sonido de un motor que se detiene frente a nosotras.
Un auto frena en seco, justo delante de donde estamos paradas. Me siento intranquila al ver el vehículo, especialmente cuando la ventanilla baja y la última persona que quiero ver asoma la cabeza.
Darian.
—¿Van a algún lado? —pregunta con esa sonrisa ladeada que tanto detesto.
Mis ojos se abren con sorpresa y un poco de alarma. ¿Por qué está aquí? ¿Nos ha estado siguiendo? Intento buscar rápidamente una salida, pero Laura, antes de darse cuenta de quién es, solo parece aliviada de que haya llegado un auto.
—¡Perfecto! Justo lo que necesitábamos —dice, pero su tono cambia abruptamente cuando nota la expresión en mi rostro y el rostro de Darian. Me agarra del brazo—. ¿Lo conoces?
Antes de que pueda decir algo, el se adelanta.
—Tranquila. Soy su cuñado —dice con una calma que me irrita.
Laura se queda en silencio un momento, claramente procesando la información. Su rostro pasa de una expresión de cautela a una de total sorpresa y entusiasmo.
—¿Eres Darian? —pregunta, completamente asombrada—. ¡Eres el hermano de Javier!
Darian asiente, disfrutando visiblemente de la atención. Laura, por su parte, parece haber olvidado por completo sus reservas.
—¡Oh, Dios mío! Alana, ¿por qué no me dijiste que tu cuñado es tan guapo? —exclama Laura, emocionada.
Darian, evidentemente encantado con el cumplido, sonríe de forma aún más descarada.
—¿Suben o no? —pregunta, sin apartar la vista de mí.
Intento pensar en alguna excusa para no subir, pero Laura ya está emocionada por la situación. Con una sonrisa amplia, abre la puerta del auto y se sube sin pensarlo dos veces.
—¡Vamos, Alana! No podemos quedarnos aquí toda la noche —me dice desde el asiento trasero, mientras yo me quedo paralizada por un momento.
Me quedo de pie, mirándolo. No quiero subir al auto con él, pero ahora, con Laura a bordo, no tengo otra opción. Respiro profundamente y, contra mi mejor juicio, abro la puerta del asiento delantero y me subo.
Darian arranca el coche, y el sonido del motor parece llenar el incómodo silencio entre nosotros. Laura, sin embargo, parece no notar la tensión. Está completamente inmersa en su propia burbuja de emoción.
—No puedo creer que seas el hermano de Javier —dice, mirándolo por el espejo retrovisor—. Es tan… diferente a ti.
Él sonríe, mirándome de reojo.
—Sí, supongo que somos bastante diferentes —responde, su tono cargado de sarcasmo.
Laura sigue hablando sin parar, halagándolo de maneras que me ponen aún más incómoda. Lo llama guapo, encantador, incluso “un buen partido”. El se limita a sonreír, claramente disfrutando del espectáculo. Mientras tanto, yo miro por la ventana, deseando que este viaje termine lo antes posible.
Después de un rato, llegamos a la casa de Laura. Ella se despide con entusiasmo, lanzándome una mirada cómplice antes de bajar del auto.
—Gracias por el aventón. Alana, nos vemos mañana.
Antes de que pueda decir algo, cierra la puerta y se adentra en su casa. El silencio que sigue es ensordecedor. Ahora solo estamos Él y yo, y la incomodidad que sentía antes regresa con fuerza.
Darian vuelve a arrancar el auto pero antes le pongo mi dirección en su cel y comienza a conducir en dirección a mi casa. Nos quedamos en silencio durante varios minutos. Yo miro por la ventana, mientras mi mente no para de dar vueltas.
Finalmente, no puedo soportarlo más. Si tengo que compartir este espacio con él, al menos necesito respuestas.
—¿Por qué tratas a Javier así? —pregunto de repente, rompiendo el silencio.
Rodrigo me lanza una mirada rápida, sorprendido por mi pregunta.
—¿A qué te refieres? —dice, como si no tuviera ni idea de lo que estoy hablando.
—Sabes exactamente a qué me refiero. Siempre lo provocas, siempre estás buscando pelear con él. Es como si disfrutaras haciéndolo sentir menos. ¿Por qué? —insisto, mi tono más fuerte de lo que esperaba.
Él suspira, como si mi pregunta le resultara tediosa.
—Las cosas entre hermanos no son tan simples, Alana. No lo entenderías.
—Pruébame. Inténtalo —respondo, mirándolo fijamente—. No sé cómo fue para ustedes crecer separados, pero Javier te ha dado la bienvenida a su vida, incluso si no lo demuestras. ¿Por qué no puedes hacer lo mismo?
Darian se queda en silencio por un momento, apretando las manos en el volante.
—Javier siempre ha sido el favorito —dice finalmente, su voz baja—. Él siempre fue el perfecto, el que se quedó con papá, el que hizo todo “bien”. Yo, por otro lado, fui el que vivió con mamá, el que tomó malas decisiones. Siempre fue una competencia. Y para papá, Javier ya ganó.
Me resulta extraño ya que Javier me dijo lo mismo. Hay una amargura en su voz que no había escuchado antes. Por primera vez, veo una grieta en esa fachada de arrogancia que siempre lleva puesta.
—Eso no es culpa de Javier —digo suavemente—. No puedes culparlo por algo que tú mismo elegiste.
Darian se ríe, pero no hay humor en su risa.
—Es fácil decirlo desde afuera. Pero no tienes idea de lo que ha sido para mí.
Me quedo en silencio, intentando procesar lo que acaba de decir. Nunca había visto las cosas desde esa perspectiva, y aunque no justifica su comportamiento, al menos me da una pequeña idea de lo que está pasando por su mente.
—Si no fueras así con él… —comienzo, eligiendo cuidadosamente mis palabras—. Si no lo trataras con tanto resentimiento, podríamos llevarnos bien. Podríamos ser amigos.
Darian me mira, sus ojos oscuros estudiando mi rostro.
—¿Amigos? —pregunta, como si la palabra le resultara extraña.
Asiento, aunque mi corazón late con fuerza en mi pecho. Decir esto en voz alta es más difícil de lo que pensé.
—Sí, amigos. No estoy diciendo que lo que haces esté bien, pero… si te esforzaras por cambiar la forma en que lo tratas, las cosas podrían ser diferentes. Y entonces, tal vez, todos podríamos llevarnos mejor.
El se queda callado por un momento, como si estuviera considerando mis palabras.
—Alana...— Quiso hablar pero lo interrumpi.
—Depende de ti —le respondo—. Depende de lo que realmente quieras.
El resto del viaje transcurre en silencio, pero esta vez no es incómodo. Cuando finalmente llegamos a mi casa, Darian se detiene frente a la puerta.
—Gracias por traerme—le digo mientras bajo del auto.
—Buenas noches, Alana —dice, y arranca el auto antes de que pueda responder.
Me quedo ahí, mirando cómo se aleja, con una mezcla de emociones en el pecho. Tal vez, solo tal vez, las cosas podrían cambiar. Pero sé que, con Darian, nada será fácil.