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El Diablo que Me Ama

El Diablo que Me Ama

Status: Terminada
Genre:Yaoi / Mafia / Doctor / Maltrato Emocional / Malentendidos / Reencuentro / Amante arrepentido / Completas
Popularitas:871
Nilai: 5
nombre de autor: Belly fla

Josh es un joven psicólogo que comienza su carrera en una prisión de máxima seguridad.
¿Su nuevo paciente? Murilo Lorenzo, el temido líder de la mafia italiana… y su primer amor de adolescencia.
Entre sesiones de terapia peligrosas, rosas dejadas misteriosamente en su habitación y un juego de obsesión y deseo, Josh descubre que Murilo nunca lo ha olvidado… y que esta vez no piensa dejarlo escapar.

NovelToon tiene autorización de Belly fla para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Capítulo 11

Josh golpeó la puerta del jefe con los nudillos entumecidos. La respiración acelerada traicionaba la fachada de profesionalismo que intentaba mantener.

— Adelante. — la voz grave del Dr. Álvaro resonó desde dentro.

La oficina olía a café amargo y papel viejo. Álvaro levantó los ojos del ordenador, las gafas en la punta de la nariz.

— ¿Josh? ¿Problema?

— Necesito cambiar de paciente. — la frase salió antes de que pudiera pensarlo mejor.

Álvaro se quitó las gafas lentamente, frotando la marca de cansancio entre las cejas.

— Déjame adivinar... ¿Vitelli?

Josh tragó saliva.

— No estoy consiguiendo establecer límites terapéuticos. Él—

— Él te asusta.* — Álvaro completó, dejando las gafas sobre la mesa. — Josh, sabes que no podemos simplemente transferirlo. Este hombre se negó a ver a cualquier terapeuta hasta que llegaste tú.*

— ¡Entonces déjalo sin terapia!* — la voz de Josh se quebró. — Él no quiere ayuda, él quiere... jugar.*

Álvaro lo estudió por un largo momento antes de suspirar.

— Está bien. Pero que sepas que esto no va a terminar aquí. Hombres como Murilo no aceptan el rechazo.

Josh casi se rió. Como si no lo supiera.

— Gracias. — mintió, dándose la vuelta antes de que el jefe viera el temblor en sus manos.

---

El apartamento parecía más vacío de lo normal cuando Josh llegó. Hoy no había rosas. Aun así, revisó cada armario, cada rincón oscuro, antes de desplomarse en el sofá con el teléfono en la mano.

Lucas respondió a la segunda llamada.

— Y ahí, Dr. Freud, ¿cómo fue el día en el manicomio?

— Dejé a Murilo. — Josh anunció, con los ojos fijos en el techo.

El silencio del otro lado duró tres latidos cardíacos.

— ¡Gracias a Dios, amigo! Eso es para que no te vuelvas loco — aunque seas psicólogo.* — Lucas rió, pero la voz cargaba un alivio genuino. — En serio, ya era hora. Veía cómo ese loco te consumía.*

Josh cerró los ojos.

— No entiendes...

— Entiendo lo suficiente. Psicópata + Mafia + Obsesión por ti = Receta para que todo se vaya a la mierda.* — Lucas bajó la voz. — A ver si ahora duermes sin soñar que te persiguen rosas sangrientas, ¿eh?*

Josh miró hacia el pasillo oscuro del apartamento.

— Sí... — mintió de nuevo.

Porque incluso sin Murilo en las sesiones, él lo sabía:

Algunos juegos no terminan cuando dejas de jugar.

Algunos juegos...

Solo terminan cuando pierdes.

excepto por el tictac irritante del reloj de la cocina. Intentaba concentrarse en la ficha del nuevo paciente en sus manos — un adolescente con trastorno de ansiedad, un caso simple, directo, seguro.

Pero las palabras rayadas en el papel bailaban ante sus ojos, transformándose en otras palabras, de otra voz:

"Dentro de poco, doctor Josh... vas a recordar quién era yo."

Josh se frotó los ojos con fuerza.

— Mierda.

Tiró la carpeta sobre la mesa y se levantó, caminando hasta la ventana. La noche de afuera estaba demasiado oscura, las luces de la ciudad parecían débiles contra el vacío.

Su vaso de agua estaba lleno. No recordaba haberlo llenado.

— *Estás imaginando cosas* — murmuró para sí mismo.

Pero cuando volvió a la mesa, la ficha del nuevo paciente ya no estaba donde la había dejado.

Su corazón se detuvo.

Y entonces lo vio.

El papel ahora estaba en el suelo, boca abajo.

Con un único objeto encima, sujetándolo en su lugar.

Una rosa negra.

Seca, casi fosilizada.

Diferente de todas las demás.

Josh se arrodilló despacio, los dedos temblando al acercarse a la flor.

Fue entonces cuando vio el mensaje escrito en el reverso de la ficha, en una letra que reconocería en cualquier lugar:

"Ya estás recordando, ¿verdad?"

El vaso de agua cayó al suelo y se hizo añicos.

Josh no se movió.

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