Matrimonio Asegurado. Com

Al salir del despacho de mi jefe este me mira como anteriormente, con ganas de asesinarme. Acá se viene el despido, pero antes de que diga algo me adelanto.

—Lo sé, estoy despedida. Solo le pido que me deje trabajar este turno y después renuncio encantada —miro a mi amiga que por su cara sé que se viene un interrogatorio.

—Qué bueno que sabes como son las cosas, Anelis, porque este tipo de circo no me gusta en mi local —dice Ramon, el dueño de la cafetería.

Ruedo los ojos porque todos sabemos que es mentira lo que dice.

—¿Quiénes eran esos tipos y que querían? —no se demora en cuestionar mi querida compañera de trabajo y amiga.

—Nada Rebe, solo que se han confundido de persona —ella mi mira como diciendo que dedo quieres que me chupe.

Esquivo su interrogatorio y tomo mi delantal para dirigirme a una de las mesas y comenzar con mi trabajo.

La jornada estuvo bastante estresante. La gente curiosa no paraba de preguntar qué había pasado. Tanto alboroto logro que mi cabeza este cargada de estrés y ahora me palpita horrorosamente.

Cuando ya mi turno estaba por llegar a su fin, veo que en la acera de en trente de la cafetería, estaciona un coche super lujoso que para nada va con el vecindario. Para colmo otros dos coches más lo secundan. Uno en frente y otro detrás. Parece la comitiva de algún funcionario político. La escena me recuerda a la película un príncipe en Nueva York. Ya veo a las mujeres con canastas desparramando pétalos de flores para que el tipo que ocupa el impresionante vehículo no pise el cemento libre de alfombras. Rio por mis ocurrencias.

—No puedes decir que eran desconocidos cuando vuelven a estar aquí —mi grito hace que a mi compañera pegar un salto. Coloco una mano en mi pecho.

—Casi me matas de un susto —regaño a mi compañera sin soltar mi pecho, mi corazón late desbocado—. Tendré que ponerte un cascabel como si fueras un gato.

—Tampoco es para tanto —dice ella divertida.

Dejando de ver fuera de la cafetería me dirijo al vestuario para dejar mi delantal. Al salir Rebeca me sigue como sombra pegajosa.

—Deja de seguirme —me quejo por su insistencia.

—Me dirás que pasa.

—Te diré cuando tenga la respuesta, ahora debo ir a ver a mi madre —salgo del cuarto y veo a mi jefe que está en su despacho—. Ramon mañana a primera hora recibirás mi carta de renuncia.

—¡Anelis, espera! —este sale de su oficina y me detiene justo en el momento que estoy por salir por la puerta trasera de la cafetería—. No hace falta que renuncies, mira que hoy tuvimos mucha clientela nueva —ruedo los ojos, no era que no le gustaba el circo.

—Lo siento, pero mi madre está muy complicada y quiero pasar más tiempo con ella —respondo diciendo una verdad a medias.

Me despido y salgo a la soledad de la calle. Espero que mi plan funcione y pueda eludir a los hombres de negro junto con el Príncipe de Zamunda. Mi plan debió haber sido planeado con mayor eficacia porque no alcanzo a dar dos pasos que dos gorilas de traje sale de las sombras.