En el imponente Castillo de Lysandre, Elaria, una joven reina de 20 años, gobierna con determinación desde que la tragedia golpeó su familia. Tras la inesperada muerte de su madre años atrás, Elaria asumió el trono bajo la tutela de su padre, el rey Aldred. Aunque ha demostrado ser una líder firme y justa, su vida ha estado rodeada de aislamiento y deberes, lejos de los ojos curiosos del reino. Todo cambia cuando el rey decide abrir las puertas del castillo para un gran baile, invitando a familias nobles y plebeyas a una noche de celebración. Lo que parece un intento de reconciliarse con su pueblo pronto se convierte en caos, pues un grupo de infiltrados entra al castillo con la intención de robar las joyas de la corona. En medio de la confusión, Elaria se encuentra cara a cara con uno de los ladrones: un joven atractivo y enigmático cuyos ojos parecen revelar más secretos que intenciones maliciosas. Aunque debería detenerlo, algo en ella no lo hace.
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Capítulo 23
La noche se había instalado en el castillo, envolviendo los jardines en sombras suaves y silenciosas. La tenue luz de la luna se filtraba por el ventanal, proyectando formas alargadas sobre el suelo de piedra. El ambiente estaba en calma, pero mi interior no. Estaba muy nerviosa.
El silencio se alargó, y él fue quien lo rompió.
—¿Por qué odias tanto este lugar? ¿Y a tu padre?
La pregunta me golpeó de lleno. Me encogí ligeramente y desvié la mirada hacia la ventana. No quería responder. No quería abrir esa puerta, pero Kael no apartó la mirada. Podía sentir sus ojos fijos en mí.
—Elaria… —Su voz fue más suave esta vez.
Respiré hondo y exhalé lentamente. Tal vez… tal vez era bueno hablar.
—Mi madre murió cuando tenía diez años —empecé, con la voz apenas un susurro—. Desde entonces, mi padre cambió. Cerró las puertas del castillo y se encerró en su despacho. Durante años, apenas salía de allí, y cuando lo hacía, parecía que ni siquiera me veía.
Kael no dijo nada, pero podía notar que me escuchaba atentamente.
—Las pocas veces que estábamos juntos eran durante la cena, y ni siquiera hablábamos. Solo nos sentábamos en silencio hasta que terminaba y volvía a desaparecer. Si necesitaba algo de mí, se lo decía a las sirvientas. Nunca a mí directamente.
Hice una pausa y tragué saliva.
—Luego, cuando ocurrió lo del robo y comenzaron los rumores… —Mi voz se quebró por un instante, pero lo disimulé—. Quiso casarme. No por amor, ni porque pensara que era lo mejor para mí… sino para limpiar un tonto rumor.
Sentí que mis manos temblaban ligeramente, así que las apreté sobre la tela del vestido.
—Odié eso. Lo odié a él por considerarlo siquiera.
Kael se levantó de la alfombra y se quedó de pie frente a mí, observándome con expresión indescifrable. Finalmente, suspiró.
—Lo siento.
—¿Por qué?
—Por lo que pasó en el baile. No debí haberte besado así.
Negué con la cabeza, forzando una pequeña sonrisa.
—No pasa nada.
Kael ladeó la cabeza y alzó una ceja.
—¿De verdad?
—De verdad.
—Vaya… y yo que pensaba que me odiabas después de eso.
—Tal vez lo pensé un poco.
Kael soltó una carcajada suave, y no pude evitar reírme con él. La tensión en el ambiente se disipó poco a poco, dejando solo la calma reconfortante de su compañía.
—Aunque… —Kael volvió a apoyarse contra el tocador, con los brazos cruzados—. No me arrepiento.
Lo miré con incredulidad.
—¿De haberte aprovechado y robarme un beso frente a todos?
—Exactamente.
—Eres un idiota.
—Lo sé. Pero de alguna manera, no puedes evitar dejarme entrar.
Rodé los ojos, pero no pude ocultar la sonrisa que se asomaba en mis labios.
—¿Quién dijo que me agradas?
—Tu balcón sigue abierto para mí. Eso es todo lo que necesito saber.
Me dejé caer de espaldas en la cama y miré el techo, escuchando el sonido de su respiración tranquila.
—Kael…
—¿Sí?
—¿Cómo entraste al castillo esta vez?
Él sonrió con picardía.
—Eso no importa. Lo que importa es que vuelvas conmigo.
Me incorporé de golpe y lo miré fijamente.
—No puedo.
—Claro que puedes.
—Kael, no puedes estar aquí. Tienes que irte.
Kael alzó la vista hacia mí con esa media sonrisa que tanto me desconcertaba.
—Eso ya lo dijiste unas tres veces.
—Es que parece que no lo entiendes.
—Claro que lo entiendo —dijo, encogiéndose de hombros—. Pero eso no cambia nada. A parte me has invitado tú.
Fruncí el ceño. No sabía qué me irritaba más: el hecho de que decía la verdad o la tranquilidad con la que lo decía.
—Si mi padre te ve… —me acerqué un poco más, bajando la voz como si alguien pudiera escucharnos—. Te matará.
Kael dejó un adorno que había tomado y lo dejó sobre el tocador con un suave clic y me miró directamente a los ojos.
—Si nos ve, simplemente volveré a besarte.
Me quedé helada.
—¿Qué?
—Así es más probable que sobreviva —añadió, como si fuera obvio—. Tal vez se sorprenda tanto que me dé tiempo de saltar por la ventana.
—Esto es una tontería.
Me giré, dándole la espalda. Sentía que mis mejillas ardían. Sabía que lo estaba diciendo para provocarme, para ver cómo reaccionaba, pero no podía evitar que sus palabras me afectaran.
—¿A qué te refieres con "esto"? —preguntó detrás de mí, y su tono había cambiado. Ya no sonaba tan juguetón.
Cerré los ojos por un momento. Sabía que tarde o temprano tendría que responder, así que me di la vuelta y lo enfrenté.
—A todo esto —dije, gesticulando con las manos—. A que hayas entrado a mi casa a robar, a que no entiendo por qué no te detuve cuando tuve la oportunidad. A que terminé entregándote no una, sino dos de mis coronas más valiosas.
Kael escuchaba con atención, pero sin apartar la mirada de mí.
—A que me escapé contigo aquella noche —continué, sintiendo que las palabras salían solas—. Y lo peor de todo es que… creo que lo hice porque me pareciste guapo.
En cuanto terminé de hablar, me arrepentí.
Kael arqueó una ceja. La sonrisa que había desaparecido de su rostro volvió con más fuerza, pero esta vez no tenía el mismo aire burlón de antes.
—¿Te parezco guapo?
—Yo no dije eso —solté de inmediato, negando con la cabeza.
—Sí lo dijiste.
Se acercó con calma, acercándose lentamente hasta quedar justo frente a mí. Tan cerca que podía sentir el calor que emanaba de su cuerpo.
—Entonces… ¿lo piensas? —preguntó, inclinándose un poco hacia mí—. ¿Crees que soy guapo, Elaria?
La forma en que pronunció mi nombre hizo que todo mi cuerpo se tensara. Bajé la mirada, tratando de mantenerme firme.
—No voy a responder a eso.
Kael ladeó la cabeza.
—Pareces nerviosa.
—No lo estoy —mentí, aunque mis manos temblaban ligeramente a mis costados.
Di un paso atrás, pero él volvió a acortar la distancia.
—¿Estás segura?
Estaba jugando conmigo. Lo sabía, y lo peor era que no podía evitarlo.
—Esto no tiene sentido —dije finalmente, levantando la cabeza para mirarlo a los ojos—. Nada de esto tiene sentido.
Kael se detuvo, observándome en silencio durante unos segundos.
—Tal vez no —dijo en voz baja—. Pero aquí estamos.
Mi respiración se volvió un poco más pesada, pero logré mantener la compostura. Quería decirle que se fuera, que no volviera a colarse en el castillo, pero sabía que si lo hacía, estaría mintiendo.
—A las diez de nuevo—dijo de repente, cambiando el tema con una naturalidad que me desconcertó—. Deja el balcón abierto.
—¿Qué?
—Mañana —repitió, sin dejar de mirarme—. A las diez. Vendré de nuevo.
—¿Para qué?
—Para lo que quieras —sonrió— Quizás lo próximo que venga a robarme sea una princesa loca, quien sabe.
Abrí la boca para protestar, pero él levantó una mano y me interrumpió.
—No me digas que no —añadió—. Sé que lo harás.
Apreté los labios, sintiéndome atrapada.
—Quizás —susurré finalmente, desviando la mirada.
Kael se acercó un poco más, y por un instante pensé que iba a besarme. Pero no lo hizo. En cambio, se apartó con una leve inclinación de cabeza y caminó hacia la ventana.
—Buenas noches, Elaria.
Saltó con la misma facilidad con la que había entrado, dejándome allí, en medio de mi habitación, con el corazón latiendo a toda prisa.
YO QUIERO QUE SEAN MUY FELICES♥️
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es que sin duda es muy buena escribiendo cada día quedó más empicada 😁😸