Bajo la lluvia es una historia de romance y pasión que surge de un encuentro inesperado. Mariana, marcada por un pasado complicado, conoce a Samuel, un hombre enigmático que despierta en ella emociones olvidadas. Sin embargo, cuando su exnovio reaparece, el amor se ve amenazado por los fantasmas del pasado. Entre secretos, deseo y decisiones, ambos deberán enfrentar lo que realmente significa arriesgarse por amor.
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cap:4
Los días siguientes fueron un remanso de calma para Mariana y Samuel. La relación entre ellos se fortalecía con cada momento compartido. Sus risas llenaban el apartamento, y sus conversaciones se extendían hasta altas horas de la noche, hablando de sus sueños, miedos y deseos más profundos. Por primera vez en años, Mariana sentía que estaba construyendo algo real, algo que no estaba destinado a romperse.
Sin embargo, como suele suceder, la tranquilidad no duró mucho.
Una tarde, mientras Samuel trabajaba en su portátil en la mesa del comedor, el teléfono de Mariana vibró sobre la encimera de la cocina. Ella estaba en la ducha, así que Samuel, sin malicia, echó un vistazo a la pantalla. Era un mensaje de un número desconocido:
"No puedo dejar de pensar en ti. Por favor, llámame."
Samuel frunció el ceño. No tenía intención de invadir la privacidad de Mariana, pero las palabras lo dejaron inquieto. Cuando ella salió del baño, envuelta en una bata, él la observó por unos segundos, intentando decidir cómo abordar el tema.
—Te llegó un mensaje —dijo finalmente, señalando el teléfono.
Mariana se acercó, lo tomó y leyó el mensaje. Su rostro pasó de la confusión a una leve incomodidad.
—Es Pablo —dijo, suspirando profundamente.
Samuel levantó una ceja, su tono más frío de lo habitual.
—¿Por qué sigue escribiéndote?
—No lo sé —respondió Mariana, dejando el teléfono sobre la mesa—. Le dejé claro que no hay nada más entre nosotros.
Samuel asintió, pero la tensión era evidente en su mandíbula.
—¿Y piensas contestarle?
—No. No tiene sentido seguir alimentando esto.
Aunque sus palabras eran firmes, la incomodidad en el ambiente no desapareció. Samuel intentó dejar el tema, pero algo en su interior comenzaba a agitarse, una sensación desconocida y molesta: celos.
Al día siguiente, Mariana salió temprano para atender un asunto pendiente en su oficina. Samuel decidió quedarse en el apartamento, aprovechando el tiempo para trabajar en un proyecto que tenía pendiente. Sin embargo, la inquietud seguía latente. No podía dejar de pensar en el mensaje de Pablo.
Cuando el teléfono de Mariana vibró de nuevo, su curiosidad venció a su ética. Tomó el dispositivo y vio otro mensaje del mismo número:
"Necesito verte. Dime dónde puedo encontrarte."
Samuel apretó los dientes. Sin pensarlo mucho, tomó su chaqueta y salió del apartamento. No sabía exactamente qué haría, pero necesitaba despejar su mente y, tal vez, enfrentarse a lo que estaba sintiendo.
Mientras tanto, Mariana terminaba su reunión en una cafetería cercana. Había decidido no contarle a Samuel que se encontraría con un amigo de la universidad, alguien que le había pedido ayuda para revisar un proyecto. Sabía que no era nada importante, pero no quería que Samuel malinterpretara la situación, especialmente después de lo ocurrido con el mensaje de Pablo.
La reunión se alargó un poco más de lo previsto, pero finalmente terminó. Mientras se despedía de su amigo con un abrazo casual, no se dio cuenta de que Samuel estaba parado a unos metros, observándolos.
Samuel había salido a caminar sin rumbo fijo y, por pura casualidad, había pasado frente a la cafetería donde Mariana estaba. Verla con otro hombre, sonriendo y aparentemente cómoda, encendió algo en su interior. No sabía quién era ese hombre ni qué estaban haciendo, pero la imagen bastó para alimentar sus inseguridades.
Cuando Mariana llegó al apartamento esa noche, encontró a Samuel sentado en el sofá, con los brazos cruzados y una expresión sombría en el rostro.
—¿Cómo te fue? —preguntó él, su tono frío.
Mariana notó de inmediato que algo no estaba bien.
—Bien. ¿Y tú?
Samuel se levantó y caminó hacia ella.
—¿Con quién estabas esta tarde?
Mariana frunció el ceño, sorprendida por la pregunta.
—¿Qué?
—Te vi en la cafetería con un hombre. ¿Por qué no me dijiste que ibas a encontrarte con alguien?
Mariana sintió que la irritación crecía dentro de ella.
—Era un amigo de la universidad, Samuel. Me pidió ayuda con un proyecto. No creí que fuera necesario contarte cada detalle de mi día.
—¿Y los mensajes de Pablo? ¿También ibas a ignorar eso?
Mariana lo miró, atónita.
—¿Estuviste revisando mi teléfono?
Samuel no respondió, pero su silencio fue suficiente.
—No puedo creerlo —dijo Mariana, negando con la cabeza—. Pensé que confiabas en mí.
—Y yo pensé que habíamos acordado ser honestos el uno con el otro. Pero aquí estoy, enterándome de que tienes reuniones secretas y que tu ex sigue buscándote.
Las palabras de Samuel la hirieron más de lo que quería admitir.
—Esto no es justo. Estoy aquí contigo, no con Pablo, ni con nadie más. Si no puedes ver eso, entonces no sé qué más puedo hacer.
Samuel quiso responder, pero se dio cuenta de que las emociones lo estaban cegando. Sin decir más, se dio la vuelta y salió del apartamento, dejando a Mariana sola en medio de un silencio que pesaba más que cualquier palabra