Un repentino divorcio deja a Genoveva con el corazón destrozado y con la responsabilidad de la crianza de sus ocho hijos, que tienen entre 2 y 9 años de edad.
La vida la pondrá de rodillas, pero ella hará hasta lo imposible, para sacar a sus hijos adelante. Aunque no se sienta del todo orgullosa de sus acciones.
¿Podrá seguir adelante con su vida? ¿Volverá a creer en el amor?
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CAPÍTULO 11
—Señor, en la noticia anunciaron, que usted se casaría con el amor de su vida, porque estaban esperando a su primogénito
—PERO, PERO ¿CÓMO QUE MI PRIMOGÉNITO, ADELA?, ¿ACASO ERES IDIOTA? TODO EL MUNDO CONOCE A MIS HIJOS. TÚ SABES BIEN, POR QUÉ TUVE QUE ALEJAR A MI FAMILIA DE LA CIUDAD. Pero eso no cambia la realidad. Mi único primogénito es Máximo Santibáñez — dijo Santiago, pasándose la mano por la cara, para tratar de controlarse
—Señor, cálmese, solo le estoy diciendo lo que dijeron en la televisión esta mañana
— Oh por Dios. Máximo. Borra esa noticia, desmiéntela, no sé, haz tu maldito trabajo, eres una inútil. Cuidarme la espalda es tu maldito trabajo. — Santiago colgó, y comenzó a tirar todo lo que estaba a su paso.
Camila se había encerrado en su habitación, estaba asustada, nunca había visto a Santiago tan molesto. Ella estaba nerviosa, sus manos le temblaban y su corazón estaba acelerado. Estaba segura de que él vendría por ella.
Pero Santiago descargó su furia en la sala. No quería verla, él no era un hombre violento. Por eso se desconocía así mismo.
Se sirvió un trago y se lo tomó de golpe, necesitaba calmarse.
Camila, por su parte, se asomó sigilosamente hacia la sala y ahí observo a Santiago sentado con su trago en la mano.
Ella se dio cuenta de que él se había calmado, pero aun así su cuerpo temblaba y estaba insegura de acercarse. Por eso decidió regresar a su habitación. Camila giró sobre sus talones y dio tan solo un paso cuando una voz masculina la hizo paralizarse.
— ¿Por qué lo hiciste Camila? — le preguntó Santiago con un tono de vez bajo, pero intenso
— Santi amor, jamás me dijiste que tu divorcio era un secreto. Yo solo quería cuidar mi imagen, que todos mis conocidos entendieran que yo no soy una madre soltera
— Camila me importa una mierda lo que crean tus amistades, tus familiares e incluso tú. No tienes idea en el problema en que me has metido
— Pero amor, tus inversionistas tienen que entender que es tu vida personal y deben respetarla. Además, creo que deberías aprovechar para invitarlos a cenar y que vean lo felices que somos
Santiago miraba la mujer que estaba frente a él y no entendía ¿Cómo demonios dejó a su mujer por esta idiota?
— Camila, ¿tú crees que yo estoy así por los inversionistas?, ¿tú de verdad piensa que me interesa lo que piensen estos idiotas?, Soy el segundo CEO más importante del país, un par de viejos mojigatos no me hacen daño. Yo estoy así por mi familia, por lo que deben estar pensando mis hijos. Pero sobre todo por mi pequeño Máximo. Ese pequeño de nueve años, me asusta más que esos viejos idiotas.
— Ah, Claro tu familia, ¿Y nosotras?, ¿Dónde quedamos?
— Camila, quiero que entiendas algo, que no pienso volver a repetir. Yo estoy contigo porque me deslumbré cuando volví a verte, los malditos buenos recuerdos del pasado, me hicieron sentir emocionado y cometí muchos errores. Yo nunca le había sido infiel a mi esposa y lo hice contigo. Pero el karma te llego y anoche, te fui infiel a ti.
Camila se abalanzó sobre él y comenzó a golpearlo y a insultarlo
— Esa maldita. Yo sabía que no iba a resistir para meterte entre sus piernas.
Santiago la tomó por ambas manos y se sonrió y negó con la cabeza
— Te he dicho que respetes a Genoveva. No fue con ella, fue con una mujer desconocida. Solo necesitaba quitarme las ganas que tenía — le dijo él acercándose a su oído. Después la soltó y se alejó
Camila comenzó a llorar y lo abrazó por la espalda
— Santiago, yo te amo, yo te perdono amor
— Ja, ja, ja. Yo no necesito, ni quiero tu perdón. La única mujer que anhelo que me perdone, es mi esposa. Mi Genoveva. Si ella me perdonara, yo te quitaría a mi pequeña y regresara a mi hogar de donde nunca, nunca debí haber salido. Entiende eso y déjame en paz — le dijo Santiago, tomó su teléfono y sus llaves para salir hacia la puerta. Necesitaba visitar a sus hijos y aclarar todo esto
Camila se dejó caer al piso y lloró por algunos minutos e inmediatamente comenzó a reír a carcajadas. Santiago le pagaría cada maldita palabra que le había dicho y le daría donde más le dolía.
Mientras tanto, en el parque de diversiones. Los niños corrían y disfrutaban de todas las atracciones. Los pequeños eran incansables.
Genoveva sonreía cada segundo. Sus hijos eran su mejor terapia. Mientras que ella se subía en las atracciones con los dos más pequeños, cada niñera se hacía cargo de tres niños cada una.
Los niños comieron hamburguesas, helados, algodones de azúcar e incluso algunos de ellos se dejaron pintar sus mejillas y así pasaron todo el día. Ya el sol comenzaba a esconderse y Genoveva entendió que era momento de regresar.
Todos los niños subieron a la van y al cerrar las puertas una gran algarabía se escuchó, todos querían contar su experiencia y hablaban al mismo tiempo.
Genoveva instintivamente por el retrovisor buscó a Máximo entre ellos y negó con la cabeza al verlo tapándose los oídos con las manos.
El camino fue corto y divertido. Genoveva dejó a las niñeras antes de tomar el camino principal de su aislada propiedad.
Pero la sonrisa de Genoveva se borró al ver el carro de su ex estacionado en la puerta
Apenas se estacionó, todos los pequeños salieron corriendo hacia Santiago. Que había salido a recibirlos, cuando escuchó a la camioneta entrar
— PAPI, PAPI
— PAPITO MÍO — gritaban las niñas
Santiago se puso de rodillas para recibirlas, las pequeñas lo rodearon y él las abrazaba a cada una con mucha alegría.